ELÍAS L. BENARROCH
Un nuevo centro cultural junto a su tumba en la ciudad de Tiberíades rescata el legado de Maimónides como pensador revolucionario y médico, en contraste con el tinte casi exclusivamente religioso atribuido a este personaje en Israel.
Autor de famosas obras sobre la teología y práctica judías, entre ellas sus magistrales interpretaciones de la Torá, Maimónides, nacido en Córdoba en 1135 y muerto en Al Fustat, junto a El Cairo, en 1204, está considerado por el judaísmo como el “gran maestro” de todos los tiempos, equiparable únicamente al bíblico Moisés.
Sus comentarios son estudiados de forma ininterrumpida en miles de seminarios rabínicos en Israel, lo que ha resultado en una casi entera monopolización de su obra y figura por parte de la ortodoxia.
“Precisamente la gran contribución de Maimónides fue su capacidad para combinar, para integrar toda la sabiduría: la que ofrecían el judaísmo, la ciencia, la medicina, la filosofía… todo ello, adornado por su gran capacidad educativa, hicieron de él lo que es”, explica a Efe el rabino Gilad Mesing, encargado del nuevo centro.
Defensor del legado “universalista” del gran filósofo cordobés, Mesing busca dar fe del amplio espectro científico, filosófico y religioso abarcado por quien los judíos conocen como Ha’Rambam, acrónimo hebreo de “Rabi Moisés hijo de Maimón”.
“Maimónides era un auténtico revolucionario, un pionero que renovó muchas cosas en muchos ámbitos”, agrega Mesing mientras hojea viejas ediciones de su obra en distintos idiomas, de las cuales la más antigua en exposición es de 1480.
Situado a unos treinta metros de la tumba del filósofo, bajo administración del Comité israelí de Lugares Santos, el Centro es una iniciativa privada que trata de insuflar aires nuevos a la peregrinación y culto religioso a su alrededor.
“Maimónides -explica- no quería que su tumba se convirtiera en lugar de peregrinaje. No creía en supersticiones, ni en prácticas cabalísticas, de hecho se oponía a todo esto porque lo veía como idolatría”.
Miles de niños en edad escolar han pasado ya por el antiguo edificio de tres plantas rehabilitado y recubierto de piedra basáltica negra, típica de la zona y en particular de Tiberíades, a orillas del Mar de Galilea.
La exposición gráfica y visual recoge sus primeros años en España (“No hay duda que sus grandes aspiraciones están relacionadas con el lugar donde nació y creció”, dice Mesing), su paso por Fez (Marruecos) y su posterior desplazamiento a la Tierra de Israel para acabar sus días, a los 69 años, en Al Fustat.
Su muerte en Egipto, a unos 500 kilómetros, dio pie a numerosas leyendas sobre su lugar de reposo, algunas tan banales como que junto a Tiberíades fue donde se paró el obstinado camello que trasladaba su cadáver.
Pero Alón Lembritsky, asesor histórico del centro, descarta las leyendas y asegura que “no es una creencia que esté enterrado aquí. Es un hecho”.
“Tenemos el testimonio de Rabi Yaacov, enviado de un seminario en París, que constató la existencia de la tumba unos 20 años después de su muerte”, asegura.
La descripción que éste hizo apunta al mismo lugar donde se encuentra el venerado sepulcro, una simple piedra semicircular en medio de una rotonda dividida por una mampara, para que hombres y mujeres recen por separado en las más estricta observancia ultra-ortodoxa.
Completa el sepulcro una gigantesca escultura rojiza con forma de corona visible desde toda la ciudad.
Lembritsky también trae a colación el testimonio de un historiador árabe, conocido del pensador y médico judío, que certifica que éste quería ser enterrado en Tiberíades por su cercanía a las tumbas de los famosos rabinos de la época posterior a la destrucción del Segundo Templo, en el 70 d.C.
Un época que precisamente Maimónides trató de esclarecer con sus tratados sobre la ley judía oral, y por las que fue atacado cuando sus oponentes le acusaron de querer imponerse al mismísimo Talmud.
Y es que para su época las interpretaciones del filósofo cordobés eran demasiado renovadoras, más aún cuando sus escritos contemplaban una amplia combinación de temáticas.
“Cuando hablamos de Maimónides es muy difícil separar las disciplinas. ¿Era más filósofo que hombre de fe?. ¿Era más médico que astrónomo o matemático?. Lo era todo a la vez y cuando escribía de medicina incluía preceptos de la Torá y viceversa”, explica el historiador.
El centro pretende mostrar esa sabiduría humanista de Maimónides, simbiosis del razonamiento aristotélico y la sumisión absoluta a la autoridad divina, que contrasta con la imagen del rabino y hombre estrictamente religioso que predomina en Israel.
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