Occidente frente a las revueltas en Medio Oriente

MAURICIO MESCHOULAM

Llegaron tarde y ahora no saben cómo hacerle. Cuando se dieron cuenta, la bomba ya había explotado. No porque los tunecinos jugando al Facebook hubiesen burlado alguna guardia de seguridad y encendieran la mecha. Sino porque las condiciones bajo las cuales esta y otras regiones del planeta operaban, se venían transformando desde hace ya tiempo en un silencio que ahora se tornó ruido. Pero detrás de las propias condiciones estructurales de la zona, se encuentran las dificultades históricas que las propias potencias occidentales enfrentan, empezando por Estados Unidos. En otras palabras, si hoy apreciamos a la administración Obama reaccionar en vez de actuar, moverse de manera errática en lugar de proporcionar elementos de estabilidad y mostrarse ineficiente para asistir en la facilitación de soluciones, no es exclusivamente debido a la incapacidad o torpeza de algunos funcionarios. Hay circunstancias de fondo que contribuyen a la debilidad estructural de largo plazo de los poderes occidentales y más concretamente, de la potencia hegemónica.
Hay muchas formas de entender y definir el poder. Algunos autores han dicho que es la capacidad de influenciar. Otros, como Foucault, lo han intentado abordar en términos de lo que posibilita, por su discurso, por lo que incluye y por lo que excluye. Autores como Paul Kennedy han explicado que el poder es relativo a los otros actores en competencia y al propio actor en comparación consigo mismo en otros tiempos. Desde el ángulo que se quiera abordar, EEUU es hoy un país con menor poder que el que tenía décadas atrás. Sin dejar de ser la potencia de mayor importancia en el planeta, hoy debe compartir sus dominios con las otras, y reconocer su posición de debilidad frente a nuevas circunstancias como las que ocurren en el Medio Oriente.
Política y Geo-estrategia
Dice Wallernstein que la última guerra que EEUU ganó con verdadera contundencia fue la Segunda Guerra Mundial. Quizás sí, pero la realidad es que no hay que irse tan atrás para comprender los fracasos geopolíticos de este país en sus últimas aventuras. Si bien se reconoce que la relativa victoria en la Guerra Fría terminó por reafirmarlo como la potencia hegemónica, de acuerdo con el propio Wallernstein su poder se ha venido mermando por lo menos desde el fracaso de Viet-Nam. EEUU, el país que presenta casi el 50% de inversión militar de todo el planeta, no ha tenido la capacidad de imponer su voluntad cuando así lo ha deseado. Ni la intervención militar en Irak ni la invasión a Agfanistán han conseguido eliminar las amenazas por las cuales estas guerras fueron lanzadas. Al-Qaeda sigue ahí presentando amenazas similares a las de antes sin que el ejército más poderoso del planeta pueda evitarlo. De hecho incluso el denominado Soft-Power (Nye, 2004) ha sufrido las consecuencias. Su diplomacia, desde Bush –con todo y sus disputas con Francia y Alemania- hasta los Wikileaks, ha perdido la capacidad de influir o posibilitar. Por eso hoy, cuando Obama se ve en la necesidad de levantar un consenso con respecto a una posible intervención militar en Libia, le cuesta un enorme trabajo.
Economía y Finanzas
Hoy somos testigos de una traslación del poder económico en el largo plazo desde Occidente hacia Oriente. La crisis financiera del 2007 (cuyo final aún no se ve con claridad) no fue sino el término de una cadena de circunstancias que mostraban ya la debilidad estructural de todo el sistema. O peor aún, el principio de otras que aún no vemos. Las deudas de algunos países europeos, de por sí catastróficas, palidecen ante el endeudamiento de la mayor de las economías del mundo. EEUU con una producción que rebasa los 14 trillones de dólares al año sucumbe ante sus déficits gemelos (fiscal y comercial) sin saber cómo hacer para reactivar una economía que no levanta sin provocar mayor endeudamiento del que ya se tiene. El gran problema para los norteamericanos es que en estos movimientos, países como China resultan beneficiados en términos de poder (como capacidad de influencia) ya que son los principales acreedores a quienes el tesoro de EEUU debe cantidades a veces fuera de su control. El dólar se debilita cada vez más como moneda dura de cambio para transacciones internacionales. Solo por poner un ejemplo, el oro que en 1970 valía 35 dólares por onza, hoy se cotiza por encima de los 1400 dólares.
Cuando Obama llega a la presidencia clamando el “Yes We Can” parecía o pretendía ignorar esta serie de circunstancias que inevitablemente le harían voltear esencialmente a casa e intentar llenar el bolsillo de sus conciudadanos desesperados. El mundo tendría que esperar para ser atendido en mejores momentos. Algo similar ocurría con la Europa ensimismada y recluida en sus propias fronteras. Si no era la crisis de Grecia era la de Portugal o la de Irlanda. Situaciones que, por cierto, aún no terminan.
Las tardanzas
Por ello, cuando de pronto un día la bomba explotó en las calles tunecinas era ya demasiado tarde. Si hoy nos preguntamos por qué EEUU o Europa parecen asombrados ante los sucesos y no hallan la manera de rediseñar un esquema que pueda garantizarles algo de estabilidad a sus empresas, negocios y asuntos varios, hay que mirar como Braudel a esa, la historia de la larga duración, la que está acostumbrada a entregar respuestas para aquellas preguntas que no las encuentran por ningún otro lado.

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