Un desaire de la ONU es una insignia de honor
La vida debe ser muy buena en Canadá, o al menos aburrida, a juzgar por la reacción interna a su intento fallido la semana pasada de obtener un asiento temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU. Escuche los alaridos en los periódicos al norte de la frontera: “Una nación tambaleando”, “humillante derrota”, “un reproche de la comunidad global”, “mancha nuestra reputación”, “una bofetada en la cara.”
Nosotros decimos: así se hace. Canadá parece haber molestado a un número suficiente de dictadores del Tercer Mundo y de progresistas occidentales piadosos para quedar corta en una votación secreta de la Asamblea General. Los pecados cometidos por el gobierno conservador de Stephen Harper incluyen el apoyo incondicional a Israel, el escepticismo sobre límites máximos a los sistemas de comercio atenientes al calentamiento global, y el compromiso de larga data en la guerra de Afganistán. Los estadounidenses serían afortunados de tener un líder tan firme en estas cuestiones como el Primer Ministro de Canadá.
Los Emiratos Árabes Unidos se atribuyeron el mérito de conformar un grupo anti-canadiense de países árabes e islámicos para detener la puja por la presidencia de dos años de rotación. Los Emiratos Árabes Unidos también tienen un pleito con Ottawa sobre los derechos de aterrizaje para Emirates Airlines que va a Canadá.
El papel de los EE.UU. aquí también es vergonzoso –para los Estados Unidos. Richard Grenell, un ex alto funcionario de la Misión estadounidense ante la ONU, informó la semana pasada que la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Susan Rice, se negó a hacer campaña en nombre de Canadá. La política del Sr. Harper no es la de ella, y el líder de la oposición de izquierda y alma política gemela de Obama, Michael Ignatieff, declaró el mes pasado que Canadá bajo el gobierno del Sr. Harper no merecía recibir uno de los diez asientos temporales.
El carácter absurdo de todo esto se hizo evidente cuando los canadienses perdieron ante Portugal, que -con el debido respeto a la memoria de Vasco de Gama- no es un titán global. Este país ibérico pequeño y económicamente cojo ahora gozará de uno de los dos asientos temporales reservados para los estados del bloque occidental. Alemania se aseguró el otro.
Canadá, por el contrario, es un país serio. Bajo el liderazgo del Sr. Harper, Canadá ha evitado lo peor de la recesión mundial y salió con un sistema bancario vibrante y una moneda fuerte (en la actualidad cerca de la paridad con el dólar americano). La valentía de sus soldados en Afganistán, y en otras misiones, es testimonio de una nación que honra sus compromisos. Los canadienses deben vestir el desaire de las Naciones Unidas como una insignia de honor.
Editorial del Wall Street Journal
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