Nazis en Latinoamérica, la historia continúa, Parte II

LIOMAN LIMA

Nazis en el Sur

La lista de nazis hallados en Latinoamérica es amplia y, si bien la región no fue la preferida de los jerarcas, varios huyeron hacia ella, con ayuda de la Cruz Roja, la Iglesia Católica y otras organizaciones internacionales.

En opinión de Zuroff, en la mayoría de los casos se evidenció que los fascistas devinieron protegidos y colaboradores de las dictaduras militares.

Hacia fines de 1945 arribó a Paraguay Joseph Mengele, “el ángel de la muerte” de Auschwitz, quien incluso obtuvo la ciudadanía del país suramericano en 1959.

Esto no fue un hecho aislado, pues a partir de 1954 el gobierno del dictador Alfredo Stroessner concedió protección incondicional a un gran número de criminales de guerra germanos.

Al caer Stroessner el nuevo gobierno encabezado por Andrés Rodríguez prometió expulsarlos, entre ellos a Serge Kowalchuk y George Theodorovich, responsables de decenas de muertes.

Sin embargo, las promesas cayeron en el olvido y muchos ya murieron de viejos.

Entre los ex jerarcas asilados en Brasil, donde devino empresario y propietario de un importante negocio de barcos, estuvo Herbert Cukurs, conocido como el “verdugo de Riga”, responsable de la ejecución de más de 12 mil judíos.

Ante la negativa de extradición de las autoridades brasileñas, el servicio secreto israelí, el Mosad, envió a su entonces mejor agente (conocido hasta hoy como Yitzhak) para eliminarlo.

Pero Cuckurs fue sólo uno de los tantos fascistas residentes en esa nación, considerada una de las que albergó mayor número de ellos en Latinoamérica, asegura Zuroff.

En Argentina estuvieron entre los más renombrados Adolf Eichman y Erick Priebke, aunque Mengele también tuvo una casa en ese país.

Conocido como el arquitecto de la “solución final” de Hitler y culpable directo del asesinato de seis millones de judíos, Eichman habitó durante años en los suburbios de Buenos Aires, hasta su captura por el Mosad.

Priebkie, oficial de alto rango de la policía secreta nazi, la Gestapo, fue responsable de una de las mayores masacres cometidas en Italia durante la guerra, el asesinato de cientos de civiles en las llamadas Fosas Adreatinas.

Este criminal vivió en Suramérica durante décadas, hasta que un equipo de periodistas estadounidenses dio con su rastro al consultar una guía telefónica.

Entre otros, en la década de 1950 estuvo en Chile Walther Rauff, supuesto asesino de 200 mil personas.

A pesar de las solicitudes de extradición alemanas, el gobierno latinoamericano se rehusó a colaborar.

Friedrich Schwend, uno de los artífices de la llamada Operación Bernard, un plan nazi destinado a inflar de dinero falso la economía británica, logró insertarse en la burguesía peruana y contar con importantes negocios financieros.

En Bolivia habitó durante años y recibió altos grados en el Ejército, Klaus Barbi, conocido como “el carnicero de Lyon” por enviar a más siete mil personas de esta ciudad francesa a los campos de concentración y cometer más de cuatro mil asesinatos.

Pero tal vez el “más distinguido” de los visitantes fue Martin Bormman, el secretario de Hitler, cuya polémica muerte en Paraguay sigue siendo un misterio.

A inicios de febrero de 2011, el periódico Derniere Heure entrevistó al belga Paul Van Aerschodt, un colaboracionista de los fascistas durante la invasión a su país.

Van Aerschodt aseguró que se encontró en varias ocasiones con Bormman en Paraguay y Bolivia, donde vivía bajo la identidad de un religioso.

Afirmó que muchos fascistas emigrados se reunían en un bar boliviano, e incluso, prepararon planes con unos 20 ex oficiales para derrocar al entonces presidente argentino Juan Domingo Perón.

La entrevista puso otra vez sobre el tapete la existencia de una supuesta red criminal nazi en Latinoamérica, denunciada por primera vez por el escritor Frederick Forsyth en su novela “The Odessa Files”.

Aunque historiadores dudan de la autenticidad de esta organización fascista, otros aseguran que existió y Barbie fue uno de sus artífices.

Entre los ejemplos utilizados para demostrarlo, resaltan documentos decomisados a Barby antes de ser deportado a Francia, que evidenciaron delitos desde el crimen y la extorsión, hasta el tráfico de armas y el narcotráfico en varios países latinoamericanos.

Los que faltan

El doctor Efraím Zuroff opina que los principales criminales, ajusticiados o muertos, ya son historia conclusa, pero todavía falta por terminar la de otros tantos que aún permanecen en Latinoamérica.

Entre los más buscados actualmente está Aribert Heim, médico de la SS en el campo de concentración de Mauthausen, acusado de asesinar a cientos de prisioneros con métodos sádicos, como la aplicación de inyecciones con tóxicos en el corazón.

El SWC estima como muy probable que viva en Argentina o Chile, sin embargo ninguna evidencia los ha llevado hasta él.

Encontrar voluntad política en los gobiernos hacia esta causa es más difícil que el hallazgo de información y la detención de los sospechosos, critica Zuroff.

“El principal problema es que las Administraciones de América Latina nunca han hecho un esfuerzo riguroso para revelar que admitieron a estos criminales de guerra en sus países”, dice.

Para de Nápoli frecuentemente la presencia de los nazis en el área se vincula con lo anecdótico, lo pasado, y no recibe la atención que verdaderamente merece.

Quizás por eso no existe actualmente ningún estudio o interés oficial conocido para develar las acciones realizadas por estas personas o investigar dónde radican, consideró.

Mientras, muchas víctimas del fascismo todavía vivas esperan una señal de justicia, una condena a aquellos que convirtieron su existencia en pesadilla.

Una sobreviviente de los campos de concentración confesaba recientemente que seis décadas después, no ha podido salir de Auschwitz.

Su destino es compartido por miles de personas en todo el mundo que sobrevivieron después de sufrir los horrores de los campos de concentración.

Si muchas víctimas aún no han podido superar aquellos traumas, ¿por qué permitir que todavía sobrevivan ocultos los artífices o cómplices de aquella tragedia humana?

“Muchos piensan que más de 60 años después carece de sentido la búsqueda y castigo de los nazis, pero creo que pensar eso es negar la Historia, la Justicia y el compromiso de la humanidad para que crímenes como esos no se repitan”, concluye Suskó.

PRENSA LATINA

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