Lo que aprendí en la primaria… se me olvidó en la secundaria. ¿Por qué los padres dicen que la educación se recibe en la escuela y los maestros dicen que se recibe en la casa, si la verdad es que la educación se recibe en la calle?
No es nada más que aceptar la verdad el decir que, lo que los niños escuchen en el salón de clases o lo que puedan decir y repetir sus papás, se les olvida viendo a su alrededor y aprendiendo de eso, de lo que perciben, y cómo lo entienden.
Es labor del papá decirle a sus hijos que respeten a sus primos, que escuchen a su mamá y que no digan groserías en la cena. Es igual con la mamá que pide que hagamos la tarea, ahorremos nuestro domingo y bajemos los pies del sillón. A los maestros les toca explicar de dónde venimos, cómo funcionan las cosas, tratar de explicar cómo y por qué hay que tener un ambiente de convivencia y recordarnos que no debemos golpear a nuestros compañeros.
Todo eso está muy bien, pero no sirve de mucho cuando lo más importante es que los niños vean ejemplos cotidianos de todo lo que les pedimos. No sirve que el papá le pida no decir groserías, cuando en el coche él es quien pone el ejemplo; ni que la mamá nos hable de ahorrar y sólo se le escuche hablar de gastos en el teléfono, diciendo “no importa lo que cueste, yo lo quiero”; y lo mismo con el maestro que es el primero en decir en pleno pasillo: “eso de todas formas se les va a olvidar después del examen, así que no importa, regálale el punto para pasar”.
Estamos creando autodidactas sin material, líderes sin bases, hablantes sin escucha. Si nuestros jóvenes son apáticos, es simplemente porque se cansaron de ser niños que no saben hacia dónde voltear en un mundo lleno de contradicciones y rodeados de hipócritas que dicen una cosa y hacen otra; siendo así es mejor no escuchar a nadie y no entrar en confusiones. Si mi mamá dice “blanco”, mi papá “negro” y mis maestros “verde”, me da igual si termina siendo amarillo; ya no me importa quién tiene la razón porque posiblemente ninguno la tenga.
Y es que hay tantos ejemplos comprobando la teoría, que tendríamos que escribir libros al respecto… Pensándolo bien, ya los hay, pero de todas formas son los mismos hipócritas los que los leen y los escriben. El pedagogo que escribe que hay que involucrar a los padres en la educación de sus hijos, y el papá que lo interpreta creyendo que hay que hacer mítines semanales en la dirección del Colegio porque las cosas no se hacen como él dice; la experta que dice que hay que entender que los niños son simplemente niños, y los maestros que a la primera sorpresa deciden mandar al alumno a terapia y recetarle ritalín.
Si fuéramos coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos, no tendríamos un mejor planeta, ni tendríamos menos contaminación, ni dejaría de haber guerras; pero por lo menos tendríamos una sociedad más honesta, donde no necesitaríamos que vengan expertos de 73 países diferentes a decirnos que tenemos que escoger entre el bien o el mal, o decirnos si Dios existe o no, ni decirnos que el arte y la tecnología combinan como el chocolate y… más chocolate; simplemente sabríamos qué esperar, en quién confiar y dejaríamos de tratar permanentemente de leer entre líneas. Cuando aprendamos a leer sobre las líneas y a hacer lo que decimos y decir lo que hacemos, entonces nuestros niños entenderán nuestro lenguaje; dejarán de preocuparse por no saber a quién voltear a ver, se convertirán en jóvenes con poder de decisión y sobre todo, en adultos honestos.
Del libro “Ideas Jóvenes” Reflexiones y propuestas en torno a la Comunidad judía de México de Fundación Metta Saade
Nurit Mendelsberg Bercovich. Bailarina desde hace 25 años y coreógrafa desde hace 12, he dedicado mi vida a la danza y a transmitir todo lo que ésta me hace sentir. Hoy en día soy coordinadora de Arte en el colegio Hebreo Tarbut, miembro activo de la dirección del Festival Aviv y de la Compañía de Danza Judía en México, Anajnu Veatem.
DEL LIBRO “IDEAS JÓVENES” DE FUNDACIÓN METTA SAADE
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