JULIAN SCHVINDLERMAN EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO
Las afirmaciones del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica contenidas en la segunda parte de un libro sobre Jesús de Nazaret, de reciente publicación, han causado una gran conmoción. En rigor, el Papa ha reafirmado lo que ya fue expresado, cuarenta y cinco años atrás, en la Declaración Nostra Aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, cuyo párrafo cuarto está dedicado a la religión judía.
Esta reafirmación papal está en consonancia con la política religiosa de previos pontífices, desde Juan XXIII en adelante. Con la salvedad que algunos de ellos por momentos incurrieron en contradicciones declarativas en esta materia, mientras que Benedicto XVI acaba de legar una lectura teológica de los textos sagrados desprovista de ambigüedades. Este Papa es un teólogo eminente y sus pronunciamientos en un libro tendrán mayor acogida por parte de feligreses que raramente se ocupen en leer documentos conciliares. Según extractos de la obra publicados en la prensa, Benedicto XVI sostiene que no hay base en las Sagradas Escrituras para el alegato de que el pueblo judío sea colectivamente culpable por la muerte de Jesús. Que esto deba ser subrayado en pleno siglo XXI es indicativo del daño que la acusación del deicidio ha provocado en la historia de la humanidad.
El Papa no afirma que los judíos no estuvieron implicados en la muerte de Jesús, como tampoco lo hace Nostra Aetate. Sino que los judíos no fueron colectivamente culpables, ni lo son eternamente. “Ahora debemos preguntarnos: ¿quiénes fueron exactamente los acusadores de Jesús?” escribe el Papa para responder que el Evangelio de Juan dice, simplemente, “los judíos”. A lo cual el pontífice observa “Pero el uso de Juan de esta expresión de modo alguno indica -como el lector moderno ha de suponer- el pueblo de Israel en general, menos aún es de carácter ´racista´” pues “Después de todo el mismo Juan era étnicamente un judío, como lo eran Jesús y sus seguidores”. Benedicto XVI concluye que la referencia de Juan era hacia la “aristocracia del templo”, la cual constituyó al “grupo real de acusadores”. Esto está en completa armonía con lo estipulado en Nostra Aetate, cuya sección relevante sostiene: “Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”.
Por eso resulta llamativa la reacción de la comunidad judía global. Dijo el Comité Judío Norteamericano (AJC en inglés): “AJC recibe con agrado el libro del Papa que absuelve a los judíos por la muerte de Jesús”; declaró la Liga Anti-difamatoria (ADL): “ADL dice que la exoneración de los judíos en la muerte de Jesús de Benedicto XVI es ´histórica´ y adiciona al [Concilio] Vaticano II”; sostuvo el Congreso Judío Mundial (WJC): “WJC celebra el rechazo del Papa a la culpabilidad judía por la crucifixión de Jesús”; y un largo etcétera. Los titulares de estos comunicados carecen de la precisión que sí contienen sus textos, donde es indicado que la absolución, exoneración y el rechazo -para usar las palabras citadas- aluden al pueblo judío como colectivo. Es entendible que políticamente estas organizaciones deban agradecer a la Iglesia por el gesto del Papa. También es comprensible el entusiasmo de los partícipes del diálogo interreligioso al ver resultados tan positivos de sus continuas reuniones. E indudablemente Benedicto XVI merece ser alentado desde los rincones judíos por reafirmar pasadas enseñanzas positivas de la Iglesia. Tan sólo mayor rigor en la caracterización del acontecimiento, al menos en los titulares de prensa de las organizaciones judías, hubiera sido bienvenido.
Esta crítica no minimiza la importancia educativa de la aseveración papal para toda la cristiandad. Benedicto XVI sostiene que la lectura teológica correcta de los Evangelios no puede llevar a la conclusión de que los Padres del Cristianismo hayan señalado a la totalidad del pueblo judío como responsable eterno de la crucifixión del Mesías cristiano. Lástima que ninguno de sus 262 antecesores haya tenido la audacia teológica de llevar a cabo semejante exégesis con anterioridad. Indudablemente, mucho sufrimiento se hubiera evitado.
Escritor y analista político internacional. Su último libro es “Roma y Jerusalem: la política vaticana hacia el estado judío” (Debate: 2010)
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