Hoy sabemos que la convicción humanista de Lázaro Cárdenas se expresó en actos de Estado de valor trascendente para la nación mexicana cuando el fascismo avanzaba sobre Europa: Cárdenas convirtió a México en refugio de perseguidos no sólo de la República Española, sino que abrió las puertas del país a una impresionante lista de grandes intelectuales y disidentes refugiados provenientes de España, Francia, Alemania y Austria: León Trotsky llegó a México invitado por Cárdenas en 1937. El papel que jugó su amigo y emisario en Europa, Gilberto Bosques (1892–1995) (y su secretaria Margarita Assimans) cuando fue nombrado cónsul en Marsella permitió que más de 40 mil visas se extendieran a familias judías y refugiados de la guerra civil española. Friedrich Katz (México y Austria en 1938. Ed. Era: 2006) destacó que México fue el único país que puso una queja formal ante el pleno de las Naciones Unidas cuando elAnschluss, es decir cuando la Alemania Nazi anexó Austria en marzo de 1938. Y Austria reconocería esta protesta visionaria del general Lázaro Cárdenas bautizando con el nombre de México (Mexikoplatz) una plaza a la orilla del Danubio al finalizar la guerra.
Pero hay una historia de un judío en particular y su relación con México que es menos conocida: en la primavera de 1938 la Gestapo nazi llevó a cabo redadas en busca de conocidos intelectuales judíos de Viena. Allanaron la casa editorial de publicaciones psicoanalíticas y buscaron a Sigmund Freud en su departamento de la Berggasse no. 19 donde arrestaron a su hija Anna. Freud, que había estado renuente a abandonar Viena, se encontró de pronto en una situación desesperada: las visas para la emigración de judíos vieneses eran casi imposibles de conseguir. Mediante la campaña de poderosos amigos, discípulos y pacientes como Ernest Jones, que llevó la petición ante el parlamento inglés, la intervención de William Bullitt el embajador norteamericano en Francia y las gestiones de la amiga de Franklin Roosevelt, la princesa Marie Bonaparte, se logró finalmente poner a salvo a Freud y su familia en Londres. En México, mientras tanto, se desplegaron también grandes esfuerzos para sacar de Viena a Freud y su familia. La organización conocida como Ayuda Roja Internacional mandó un telegrama al general Lázaro Cárdenas pidiéndole su intervención para que se pudiera ofrecer asilo al pensador descrito como “el más grande investigador de las diversas manifestaciones del espíritu, uno que ha demolido los prejuicios en la construcción de una nueva moral universal”. Durante las tres semanas siguientes a este telegrama, Lázaro Cárdenas recibió también peticiones similares del Sindicato de Trabajadores de Artes Gráficas; del Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera y Similares; del Sindicato de Maestros y del Sindicato de Mineros y Metalúrgicos, así como del Sindicato de Electricistas que el 27 de abril de 1938 urgía al gobierno mexicano a dar asilo a Sigmund Freud. Eduardo Hay, ministro de relaciones exteriores, contestó a esta movilización “Roja” explicando que el presidente Cárdenas ya había girado instrucciones a la embajada mexicana en Viena para que ofreciera asilo a los refugiados políticos que solicitaban la protección de México y que sus solicitudes serían analizadas por el Ministerio del Interior. Freud nunca solicitó asilo a México; sin embargo, en noviembre de 1938 salió con su familia hacia Londres. La parte activa que México asumió en la defensa de los judíos a medida que avanzaba la guerra de los nazis por Europa inspiró, sin embargo, a la princesa Marie Bonaparte para que ella propusiera al embajador norteamericano Bullitt un plan que salvaría a más familias judías: ella le explica en una carta que él debería sugerir al gobierno norteamericano la compra de Baja California a México para crear allí un estado judío. Cuando Bullitt intento disuadirle explicándole que su plan no era factible, la princesa mandó su petición directamente al presidente Roosevelt. Freud conoció estas gestiones, que clasificó de “fantasiosas”, y aseguró a la princesa que eran imposibles de considerarse seriamente.
Una leyenda se generó posteriormente, sin embargo, que atribuyó al mismo Freud el plan de comprar Baja California a México para fundar aquí Israel.
Freud habló fluidamente español y conoció la cultura mesoamericana, pero nunca vino a México salvo como inspiración: una de las más importantes obras sobre la identidad nacional fue escrita bajo su influencia: El laberinto de la soledad de Octavio Paz.
(Datos tomados de Ruben Galló, Freud’s México, que será publicado próximamente por MIT Press, Cambridge. El libro de este profesor de Princeton consta de dos partes: Freud en México y el México de Freud; la edición que cito, en inglés, es la anterior a la versión corregida y de edición final).
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