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martes 12 de noviembre de 2024

Tras las huellas judías en Hispanoamérica. Parte II

Maimon-Marrans

EDGAR ENRIQUE MÉNDEZ LOZANO

MENAJEM BEN ABRAHAM VE SARAH

Los judíos pioneros en la conquista y colonización de Hispanoamérica

En la composición de los inmigrantes en América en los siglos XVI y XVII, se identificaron plenamente numerosos judíos sefarditas, llegados de manera subrepticia entre grupos de otros viajeros provenientes del Viejo Continente. Ellos adoptaron comportamientos determinados con la pretensión de no despertar sospechas ni recelos del Tribunal de la Inquisición, ni de sus representantes en las tierras recién descubiertas.

A pesar de la prohibición de ingreso a las Indias que desde 1501 impartió la Corona para personas inscritas en alguna clase de “prohibidos”, la laxitud de las ordenanzas y el carácter acomodaticio en su aplicación por parte de las mismas autoridades reales, permitieron que llegaran al Continente, específicamente a México. Perú y el Nuevo Reino de Granada, actuales Colombia y Panamá, gran número de judíos.

Se afirma el linaje judío del conquistador de México, el extremeño Hernán Cortés, como también el de los conquistadores de lo que sería la Nueva Granada: Alonso de Ojeda, Rodrigo de Bastidas fundador de Santa Marta, Pedro Arias Dávila Gobernador de Castilla del Oro, Pedro de Heredia, su hermano Alonso y los hermanos Gonzalo Jiménez y Hernán Pérez de Quesada, entre otros. Los conquistadores españoles y sus sucesores solían hacerse acompañar en sus incursiones por portugueses, que resultan ser, en su mayoría, judíos conversos. Muchos de estos se incorporaron a la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, descubridor de las tierras del interior del Nuevo Reino de Granada y fundador de la ciudad de Santafé, hoy Bogotá. Jiménez de Quesada dispuso la construcción de 12 chozas de bahareque, hecho que bien puede ser reinterpretado como una remembranza de las doce tribus de Israel.

El investigador Itic Croitoru Rotbaum afirma que, proveída la sucesión de Rodrigo de Bastidas en la persona del adelantado García de Lerma, este llegó en compañía de cuatrocientos a ochocientos hombres entre los que figuraban los conversos Mateo Sánchez, Fernán de Santana y Francisco Méndez. Poco más tarde con su hijo, que le sucedió en 1543 al retractarse de la venta del adelantamiento hecha a Gonzalo Jiménez de Quesada, ingresaron a las Indias 1.200 hombres, entre los que figuraban portugueses de origen judío.

Aunque el rey de España solo prohibió que a las Indias vinieran procesados por el Santo Oficio o descendientes de quemados, en 1626 se acusó al gobernador Pedro Arias por las prebendas que daba a descendientes de quemados.

El origen judío de Jiménez de Quesada explica, tal vez, su actitud y la de sus familiares ante la Iglesia Oficial. Es conocida la malquerencia de Jiménez de Quesada hacia los poderes eclesiásticos, explícita en escritos de su autoría en los que hablaba muy mal de obispos y religiosos.

Aunque poco se sabe del origen del conquistador Nicolás de Federman, que ingresó al territorio de la Nueva Granada por los Llanos Orientales, proveniente de Venezuela, para algunos estudiosos, entre ellos Julio Guberek, “no hay la menor sombra de duda sobre su origen judío” Federman nació en 1530 en Ulm, región de Suavia en Alemania y llegó a Venezuela enviado por la Casa Welzer (Belzares), banqueros alemanes contratados por Carlos V, a la sazón Emperador del Imperio Romano Germánico y Rey de España.
El elemento israelita predominante en las Indias Occidentales fue el de nacionalidad portuguesa, al punto que el vocablo portugués vino a ser sinónimo de judío. En el siglo XVI llegaron no pocos conversos españoles, no obstante lo cual, en dicho siglo y en el XVII, fueron los portugueses quienes constituyeron el núcleo de los judíos en Hispanoamérica.

En 1513 vivían ya judíos conversos en tierra firme. No es de extrañar que, incluso cristianos viejos protegieran a los cristianos nuevos, pues éstos, dedicados preferencialmente al comercio de mercaderías, abastecen al resto de la población, ofreciendo a precios favorables productos que con frecuencia ingresaban al territorio como contrabando. Según el canónigo de Ciudad de México, Ángel María Garibay, durante el siglo XVI las figuras principales de la Nueva España, eran conversos, con excepción de los representantes del gobierno. Una situación semejante se presentó, tanto en el Perú como en el Nuevo Reino Granada.

Juan Friede señala que en 1557 preocupaba a las autoridades de Santa Fe, capital del Virreinato de la Nueva Granada, el número de vagabundos. Se presumía el origen judío de muchos de ellos, así se desprendía de la comunicación que Pedro de Colmenares en 1559 envió al rey de España en los siguientes términos: “Así mismo aviso a Vuestra Alteza que yo traje cédula despachada por vuestro Real Consejo de Indias para que todos los prohibidos (judíos y moros conversos) se envíen a España y se echen de esta tierra, porque hago saber a Vuestra Alteza que es muy ruin simiente para estas partes. Y hay tanta derramada y que cada día viene, que no puede dejar de producir. La provisión se ha publicado en este Reino y no se cumple nada de ella. Y para que esta gente vaya adelante, mande Vuestra Alteza enviar la Inquisición, que mientras ella no viniera y no hallo otro remedio para que se acabe y concluya lo que Vuestra Alteza en esto tiene mandado” Debido a las dificultades surgidas en la gobernabilidad del Nuevo Reino de Granada, pues unos acataban las disposiciones del Gobierno mientras otros se oponían a las mismas, resolvió España conferir a Andrés Venero de Leiva amplias facultades para restaurar el orden, sin la necesidad de contar con la aprobación de los oidores.

El Presidente Venero de Leiva llegó a Santa Fe vía Cartagena de Indias, hacia el año 1564. Encontró varios problemas, entre ellos una superpoblación constituida en buena parte por gentes sin trabajo que amenazaba la paz pública. Inquietaba al nuevo funcionario real el hecho de que más de la mitad de la población estuviera conformada por extranjeros, en su mayoría portugueses. Siglos más tarde, en las comunicaciones de la Casa de Contratación de Sevilla de 1810, el Consejo de Indias diría que en el Nuevo Mundo eran más los portugueses que los castellanos y “que los más son conversos”.

Para el siglo XVI se estima que el 75% de la población europea del Perú es de origen judío y que esta también podría ser la proporción en México. Por lo general se acepta que en las zonas con mayor influencia los judíos representan entre un 25 o 30% de la población europea. En Buenos Aires, como en Lima, buena parte de la población blanca estará conformada por judíos portugueses durante la primera mitad del siglo XVII.

Judíos sefarditas llegaron también al Continente como ciudadanos holandeses, italianos, franceses o ingleses, lugares en los que se establecieron luego de haber sido expulsados por la Inquisición ibérica. Estos judíos, aparte de conservar los apellidos peninsulares, hablan a la perfección la lengua castellana, circunstancia que dificultaba su identificación por parte de las autoridades españolas, resultando poco menos que imposible diferenciarlos de los demás españoles.

En Santa Fe, Virreinato de la Nueva Granada, vivió un gran número de médicos dedicados a las cobranzas, oficio desempeñado tradicionalmente por judíos conversos. Hacia 1560 Pedro Malavar de Silva llegó a Borburata (Venezuela) con unos 300 hombres, descritos al Rey, por parte de los oficiales de Barquisimeto, como confesos, “todos muy perdidos”, judíos y moros que, poco a poco, de dos en dos y de cuatro en cuatro, se trasladan al interior de la Nueva Granada.

En Cartagena de Indias los conversos conformaron toda una élite. Lucía de Proodian afirma que los conversos de Nueva Castilla (Perú) y de la Nueva Granada en el siglo XVII, habían alcanzado notoriedad en el desempeño de los cargos que con ellos se proveían, gracias al poder de las riquezas y los beneficios de que disfrutaban. En Cartagena los judíos conversos llegaron incluso a trabar amistad con funcionarios de la Inquisición, con los gobernantes y con el clero.

La influencia de los conversos en Cartagena es bien conocida. Por eso cuando la Inquisición condenó a algunos portugueses como Juan Rodríguez Mesa, el auditorio se sorprendió al ver cómo quienes fueron prestantes personajes en un tiempo, cayeron en la infamia. La élite de cristianos nuevos se entremezcló también con cristianos viejos, varios de éstos castellanos de abolengo.

El comercio fue controlado por los portugueses, incluso la trata de esclavos. Durante décadas del siglo XVII los portugueses constituyeron gran parte de la población cartagenera, ocuparon importantes cargos y dominaron la economía. Lograron ser en 1611, mayoría en el cabildo de Cartagena.

Para 1.590 el Tribunal de la Inquisición de Lima, ejercía su jurisdicción sobre todo el territorio español en Sudamérica. El Tribunal envíó al inquisidor Cerezuela Bustamante, al fiscal Alcedo y al secretario Eusebio de Arrieta a Cartagena, de allí se encaminaron a Panamá donde son informados de la presencia de Salvador Méndez Hernández, el primer judío sefardí de origen portugués perseguido por el Santo Oficio en territorio neogranadino, bajo el cargo de judaizar . Contra él testificaron seis personas. Por fortuna el acusado alcanzó a huir y fue quemado tan sólo en estatua en Sevilla, librándose de una muerte atroz.

Poco tiempo después el secretario del Tribunal escribió al Inquisidor General de España que el Nuevo Reino de Granada, está lleno de hijos y nietos de reconciliados, es decir de reos que, una vez juzgados, fueron reintegrados a la Iglesia, de cuya doctrina se habían separado. Admitían también los miembros del Tribunal de la Inquisición de Lima que, a pesar del número de letrados, resulta muy difícil en la Nueva Granada hacer nombramientos en el Santo Oficio, pues no hay seguridad de su limpieza de sangre, refiere el historiador Azriel Bibliowicz.

En 1.610 se instaló finalmente el Tribunal de la Inquisición en Cartagena que operó hasta 1.821, es decir 211 años. La jurisdicción del Tribunal recayó sobre los territorios de la Nueva Granada, Venezuela, islas del Caribe y Nicaragua. Según el historiador Daniel Mesa Bernal, durante la existencia del Tribunal hubo 83 personas acusadas de judaizar. Por su parte, la historiadora Ana María Splendiani sostiene que en los primeros 50 años del Tribunal más de 150 nombres de judíos aparecen en actas, de éstos 59 fueron procesados.

Entre 1626 y 1627 la Inquisición en Cartagena recibió denuncias contra los portugueses y procesó el primer grupo grande de ellos, 13 en total. Quedaron en las mazmorras secretas en espera de sentencia, Antonio Méndez, Juan Rodríguez Pardo, Luis Rodríguez, Pedro López de Vaccal y Sebastián Rodríguez. Posteriormente fue también juzgado Blas de Paz Pinto por ser “capataz de judíos”, es decir rabino. En su casa funcionó la sinagoga de la ciudad.
Varios problemas tuvo que afrontar el Tribunal de la Inquisición de Cartagena para cumplir su cometido: la carencia de personal idóneo para el desempeño de los cargos, el no pago oportuno a los funcionarios, corrupción, soborno, abusos, discordias de los inquisidores entre sí, de éstos con el clero y las autoridades, así como la carencia de suficientes letrados en la ciudad para desempeñarse como miembros del Tribunal o como comisarios.

Hubo entre los judíos conversos de origen portugués algunos muy ricos, dueños de tierras y negocios, de fragatas que surcaron las aguas del Caribe, del Golfo de México y de España, llevando frutos de la tierra y mercaderías. No obstante, no todos gozaban de los mismos bienes de fortuna. Algunos de mediano caudal, se desempeñaron en oficios profesionales como medicina, cirugía, farmacia y en algunas actividades de alto rango como la platería. Muchos otros carecían de bienes. Al respecto señala el visitador Antonio Rodríguez de San Isidro Manrique: “los más eran de poco fruto y substancia en cuanto a caudal, los pobres y miserables son muchos…”. El mismo visitador afirma en una de sus misivas que algunos eran de oficio pulperos, arráez, marineros, zapateros o sastres y, otros, sin más ocupación que vagar de una parte a otra, careciendo de lugar y morada cierta.

Entre los portugueses ilustres en Cartagena cabe mencionar a Juan Méndez Nieto, autor del primer tratado de medicina en la Nueva Granada, escrito entre 1606 y 1611. Hombre erudito y estudioso, Méndez Nieto admiraba a Erasmo y conocía bien el Tanaj. De él se decía que poco hablaba de los escritos cristianos y que no usaba fórmulas piadosas con mención de Jesucristo o de la Virgen.

La ciudad de Santa Marta debió también su importancia inicial a las actividades de los cristianos nuevos. Según carta enviada por Andrés Salcedo al Rey en 1606, la provincia contaba con 52 extranjeros, 41 de ellos portugueses.

Las redes de comercio tejidas por judíos conversos de origen portugués se extendieron desde Lima hasta el reino de Quito y la gobernación de Popayán. En 1600 sobresalió en Lima Nuño Rodríguez de Acevedo, con amplias relaciones en el Nuevo Reino de Granada, Nueva España, el Lejano Oriente y España.

Se llegó a sospechar que los judíos conversos de origen portugués conspiraban para liberar al Perú de España y anexarlo a Holanda, dado los vínculos de muchos de ellos con la floreciente comunidad judía sefardí de Amsterdam. La fundación de la Compañía de las Indias Occidentales en 1621 por parte de Holanda para consolidar su poderío económico y marítimo, así como la vinculación de judíos a la iniciativa mediante recursos y conocimientos, incrementaron tal sospecha.

La suerte de judíos conversos portugueses en la Audiencia del Nuevo Reino, dada la persecución de la Inquisición y la independencia del reino de Portugal con respecto a España, se tornó incierta. Muchos se dirigieron al interior del Virreinato, otros a Portugal, a México y el Caribe, o simplemente se diluyeron en el seno de la sociedad mayoritaria hasta perder su conexión con su pasado judío.

Para el profesor Günter Boh, el escaso conocimiento de la “Ley de Moisés” entre los descendientes de los judíos conversos nacidos en el Nuevo Mundo, debido a la de imposibilidad de contar con la enseñanza de personas instruidas en el judaísmo, llevó a su progresiva asimilación por parte de la población española local en una segunda o tercera generación, hacia finales del siglo XVII.

No sobra señalar que se atribuye a los judíos conversos un papel protagónico en la lucha por la libertad religiosa en América, a pesar de haberles sido imposible escribir su propia historia.

Judíos conversos de origen portugués, buena parte provenientes de Brasil, llegaron también al Río de la Plata, así lo refiere Francisco de Trexo en su carta de abril de 1619 dirigida al Tribunal de la Inquisición de Lima. Del Río de la Plata, a finales del siglo XVII, los judíos se desplazaron a Charcas en la actual Bolivia, al Virreinato del Perú y Chile. Una significativa presencia de judíos portugueses se ha mencionado también en Tucumán y Paraguay.
En el Caribe los judíos llegaron a constituir en motor de la actividad económica y cultural, introduciendo varios cultivos como azúcar, cacao, vainilla y tabaco.

Un sinnúmero de nombres recuerdan la presencia judía a lo largo y ancho del Continente. Sin la presencia judía en la historia de Nuestra América, resulta imposible afirmar la identidad misma del Subcontinente. En su obra titulada “Sangre judía”, el escritor mallorquín Pere Bonnin, ofrece una lista de 3.000 apellidos extraída de los archivos del Santo Oficio, de los censos de las juderías y de varias fuentes más. Según el autor los titulares de tales apellidos, muchos de uso común en América Latina, son sospechosos de tener ascendencia judía. Investigadores han logrado establecer que la adopción de apellidos hispanos por parte de los sefardíes en una historia que se remonta a los siglos XII y XIII, obedece a ciertas circunstancias culturales, religiosas e históricas específicas experimentadas por el pueblo judío en España, conforme a su propia visión del mundo, y no al azar.

Germán Arciniegas, destacado historiador colombiano, cimera personalidad de las letras hispanoamericanas, remarca el hecho de que la presencia judía en América nació del mismo momento del Descubrimiento, al afirmar que “…cuando Israel no era sino una utopía irrealizable, ya en el Continente cuya invención nació del viaje de 1492, había tres, cuatro y cinco generaciones de hebreos que, con disimulo y tapados, empezaron a llegar a la colonia española…’ y subraya que los judíos son parte de la historia de América, que han hecho hombro a hombro junto a cristianos, negros y aborígenes. Advierte Germán Arciniegas a todos los prejuiciosos, que nadie nacido en América puede ignorar la posibilidad de tener antepasados judíos en su árbol genealógico familiar. Realidad que grafica con una sugestiva metáfora: ‘…quien diga en la noche, que la sangre judía que tenga en sus venas, se fije en un solo brazo y se lo corten…’, debe suicidarse porque puede suceder que ‘al despertar, pueda estar más manco que la venus de Milo…’ Concluye el pensador su expresiva moraleja afirmando que ‘hay que dar gracias a Dios porque al juntar las dos manos, en una (corre) la sangre cristiana y en otra, la hebrea’.

Algunas acotaciones sobre genética y huellas judías en América Latina

La historia verdadera de los judíos en nuestra América, ha dejado también una huella aún visible en la genética del Continente. Si bien la genética por sí sola no permite establecer si alguien es o no judío, puesto que el pueblo judío no resulta ser genéticamente discriminable, sí permite hacer un rastreo aproximado de los que ha sido la historia de las migraciones humanas o de fenómeno de las conversiones masivas o forzadas a un determinado credo.

La colonización en el territorio conocido hoy como América Latina, ha sido un proceso cargado de dramatismo en el que la población americana nativa fue sustituida por una gran población mestiza, así lo demuestran los resultados de un reciente estudio genético al sugerir que los hombres europeos colonizadores se unieron a las mujeres nativas y africanas, hecho que estableció un patrón de uniformidad a lo largo y ancho en la colonización del Subcontinente, no obstante las variaciones habidas.

El mencionado estudio examina 249 personas no relacionadas, de 13 poblaciones mestizas en siete países, partiendo de Chile en el sur, hasta México en el norte. La población mestiza con más alto ancestro nativo está en áreas donde históricamente hubo grandes poblaciones amerindias, tal es el caso en ciertas áreas andinas y del valle de México, donde se establecieron las mayores y más avanzadas civilizaciones para la época en que los europeos llegaron al Continente, a finales del siglo XV. En contraste, la población mestiza con más alto ancestro europeo se localiza en áreas de relativa baja densidad de población nativa precolombina, allí donde dicha población fue dispersa, como en Chile, Argentina, Uruguay o en algunas áreas del interior de Colombia.

¿Qué sucedió entonces con los varones nativos con la llegada de los europeos? El investigador Ruiz-Linares lo expresa con palabras cargadas de pesadumbre: “Es muy triste y un terrible hecho histórico, ellos fueron básicamente aniquilados”.

Para corroborar el patrón de uniformidad observado en la colonización del Subcontinente, vale la pena traer a colación el contenido del artículo titulado ‘¿Judíos en Santander?’ de Víctor Solano Franco, aparecido en una prestigiosa revista colombiana y referido al estudio de haplogrupos con técnica de secuenciación. Se trata de un proyecto de investigación realizado por María Mercedes Torres, doctora en Biología de la Universidad de los Andes en Bogotá. La investigación se desarrolló entre poblaciones de los departamentos de Santander y Norte de Santander al nordeste de Colombia.

María Mercedes Torres estudió la composición genética de 117 personas, mediante el análisis de las variaciones específicas del ADN mitocondrial (línea materna) y del cromosoma Y (línea paterna), con el fin de definir el origen de los correspondientes linajes. Se pretendió así obtener información sobre las antiguas poblaciones en el nordeste de Colombia.

Con respecto al ADN mitocondrial, los resultados se compararon con muestras de poblaciones europea, africana y amerindia, principalmente de la familia lingüística Chibcha, provenientes de bancos de datos. Los resultados de los análisis de los marcadores correspondientes a la línea materna, muestran que para las poblaciones de Santander existe un 92.9% de contribución genética amerindia. Esto significa que en el proceso de mestizaje, las mujeres nativas en el nordeste de Colombia fueron el mayor porcentaje de las madres.

En contraste, al analizar las muestras de los marcadores correspondientes a la línea paterna, los marcadores muestran una alta contribución de linajes europeos en ambas poblaciones, 86.6 en Santander y 77.1 en Norte de Santander. Esto refuerza la idea de que, como sucedió en otras regiones de Colombia y del Subcontinente, durante la conquista y la colonización europea, hace ya más de 500 años, los hombres aborígenes desaparecieron rápidamente, debido a un proceso de exterminio sistemático. Como se ha indicado, las mujeres nativas quedaron prácticamente a disposición de los europeos y, en menor medida, de los africanos.

Sin embargo- añade Solano Franco- el estudio de María Mercedes Torres ofrece sorpresas. Dentro de los linajes dominantes europeos encontrados en las muestras del nordeste de Colombia, aparecen marcadores genéticos similares a los de poblaciones judías de origen sefardita, marcadores difícilmente asociados a esta parte del país y evidenciados, según investigaciones anteriores, en Antioquia. Pobladores de origen judío tuvieron una muy alta incidencia en Santander y Norte de Santander, mayor aún que en Antioquia. La situación resulta explicable si se toma en cuenta que muchos de los judíos portugueses se vieron obligados a establecerse en el interior de Colombia y la presencia significativa de colonizadores asturianos en el territorio. A la luz de los actuales avances de la investigación genética se ha logrado determinar que, es justamente Asturias la comunidad española con mayor similitud genética con poblaciones judías sefarditas. Como si fuera poco, en los linajes determinados en el nordeste de Colombia, aparece también el marcador Cohen.

No menos sorpresivo resulta ser el hallazgo de investigadores israelíes sobre posibles raíces genéticas sefardíes en poblaciones aborígenes del oeste del Estado de Colorado en los Estados Unidos, cuyos antepasados inmigraron desde México hace dos siglos atrás. Este hallazgo es una prueba genética irrefutable de que judíos sefardíes expulsados de la península ibérica, luego de llegar al Nuevo Mundo, conocieron a mujeres nativas, siguiendo el patrón colonizador europeo. Como si fuera poco, en el año 2005, con base en una investigación adelantada por el oncólogo Jeffry Weitzel del hospital Ciudad de la Esperanza en Duarte (California), se publicó un artículo referido al posible nexo genético existente entre 110 familias originarias de América Latina y judíos sefardíes.

Quizá, un ejemplo particularmente ilustrativo sobre la tenacidad de los judíos por conservar su identidad y su aporte al complejo proceso de mestizaje étnico y cultural que caracteriza al Subcontinente, lo constituye, sin lugar a dudas, el caso de los Judíos del Amazonas. Se trata de una comunidad con cerca de 300 personas, conformada por hijos, nietos y bisnietos, descendientes de jóvenes varones judíos marroquíes que llegaron a la cuenca amazónica a partir del boom del caucho a finales del siglo XIX. Siguiendo el patrón colonizador ya mencionado, los judíos casaron con mujeres nativas americanas. Tras reivindicar su herencia judía, los Judíos del Amazonas, luego de superar un sinnúmero de dificultades, han iniciado su aliyá a Eretz Israel.

Hacia un judaísmo incluyente en América Latina

En medio de un mundo cada vez más globalizado y gracias a la revolución protagonizada por las tecnologías de la información (TIC), un creciente número de latinoamericanos, tras romper con siglos de aislamiento, siente el deseo de reencontrar sus raíces ancestrales y saber acerca de sus posibles las raíces judías, de conocer sobre el judaísmo e incluso simplemente retornar al redil de Israel u obtener su conversión formal con el mismo propósito.

Algunos han tenido éxito en su búsqueda, otros aún no. Con gran despliegue y estupor, la televisión colombiana recientemente destacó como en grandes ciudades como Bogotá o Medellín, han surgido comunidades de significativo tamaño que reivindican para sí su condición de judíos. Estudian la Torah, el Talmud y la lengua y liturgia hebreas.

En algunos casos, dirigentes de dichas comunidades dicen haber contado con la asistencia de rabinos provenientes de Israel. A sus miembros les asiste una firme convicción expresada en la frase: “nuestros antepasados fueron judíos”.

Se trata de una realidad compleja y veces un tanto desconcertante. Las comunidades judías, sefardíes y asquenazíes, originarias de Europa y asentadas en el país a comienzos del siglo XX y con ocasión de la Segunda Guerra Mundial, bien por temor, bien por desconocimiento de la verdadera historia sobre lo que ha sido y significado la presencia judía en la historia del Subcontinente, han optado por cerrar sus puertas, aunque, justo es decirlo, no del todo. Con timidez y no sin dificultades, el diálogo y el reconocimiento recíproco parecieran abrirse paso poco a poco. Si aún en Israel dicho diálogo y reconocimiento entre las diversas comunidades judías no resulta ser cosa fácil, cuanto más en Latinoamérica. ¿Cómo superar esta situación? El Rabino Jacques Cukierkorn, con la autoridad de reconocido líder del judaísmo en el mundo, ha hablado sobre la necesidad de un judaísmo incluyente, que lleve a reconocer el hecho de que existen muchas formas de vivir el judaísmo y sobre la necesidad de dar adecuada y oportuna respuesta a las múltiples inquietudes e interrogantes del judío de hoy, como de la sociedad en que éste se sitúa.

El rescate de la verdad histórica de los judíos en nuestra América y la construcción de un nuevo relato histórico, esta vez desde una perspectiva distinta a la que ofrece la historiografía oficial, permitirán, sin duda, no sólo fortalecer y enriquecer la identidad del pueblo judío en América Latina, sino también afianzar su capacidad creativa para aportar lo mejor de sí a la humanidad, practicando los principios de tikun olam y tzedaká , ofreciendo, al mismo tiempo, a cientos de miles de latinoamericanos la oportunidad descubrir sus nexos con el pueblo de Israel.

Su reivindicación como parte fundamental del acervo espiritual de América Latina, sin desconocer para nada otras tradiciones culturales y religiosas, permitirá al Judaísmo ser percibido, tanto por judíos como por no judíos, como una propuesta válida de luz y esperanza, en el propósito común de construir en el Subcontinente una sociedad mejor para todos, con la superación de las desigualdades e injusticias que atentan contra la dignidad del hombre y los derechos humanos. Los judíos y el judaísmo están llamados a dar su valiosa contribución en la construcción de una democracia más participativa y pluralista, como alternativa a un consumismo deshumanizante, al totalitarismo, al racismo y al antisemitismo. Frente a este desafío, el Judaísmo Reformista, de modo particular Britbrajá, deberá asumir con humildad, honradez intelectual, perseverancia y valentía, cumplir la cita con la historia, esta vez, no como mero espectador sino como protagonista. Acaso no dijo el eterno a Moisés “¿Qué clamor es éste? Diles a los hijos de Israel que se pongan en marcha, y tú, alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar para que se divida y que puedan entrar los hijos de Israel en lo seco” (Ex. 14.15).

¡Le shaná abá ve Yerushalaim!

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