La mecánica mental del antisionista

GUSTAVO DANIEL PEREDNIK

En otro artículo nos hemos detenido en la mentalidad del judeófobo, en base de un ensayo del jurista Sebastián Soler, que muestra cómo esa mentalidad parte de esquemas muy simples y sumariamente construidos, y desea pasar de inmediato a la acción violenta. Por ello rechaza toda información adicional, y nada podrá convencer al judeófobo de que no debe apalear ni aprobar la violencia de otros.

En esta nota nos proponemos revisar un vicio paralelo, que habitualmente se da en el antisionista, es decir en el más corriente de los judeófobos contemporáneos. Además de negarse a aprender nada acerca de Israel que pudiere contradecir sus prejuicios, el antisionista reduce al país judío a una única imputación, y luego somete todo el resto de la información a ese reduccionismo inicial: «Israel ocupa territorios que no le pertenecen», repetirá como jaculatoria, y luego pasará a inventar crímenes de Israel que no es necesario verificar, ya que se asientan en un pecado original que no admite revisión.
Este reduccionismo nos enfrenta a un dilema: si acaso debe refutárselo por falso, o si es mejor descartar la supuesta centralidad del crimen denunciado. Veamos.

Cuando argüimos que el terrorismo palestino ha destruido una generación de niños de su propio pueblo sometiéndolos a la enseñanza del odio; que ha superado al canibalismo al alentar a sus jóvenes a autoinmolarse para matar; o que ha atacado y ataca deliberadamente a niños y civiles, obtenemos como lacónica respuesta que «Israel ocupa».
Y bien, Israel no ocupa sino que administra territorios en disputa que está dispuesto a negociar. Pero además, y principalmente, aun si la «ocupación» fuera real, se trataría de un diferendo jurisdiccional que en ningún caso puede excusar las peores violaciones de los derechos humanos.

En ese contexto, el dictador sirio Bashir Assad sabe cuál es el secreto que le permite mantener a su régimen en base de esas violaciones. Lo ha confirmado esta semana cuando, ante los reclamos por democracia en el mundo árabe, declaró que su Gobierno es menos vulnerable porque mantiene a Israel como enemigo (31-1-11). Assad es consciente de que ha elegido al enemigo perfecto para desviar la atención de sus propios crímenes.

Para que su falacia no se desmorone, el agresor antisionista infiere más o menos así: si Israel es el gran mal, toda mentira acerca de su conducta pasa a ser un detalle menor, y finalmente válida como arsenal. Para embestir a Israel es legítimo esgrimir todo argumento, sea verdadero o falso.

Que «Israel arremetió contra una flotilla humanitaria» no es cierto: las fuerzas de defensa israelíes interceptaron a una tripulación de filiación terrorista que venía armada y con explícita intención de combatir.
Que «traían ayuda a una población hambrienta» no es cierto: el veto a Gaza consiste en impedir el ingreso de armas para el Gobierno del Hamás, que anuncia abiertamente sus metas genocidas. «Bueno, pero Israel ocupa»…

En este procedimiento, la mecánica mental del antisionista revela una vez más que es heredera directa de la judeofobia medieval. Para ejemplificarlo, cabe citar argumentos de la Patrística cristiana.
En la literatura Adversus Judaeos que se desarrolló a partir del siglo II para deslegitimar a los judíos, descuella Juan Crisóstomo (m. 407), quien no veía diferencia entre amar a Jesús y odiar a los «deicidas».
Juan Crisóstomo reprendió a los cristianos de Antioquía porque confraternizaban con los hebreos, de quienes sentenció que «sacrifican a sus hijos e hijas a los demonios, ultrajan la naturaleza, y trastornan las leyes de parentesco… son los más miserables de entre los hombres… lascivos, rapaces, codiciosos, pérfidos bandidos, asesinos empedernidos, destructores poseídos por el diablo. Sólo saben satisfacer sus fauces, emborracharse, matarse y mutilarse unos a otros… han superado la ferocidad de las bestias salvajes, ya que asesinan a su propia descendencia, para rendir culto a los demonios vengativos que tratan de destruir la cristiandad”.

Podríamos detenernos en el tenor de este lenguaje tan espiritual, o en las exageraciones furibundas típicas de la judeofobia de todas las épocas (los epítetos que antes se volcaban contra los judíos, hoy en día tienen como blanco a Israel). Pero en vez de esa atención será más ilustrativo agregar un dato revelador.

En el segundo de sus ocho sermones, Juan Crisóstomo se corrigió: no era necesariamente cierto que los judíos devoraran a sus propios hijos, pero de todos modos «mataron a Cristo, que es peor».

Es decir que endilgar mendazmente crueldades a los judíos estaría justificado en aras de denunciar el irreversible crimen mayor.
Quizás podamos consolarnos con que las palabras de Juan Crisóstomo (que en griego significa «boca de oro») ya no son relevantes en nuestro tiempo. El consuelo es fútil: se trata de un santo de la Iglesia cuya memoria es venerada todos los 27 de enero, y que hace poco fue caracterizado por el Papa Benedicto XVI en una audiencia general (19-9-07) como «uno de los Padres más prolíficos, quien hoy sigue vivo también por sus obras… una exquisita sensibilidad humana… un pastor de almas a tiempo completo… Toda intervención suya se orientó siempre [las itálicas son mías; G.P.] a desarrollar en los fieles el ejercicio de la inteligencia, de la verdadera razón, para comprender y traducir en la práctica las exigencias morales y espirituales de la fe… Roguemos al Señor para que nos haga dóciles a las enseñanzas de este gran Maestro de la fe».

En la Iglesia y en España

Una iglesia especialmente dócil a dichas enseñanzas es la Griega, para la que Juan Crisóstomo no es sólo un santo, sino también el máximo teólogo, concretamente uno de los tres pilares, junto a Basilio y a Gregorio.

A la Iglesia Griega pertenece el arzobispo Cyril Bustros, quien en junio de 2010 fue designado Metropolitano de Beirut, y a los pocos meses pronunció un mensaje devastador en ocasión del Sínodo de Obispos efectuado en el Vaticano con la participación del papa (del 10 al 24 de octubre de 2010).

Así se despachó Bustros: «las promesas divinas al pueblo judío fueron anuladas por Cristo… Israel no puede usar el concepto bíblico de una Tierra Prometida para justificar la ocupación de territorio palestino y la expulsión de los palestinos que han estado viviendo en ella por siglos… Nosotros los cristianos no podemos hablar de Tierra Prometida para el pueblo judío… Alerto sobre el riesgo de que Israel devenga en un Estado exclusivamente judío, amenazando así al millón de árabes musulmanes y cristianos que viven en Israel… La idea de un Dios guerrero que encontramos en el Antiguo Testamento no puede ser aceptado en el cristianismo».

Ningún asistente se dignó a contradecir a Bustros en el sínodo, a pesar de que en el párrafo precedente hay más errores que palabras.
Podría habérsele espetado que en ninguna negociación Israel usa el concepto de Tierra Prometida, que no expulsa a los palestinos (población que crece incesantemente); que éstos no tienen siglos de antigüedad, y que Israel nunca aspira a ser «exclusivamente» judío.

Pero la mecánica mental del antisionista lo protegería y, una vez refutados todos y cada uno de los argumentos del arzobispo, éste terminaría limitándose a reiterar que Israel ocupa, y que eso es peor.

Así, la imagen de Israel, forjada en la mente de judeófobo por siglos de prejuicios y por una prensa hostil, termina desencadenando una acción que infelizmente se descarga contra un ser real que nada tiene que ver con la imagen.

Un excelente ejemplo del fenómeno acaba de ser provisto por la organización española escritores.org, que supuestamente brinda recursos a escritores en español sin ninguna discriminación. O con una sola.

Pareciera regirla el conocido síndrome de que en el más cálido de los corazones… podrá encontrarse un gélido rincón para el judío.
En octubre del año pasado, cuando una joven de origen hispanoamericano residente en Israel intentó inscribirse en un curso de redacción y estilo, recibió de escritores.org la siguiente respuesta:
«Con relación a tu inscripción lamentamos no poder tramitar tu solicitud. Escritores.org, al igual que otros muchos centros en España y Europa, mantiene un boicot hacia Israel por las políticas de su gobierno. Quedamos a tu disposición. María, Administración».
Doña María seguramente nunca se sorprende de que el judío sea el único de los 192 países del mundo que merece el boicot de su benemérita organización, dedicada ésta a enseñar español.

La estudiante volvió a escribir, tratando de apelar a la razón:
«Estimada María,
Realmente es una pena recibir una respuesta como ésta; personas que no tenemos absolutamente nada que ver con el conflicto bélico nos vemos afectadas. Qué triste papel para el desarrollo de la lengua castellana, y para la difusión de la hispanidad en el mundo, más aún tratándose de una institución de carácter supuestamente académico. Me alegro de tener buenos amigos españoles y de haber visitado repetidamente España, y que no sea ésta la imagen que me quede.»
Pero doña María no quiere revisar sus prejuicios ni apelar a sindéresis, sino pasar directamente a la acción. Muy académicamente arremetió una vez más:

«Los saqueos y crímenes se están produciendo ahora contra un pueblo al que tu gobierno (¿con tu aprobación al parecer?) ha despojado de su tierra y de su dignidad como personas, encerrándoles en miserables guetos y sometiéndoles a todo tipo de barbaries, sin omitir que incumpliendo TODAS las resoluciones de Naciones Unidas y del derecho internacional. Allá usted y su conciencia; en esta ocasión ya nadie podrá decir que no lo sabía. Cordiales saludos, María».
Además de que María Crisóstoma debería tomar algún curso de buen español (debe de haber en España entidades que los ofrezcan sin discriminar) nos ayuda a ejemplificar nuevamente la enfermiza mecánica mental.

María no permitiría que nadie le dé información con la que se pudiera demostrar que no hay barbaries (mucho menos las hay de «todo tipo», sic); que no hay guetos (ni miserables ni de ninguna índole); y que no hay despojo, ni incumplimiento de resoluciones de las Naciones Unidas (ni qué hablar de «todas»). Doña María no quiere saber; es presa de una ira que sólo le reserva a Israel. No hay otros males en el mundo que despierten su adrenalina.

Por ello, en lugar de pensar se circunscribirá a repetir que en rigor nada de lo mencionado importa, porque hay un crimen mayor que deslegitima al Estado judío: que es ocupador o es deicida, da lo mismo. La judeofobia responde a estructuras mentales sintomáticas, que bien merecen ser exploradas.

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