Amos Gitai es genial y soberbio, como corresponde a un director de cine israelí de gran carrera (18 películas y 34 cortometrajes) y de enorme éxito. De visita a México, invitado para la inauguración del FICJ (Festival Internacional de Cine Judío), asistió a un desayuno organizado por el Festival, en las instalaciones del Westin Santa Fe, donde tuvimos la oportunidad de una charla.
Su obra más polémica es, sin duda, Kadosh, una verdadera pesadilla que relata el maltrato y abuso contra las mujeres ultraortodoxas (recuerdo que salí del cine cabizbaja y consternada). Interrogado acerca de esta película, describe las circunstancias que forjaron su realización: en este momento (1999),en Israel, se llevaron a cabo manifestaciones multitudinarias de ultra ortodoxos contra la Corte Suprema Israelí. A la vez, salían a la luz transcripciones del Talmud en CD, las cuales inspiraron muchos diálogos de la película. Según Gitai , su mensaje al hacer dicha cinta fue: si se acepta un Israel regido por los ultraortodoxos, el país será otro “Kadosh” y no podrá sobrevivir.
“ ¿Por qué no aparece un solo niño en la película?” pregunto. Responde Gitai: “Es una metáfora de una sociedad sin futuro”.
Gitai – quien está por publicar un testimonio histórico de su madre acerca d ela historia de Israel- recuerda, nostálgico, que su padre era un arquitecto obsesionado por el Bahaus. ¿ Acaso lo caracteriza el personaje principal de “Eden”? Gitai ríe, dándome la razón. “¿Existe algún lazo autobiográfico en “Kadosh”?” indago. “Sí ” confiesa el realizador. “Uno de mis antepasados fue el Rab. Luria, autor de la Cabalá. Mis bisabuelos eran muy ortodoxos. Cuando nació el Estado de Israel, mi abuela hizo Aliá (emigración a Israel), acompañada por su novio; sus progenitores no se lo perdonaron. Se sentaron en shivá (luto) por ella, como si hubiese muerto. El duelo era doble: por un lado, ella unía su destino con un Estado que según algunas creencias, sólo tiene derecho de existir tras la venida del Mesías. Por otro, lo hacía con un hombre sin casarse”. Esto marcó profundamente a la familia y él quiso reivindicar este dolor con una película.
Tras el desayuno, las respuestas de un Gitai aburrido variaron entre el cinismo y la simpleza: “Creeré en Dios cuando los hombres se quieran como hermanos, cuando ya no hayan guerras, abusos ni sufrimiento, cuando la tierra deje de ser un basurero. Si puedes negociar eso con Dios, entonces creeré en Él”.
¿Qué significa para Gitai ser judío? “Ser feliz”, responde.
Acerca de sus convicciones políticas, comenta que es pro Obama y anti Ratzinger, que no votó por Netanyahu, que la paz con los palestinos es mucho más importante que la amenaza iraní y que la ética del Estado debe tener prioridad sobre coaliciones.
Y cuando se le interroga acerca de si la cámara puede cambiar al mundo, Gitai responde, de forma tajante : “No”.
Fotos: Martin Argles, y Enlace Judío
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