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jueves 14 de noviembre de 2024

Un hombre llamado Musa Kusa

XAVIER BATALLA

El coronel Gadafi se levantó una mañana y decidió transmitir a Occidente algunas señales de arrepentimiento. Primero aceptó indemnizar a los familiares de las 270 víctimas del atentado de 1988 contra un avión de la Pan Amen Lockerbie (Escocia). Y poco después, el líder libio anunció que renunciaba a las armas de destrucción masiva. Entonces, y siguiendo los pasos de Aznar y Berlusconi, Tony Blair, primer ministro británico, viajó a Libia y estrechó la mano del coronel.

¿A qué se debió ese cambio de opinión en un dirigente acusado por medio de mundo de patrocinar el terrorismo y de intervenir en los conflictos de media África? Blair, para justificar su viaje a Libia, argumentó que era mejor tener un arrepentido en casa que un terrorista ejerciendo. Pero ¿por qué Gadafi dijo que se arrepentía? Flynt Leverett, miembro del Consejo Nacional de Seguridad estadounidense del 2002 al 2003, explicó que el giro copernicano de Gadafi se debió a una lección de diplomacia de las potencias occidentales. Según Leverett, Gadafi tendió la mano a Occidente a finales de los años noventa (“A lesson in diplomacy”, International Herald Tribune, 24/II/2004). Pero los abogados de la invasión de Iraq sacaron pecho cuando Gadafi pareció reformarse, ya que, en su opinión, el coronel había escarmentado en la cabeza de Sadam Husein. Los líderes europeos que se opusieron a la guerra de Iraq no se mostraron de acuerdo y argumentaron que el giro de Gadafi era mérito de su diplomacia paciente, no del miedo que la caída de Sadam le habría metido en el cuerpo. Es decir, estadounidenses y europeos se disputaron las medallas.

Ni unos ni otros. George Tenet, director de la CIA entre julio de 1997 y julio del 2004, afirma en sus memorias, At the center of the storm (2006), que la reconciliación entre las potencias occidentales y Gadafi ilustró “el mundo surrealista en el que teníamos que operar”. La rehabilitación de Gadafi fue la obra maestra de Musa Kusa, jefe de los servicios de inteligencia libios durante quince años, entre 1994 y el 2009. Kusa se graduó en la Universidad de Michigan en la década de 1970, y sus hijos, nacidos en Estados Unidos, son ciudadanos estadounidenses. Pero no fue eso lo que hizo que Kusa fuera considerado alguien con el que se podían hacer negocios. El acuerdo no fue una lección de diplomacia: fue una transacción.

En diciembre del 2003, en el Travellers Club de Londres, Kusa se reunió con agentes británicos y estadounidenses, como ha explicado ahora Christopher Dickey en Newsweek. Y Kusa arrancó en esta reunión el acuerdo que rehabilitó a Gadafi y levantó las sanciones económicas impuestas a Libia por el atentado de Lockerbie. Tenet afirma en sus memorias que los occidentales tenían más que sospechas de que Kusa había sido el cerebro de más de un atentado, entre ellos el de Lockerbie, pero eso no impidió el acuerdo, ya que el enviado de Gadafi tenía una oferta difícil de rechazar: el petróleo. Los grandes beneficiarios fueron Occidental Petroleum, BP y ENI, aunque también sacaron tajada, entre otros, el club de fútbol Juventus, del que Libia compró el 7%, y el grupo Pearson –editor de Financial Times y The Economist–, del que adquirió el 3%. La London School of Economics recibió un pellizco de unos dos millones de euros que ahora le ha costado el cargo a su director. Uno de los interlocutores de Kusa, Mark Allen, agente del MI6 británico, ingresó en la nómina de BP.

Las cosas comenzaron a torcerse en el 2009, cuando Gadafi celebró el 40.º aniversario de su golpe. Los líderes occidentales boicotearon los festejos porque consideraron que Libia había recibido como a un héroe a Abdelbaset al Megrahi, el único condenado por el atentado de Lockerbie, que fue puesto en libertad en Escocia por padecer un cáncer. Padecía un cáncer de próstata, pero su liberación hizo que BP salvara una concesión valorada en 900 millones de dólares. Quien sí salió perdiendo fue Kusa, que tuvo que dejar los secretos para ser ministro de Asuntos Exteriores.

Kusa ha cambiado ahora de bando. El pasado miércoles, después de una escala en Túnez, se fugó a Gran Bretaña. Vince Cannistraro, un agente de la CIA que investigó el atentado de Lockerbie, había declarado días antes a The Washington Post que Kusa no tenía otra opción que hundirse con el barco del coronel libio. Pero la inteligencia ha fallado una vez más. Fuentes periodísticas afirman que los ahorros de Kusa no han sido congelados por el Departamento del Tesoro estadounidense, a diferencia del trato recibido por decenas de amigos y colaboradores de Gadafi.  Kusa ha negociado esta vez su propia rehabilitación.

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