Bella e insomne
me declaro
con un sueño de siglos por cumplir.
El té de adormidera
no me hace efecto
ni el huso del hada vengadora
ni las recetas de las princesas vecinas
Ni mi convocatoria al hijo del Sueño y de la Noche.
II: MORFEO
Antes de tender mi cama
envío a Morfeo
una paloma blanca y otra negra.
Las despluma frente a mis ojos
muertos de fatiga
y de estupor.
En almohada de plumaje negriblanco
coloco mi cabeza
y no hay brebaje
ni beso de madre o de príncipe
que selle por unas horas mis ojos.
III: DOCE CAMPANADAS.
Doce campanadas en palacio:
No hay misericordia para los que velan.
Deletreo fechas nombres amores
en el mortero de mi cerebro insomne:
El vientre de la Reina era un a tumba
Todo era cuchicheo e intriga
La corona se tambaleaba en la cabeza del monarca
No nacerá el varón deseado sino una hembra
Faldas, crinolinas, encajes de mujer y auroras –vaticinó la rana-
la del buen nombre de maga y pitonisa
Las aguas del río que circunda el bosque
alentaron la preñez.
IV. DESDE ENTONCES.
Nadie volvió a verla
ni volvió a escucharla croar.
Desde entonces –cuenta la leyenda-
las reinas sin hijos
buscan sumergirse en aquellas aguas
aunque tengan que cruzar -solas y desveladas- el bosque.
V. DOCE TAN SÓLO DOCE:
En palacio nació
un día soleado.
Doce platos.
Doce copas.
Doce cubiertos
era el menaje de la Reina recién parida.
Doce mensajeros arribaron en buena hora al hogar
de una docena de hadas buenas.
“Hay que festejar
que tirar la casa por la ventana.” –dijo la Reina-.
El Rey, en un rincón de palacio, no entendía tanta algarabía.
VI. VENTISCA.
Al festín
nadie trajo gallinas negras ni cuervos renegridos.
Una tras horas
como las horas sonadas en el reloj del castillo
aparecieron una a una las doce
sentadas en sillares
frente a doce platos de oro
pensaron en la otra
y temblaron
como si en palacio hubiera penetrado de pronto
el rigor de una ventisca.
VII. EL REY LA REINA:
El Rey y la Reina
-peones de ficción de un ajedrez maravilloso-
para nada imponen su albedrío.
Ni en palacio…
En los cuentos de hadas nada es casual:
El Sol, rey y señor del día
presume doce medallas.
Ni una más.
La Luna , las doce joyas de su tiara de novia nocturna
Ni una menos.
Doce hadas llegaron en doce calesas.
Ni quien las contara.
VIII. VENGANZA:
Apareció en palacio
sin ser convocada
-como un mal sueño-.
No tenía plato ni lugar.
Con pretenciones de diosa exigió pan, néctar y ambrosía.
Y un asiento en aquella mesa de doce sillares
donde no había cabida para el número trece.
Frente a la cuna
la recién llegada
sacó su rueca y se dispuso a hilar.
Su venganza era más fuerte que su hambre.
Y estaba en ayunas.
IX: BENDICIONES.
Bendiciones y dones y regalos recibió a granel:
belleza, virtud, oro y plata:
lo que hay en el mundo de apetecible.
Y con tan poca vida una sentencia de muerte.
Las bestias de la noche lamentan el arribo del día.
Las no convocadas sacan las uñas
y las convierten en huso de una rueca.
IX. RUECAS.
Las ruecas jamás desaparecen
por designio del contador de ficciones.
-Sin las ruecas la historia queda trunca –afirma el Rey-.
-Sin la rueca –dice la Reina- no hay trama posible-.
-Ni protagonismo para la no convocada –agrego- muerta de sueño.
Quejumbrosa lamento la ausencia de una silla, de un plato,
de un lugar en el cosmos.
Tarde o temprano las princesas aprender a soñar,
aunque en el intento se desangren.
X. PROFECÍA:
La mujer era vieja
muy vieja
Tenía toda la sapiencia del mundo
y toda la amargura de las descastadas de los cuentos.
Y una rueca….
-¿Qué es esa cosa que rueda tan alegremente? –preguntó la
muchacha?
Y cogiendo el huso, quiso hilar también.
Más apenas lo hubo tocado realizase la profecía. *
Ese “también” la insertó en la lista de las que para soñar
se pinchan el dedo.
Como nuestras abuelas.
*Grimm, 483
XII. TRUEQUE.
Y como en un escenario
-donde no falta ni el clavo de la pared-
cayó sobre la cama
que había en el cuarto y quedó profundamente dormida.*
Dicen dormida y no muerta y enterrada…
El hada número doce
sí que fue profeta en palacio.
El trueque resultó inmejorable:
Cien años a cambio de una sentencia de muerte.
*Grimm, 483.
XIII. FUEGO.
Dormida la joven,
el Rey y la Reina que acababan de regresar y que se hallaban en el salón, quedáronse
dormidos.*
Los padres no deben llorar la muerte de sus hijos…
En vida, los vástagos gozan de los viñedos y las cabras de sus padres.
El fuego relató la historia cien años después.
El maleficio le restó fuerza. No memoria.
*Grimm, 483.
XIV. LA HILANDERA.
Lo minúsculo y lo mayúsculo
descansaba en su sitio
figuras antiguas de un bodegón.
La hilandera
desapareció del lugar del crimen como los traidores
con la única rueda del reino
-la salvada de la tortura de la hoguera-
Huyó a pleno sol
con la única rueca del reino bajo el brazo.
Mientras las moscas dejaron de volar
los caballos dormían en la cuadra.
XVI .LA RUECA.
Cuando el Rey y la reina desaparecieron de palacio
-por ocurrencias del cuentista-
la princesa
se introdujo por pasadizos prohibidos
quebrantó cerraduras de enmohecidas llaves
y subió a la torre
donde permanecía cautiva una rueca.
Sentada en una silla,
su dueña se fue haciendo agria y vieja.
La Bella las encontró.
Y ese día aprendió a morir la muerte
tramada por una araña hilandera.
Hasta que despertó.
XVI. ROSA SILVESTRE
En los árboles
que rodeaban el palacio ya no se movió ni una hoja.*
Pero, en torno al castillo empezó a crecer un seto de rosales silvestres*
Más allá de palacio
más allá del bosque
los ancianos dormían a sus horas
y despertaban a sus horas
para relatar la historia de la rosa silvestre.
No hay flor que dure cien años
ni perfume que perdure para siempre
más allá de las páginas de un cuento.
XVII. CAMPO DE ESPINAS.
El palacio se convirtió en campo de espinas
Príncipes que soñaban con una princesa
morían antes de conocerla.
El destino ansioso de alargar la trama
atravesó de muerte a más de un príncipe
Las ruecas
resultan terriblemente espinosas.
Como algunas historias.
XVIII. BESO.
Nadie logró disuadirlo.
debía cumplir cabalmente su papel
llegar a buena hora.
Un minuto antes el maleficio lo hubiera traspasado con sus espinas.
Las rosas silvestres
le abrieron paso
y besaron sus labios.
Todo beso es misterioso
indispensable.
A los sin ventura
el perfume de las rosas silvestres
los dejó sin aliento.
A falta de un dragón de dos cabezas.
XIX. LABIOS NO CONSUMIDOS.
Tan pronto el príncipe besó
los labios no consumidos
la durmiente preguntó por su madre.
El pinche se dejó atrapar por el cocinero
la cocinera continuó desplumando gansos y gallinas
y los perros empezaron a ladrarle al intruso con pretenciones.
Continuó el “Había una vez…”
XX. TRAMO A TRAMO.
Las moscas siguieron andando por la pared –me cuenta el cuentacuentos-.
Tal vez una anciana memoriosa
Tal vez un juglar que trueca un cuento por un sueño.
Tal vez la hija tan deseada por el Rey y la Reina.
A veces las princesas reconstruyen tramo a tramo las historias de familia
contadas por cocineros, hilanderas y mercachifles
frente al fogón
frente a la rueca
en la plaza
Los cuentos andan como moscas más allá de las paredes.
XXI. ESPONSALES.
La Bella Durmiente casó con el príncipe
Consorte.
Con él compartió suerte y lecho
y los años que la maldición no le arrebató.
Y vivieron felices hasta el fin*
Los personajes de los cuentos merecen un buen fin
todos los dones de las hadas buenas. Y más…
Apagamos la vela
contemplamos la llegada de la aurora
*Grimm, 486.
XXII. FUEGO DEL HOGAR.
El fuego del hogar
sobrevivió al sueño de reyes y súbditos
de insectos y bestias.
La princesa aprendió en carne propio a alimentar el mito del matrimonio feliz.
Aprendió
que con frecuencia las Bellas se vuelven insomnes
con un sueño de siglos por cumplir.
BECKY RUBINSTEIN F
I. INSOMNIO.
Bella e insomne
me declaro
con un sueño de siglos por cumplir.
El té de adormidera
no me hace efecto
ni el huso del hada vengadora
ni las recetas de las princesas vecinas
Ni mi convocatoria al hijo del Sueño y de la Noche.
II: MORFEO
Antes de tender mi cama
envío a Morfeo
una paloma blanca y otra negra.
Las despluma frente a mis ojos
muertos de fatiga
y de estupor.
En almohada de plumaje negriblanco
coloco mi cabeza
y no hay brebaje
ni beso de madre o de príncipe
que selle por unas horas mis ojos.
III: DOCE CAMPANADAS.
Doce campanadas en palacio:
No hay misericordia para los que velan.
Deletreo fechas nombres amores
en el mortero de mi cerebro insomne:
El vientre de la Reina era un a tumba
Todo era cuchicheo e intriga
La corona se tambaleaba en la cabeza del monarca
No nacerá el varón deseado sino una hembra
Faldas, crinolinas, encajes de mujer y auroras –vaticinó la rana-
la del buen nombre de maga y pitonisa
Las aguas del río que circunda el bosque
alentaron la preñez.
IV. DESDE ENTONCES.
Nadie volvió a verla
ni volvió a escucharla croar.
Desde entonces –cuenta la leyenda-
las reinas sin hijos
buscan sumergirse en aquellas aguas
aunque tengan que cruzar -solas y desveladas- el bosque.
V. DOCE TAN SÓLO DOCE:
En palacio nació
un día soleado.
Doce platos.
Doce copas.
Doce cubiertos
era el menaje de la Reina recién parida.
Doce mensajeros arribaron en buena hora al hogar
de una docena de hadas buenas.
“Hay que festejar
que tirar la casa por la ventana.” –dijo la Reina-.
El Rey, en un rincón de palacio, no entendía tanta algarabía.
VI. VENTISCA.
Al festín
nadie trajo gallinas negras ni cuervos renegridos.
Una tras horas
como las horas sonadas en el reloj del castillo
aparecieron una a una las doce
sentadas en sillares
frente a doce platos de oro
pensaron en la otra
y temblaron
como si en palacio hubiera penetrado de pronto
el rigor de una ventisca.
VII. EL REY LA REINA:
El Rey y la Reina
-peones de ficción de un ajedrez maravilloso-
para nada imponen su albedrío.
Ni en palacio…
En los cuentos de hadas nada es casual:
El Sol, rey y señor del día
presume doce medallas.
Ni una más.
La Luna , las doce joyas de su tiara de novia nocturna
Ni una menos.
Doce hadas llegaron en doce calesas.
Ni quien las contara.
VIII. VENGANZA:
Apareció en palacio
sin ser convocada
-como un mal sueño-.
No tenía plato ni lugar.
Con pretenciones de diosa exigió pan, néctar y ambrosía.
Y un asiento en aquella mesa de doce sillares
donde no había cabida para el número trece.
Frente a la cuna
la recién llegada
sacó su rueca y se dispuso a hilar.
Su venganza era más fuerte que su hambre.
Y estaba en ayunas.
IX: BENDICIONES.
Bendiciones y dones y regalos recibió a granel:
belleza, virtud, oro y plata:
lo que hay en el mundo de apetecible.
Y con tan poca vida una sentencia de muerte.
Las bestias de la noche lamentan el arribo del día.
Las no convocadas sacan las uñas
y las convierten en huso de una rueca.
IX. RUECAS.
Las ruecas jamás desaparecen
por designio del contador de ficciones.
-Sin las ruecas la historia queda trunca –afirma el Rey-.
-Sin la rueca –dice la Reina- no hay trama posible-.
-Ni protagonismo para la no convocada –agrego- muerta de sueño.
Quejumbrosa lamento la ausencia de una silla, de un plato,
de un lugar en el cosmos.
Tarde o temprano las princesas aprender a soñar,
aunque en el intento se desangren.
X. PROFECÍA:
La mujer era vieja
muy vieja
Tenía toda la sapiencia del mundo
y toda la amargura de las descastadas de los cuentos.
Y una rueca….
-¿Qué es esa cosa que rueda tan alegremente? –preguntó la
muchacha?
Y cogiendo el huso, quiso hilar también.
Más apenas lo hubo tocado realizase la profecía. *
Ese “también” la insertó en la lista de las que para soñar
se pinchan el dedo.
Como nuestras abuelas.
*Grimm, 483
XII. TRUEQUE.
Y como en un escenario
-donde no falta ni el clavo de la pared-
cayó sobre la cama
que había en el cuarto y quedó profundamente dormida.*
Dicen dormida y no muerta y enterrada…
El hada número doce
sí que fue profeta en palacio.
El trueque resultó inmejorable:
Cien años a cambio de una sentencia de muerte.
*Grimm, 483.
XIII. FUEGO.
Dormida la joven,
el Rey y la Reina que acababan de regresar y que se hallaban en el salón, quedáronse
dormidos.*
Los padres no deben llorar la muerte de sus hijos…
En vida, los vástagos gozan de los viñedos y las cabras de sus padres.
El fuego relató la historia cien años después.
El maleficio le restó fuerza. No memoria.
*Grimm, 483.
XIV. LA HILANDERA.
Lo minúsculo y lo mayúsculo
descansaba en su sitio
figuras antiguas de un bodegón.
La hilandera
desapareció del lugar del crimen como los traidores
con la única rueda del reino
-la salvada de la tortura de la hoguera-
Huyó a pleno sol
con la única rueca del reino bajo el brazo.
Mientras las moscas dejaron de volar
los caballos dormían en la cuadra.
XVI .LA RUECA.
Cuando el Rey y la reina desaparecieron de palacio
-por ocurrencias del cuentista-
la princesa
se introdujo por pasadizos prohibidos
quebrantó cerraduras de enmohecidas llaves
y subió a la torre
donde permanecía cautiva una rueca.
Sentada en una silla,
su dueña se fue haciendo agria y vieja.
La Bella las encontró.
Y ese día aprendió a morir la muerte
tramada por una araña hilandera.
Hasta que despertó.
XVI. ROSA SILVESTRE
En los árboles
que rodeaban el palacio ya no se movió ni una hoja.*
Pero, en torno al castillo empezó a crecer un seto de rosales silvestres*
Más allá de palacio
más allá del bosque
los ancianos dormían a sus horas
y despertaban a sus horas
para relatar la historia de la rosa silvestre.
No hay flor que dure cien años
ni perfume que perdure para siempre
más allá de las páginas de un cuento.
XVII. CAMPO DE ESPINAS.
El palacio se convirtió en campo de espinas
Príncipes que soñaban con una princesa
morían antes de conocerla.
El destino ansioso de alargar la trama
atravesó de muerte a más de un príncipe
Las ruecas
resultan terriblemente espinosas.
Como algunas historias.
XVIII. BESO.
Nadie logró disuadirlo.
debía cumplir cabalmente su papel
llegar a buena hora.
Un minuto antes el maleficio lo hubiera traspasado con sus espinas.
Las rosas silvestres
le abrieron paso
y besaron sus labios.
Todo beso es misterioso
indispensable.
A los sin ventura
el perfume de las rosas silvestres
los dejó sin aliento.
A falta de un dragón de dos cabezas.
XIX. LABIOS NO CONSUMIDOS.
Tan pronto el príncipe besó
los labios no consumidos
la durmiente preguntó por su madre.
El pinche se dejó atrapar por el cocinero
la cocinera continuó desplumando gansos y gallinas
y los perros empezaron a ladrarle al intruso con pretenciones.
Continuó el “Había una vez…”
XX. TRAMO A TRAMO.
Las moscas siguieron andando por la pared –me cuenta el cuentacuentos-.
Tal vez una anciana memoriosa
Tal vez un juglar que trueca un cuento por un sueño.
Tal vez la hija tan deseada por el Rey y la Reina.
A veces las princesas reconstruyen tramo a tramo las historias de familia
contadas por cocineros, hilanderas y mercachifles
frente al fogón
frente a la rueca
en la plaza
Los cuentos andan como moscas más allá de las paredes.
XXI. ESPONSALES.
La Bella Durmiente casó con el príncipe
Consorte.
Con él compartió suerte y lecho
y los años que la maldición no le arrebató.
Y vivieron felices hasta el fin*
Los personajes de los cuentos merecen un buen fin
todos los dones de las hadas buenas. Y más…
Apagamos la vela
contemplamos la llegada de la aurora
*Grimm, 486.
XXII. FUEGO DEL HOGAR.
El fuego del hogar
sobrevivió al sueño de reyes y súbditos
de insectos y bestias.
La princesa aprendió en carne propio a alimentar el mito del matrimonio feliz.
Aprendió
que con frecuencia las Bellas se vuelven insomnes
con un sueño de siglos por cumplir.
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