JULIAN SCHVILDERMAN en exclusiva para Enlace Judío.
Estos últimos días han dado cuenta del lamentable estado moral de nuestro globo.
El viernes pasado, los hermanos Castro acusaron formalmente de espionaje a un contratista de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, conocida como USAID, llamado Alan Gross. Él ya ha pasado el último año y medio en prisión por haber entregado computadoras a los judíos de la isla para que puedan estar conectados con la diáspora, lo cuál aparentemente constituye un delito en el paraíso castrista.
El domingo, el régimen iraní dio inicio a un juicio a puertas cerradas contra tres excursionistas norteamericanos bajo cargos de espionaje también. Shane Bauer y Josh Fattal, ambos de 29 años, ya han languidecido los últimos dieciocho meses en una prisión iraní por haber cruzado accidentalmente la frontera desde Irak, siguiendo a su guía. Según diplomáticos estadounidenses, ellos estaban en suelo iraquí al ser capturados por soldados iraníes. Una tercera caminante, Sarah Shroud, fue liberada bajo una fianza de medio millón de dólares debido a su crítico estado de salud. El juicio será presidido por Abolghasem Salavati, un juez de línea dura que ha estado a cargo de casi todos los juicios de detenidos políticos arrestados luego de las protestas del 2009 ante las famosas elecciones fraguadas.
El trasfondo de este sórdido asunto es un negocio de USD 900 millones que el coronel Gadhafi acordó con British Petroleum para la exploración petrolera en aguas profundas en las costas libias en el 2007, apenas semanas después de que Londres y Trípoli firmaran un tratado de transferencia de prisioneros. “En todo momento que hablamos [del tratado de transferencia] era obvio que hablábamos de él” dijo oportunamente Saif Gadhafi, hijo del gobernante libio, en relación a Al-Megrahi. El actual informe británico es resultado de las presiones estadounidenses sobre el gobierno de su majestad, exacerbadas por el desastre ecológico del derrame petrolero de BP frente a las costas de EE.UU. el último mes de julio.
Así es que mientras que en Cuba y en Irán foráneos inocentes son arrojados a notorias prisiones bajo cargos inventados, y las vidas de tres hombres están a punto de ser irremediablemente destruidas, en Escocia es liberado un terrorista responsable de la comisión de un asesinato masivo por presiones de una de las más tradicionales democracias de Occidente. Que esta acción política escandalosa esté motivada por el interés material tan sólo agrega ofensa al dolor inicial.
Pero no es ni por lejos BP la única corporación involucrada en gestas miserables para proteger sus negocios en países mal reputados. El último día del 2010, David Feith publicó un curioso exposé en The Wall Street Journal según el cuál The Hongkong and Shanghai Banking Corporation, comúnmente conocido simplemente como HSBC, lavaba de manera insólita la imagen de la teocracia iraní en uno de sus avisos publicitarios. Una vieja cámara de video con el trasfondo de un oasis en el desierto acompañaba este texto: “Sólo el 4% de las películas norteamericanas son realizadas por mujeres. En Irán es el 25%. Hallamos potencial en los lugares más inesperados. ¿Ud. también?”.
El aviso apareció en coincidencia con la sentencia dictada por la Corte Revolucionaria iraní contra el afamado cineasta Jafar Panahi y un colega suyo, Mahmoud Rasoulof, a seis años de prisión, y mientras que otro director de cine, Mohammad Nourizad, entró en huelga de hambre en la temida prisión Evin. Según parece, estos artistas han difamado a la república islámica y a los mullahas que la gobiernan, al denunciar su opresión. Pero eso no pareció perturbar al banco (británico, dicho sea de paso), como aparentemente tampoco la espantosa situación de la mujer en Irán, donde las mujeres adúlteras -Sakineh Ashtiani fue el caso más sonado reciente- son cotidianamente lapidadas, donde la edad de casamiento del sexo femenino es trece años, donde no tienen derecho al divorcio o la custodia de sus hijos en caso de ser dejadas por sus maridos, y donde el testimonio de una mujer en la corte vale la mitad que el de un hombre.
Al columnista le llamó la atención que en semejante ambiente un cuarto de la producción cinematográfica del país estuviese en manos de mujeres y al consultar a un vocero de HSBC sobre la fuente de ese dato no recibió una respuesta clara. Es cierto que Irán cuenta a varias mujeres entre sus directores de cine: Tahmineh Milani aún trabaja en Irán (aunque fue arrestada y posteriormente liberada); Marjane Satrapi debió exiliarse en París luego de la revolución khomeinista y realizó en el 2007 la bella animación Persépolis. Pero más allá de los guarismos, es el mensaje exculpatorio de HSBC lo que mayor indignación provoca. “Imagine un aviso de 1939 señalando a Leni Riefensthal -la cineasta de la corte de Hitler y una artista feminista pionera- como evidencia del inesperado ´potencial´ del Tercer Reich”, acotó David Feith para ilustrar el punto. Como resultado de esta denuncia, el banco anunció que removería el controvertido aviso de su campaña de publicidad mundial. Pero continuará haciendo negocios en Irán… dentro de lo que permiten las sanciones corrientes, según explicó uno de sus voceros.
¿No es adorable el interés de estas corporaciones por otras culturas?
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