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lunes 23 de diciembre de 2024

Exportación de armamento: hipocresía alemana

BEN KNIGHT/ MIRRA BANCHÓN

El Gobierno alemán se negó a participar en la acción militar contra el líder libio Muamar al Gadafi. No obstante, vender armas a ambas partes del conflicto no ha sido un problema para Berlín.

A finales de febrero, en un video en YouTube se veía a Saif al-Islam, hijo de Muamar al Gadafi, dirigiéndose a un enardecido grupo de seguidores en Trípoli. Saif les prometía armas para poder combatir a las fuerzas de oposición; armas como la ametralladora que él mismo tenía en sus manos. Ésta ha sido identificada como una Heckler & Koch G36, hecha en Alemania. Se trata del arma estándar del Ejército alemán, la usan los cuerpos policiales del mundo entero y es considerada como uno de los rifles más mortales.

Nadie sabe exactamente cómo llegó el arma a las manos de Saif. Heckler & Koch -líder en el ramo con sede en la idílica Oberndorf, en el sur de Alemania- no tenía licencia para vender armas a Libia y dice que se trata de una falsificación o de un arma adquirida por otras vías.

Gran comercio en armas ligeras

Saif al-Islam Gadafi prometió distribuir armas para combatir la insurrección
Jürgen Grässlin, un experimentado pacifista y jefe de la organización no gubernamental Rüstungsinformationsbüro (Oficina de Información Armamentista), investiga detalles de las exportaciones de armamento alemán, legal e ilegal. Así, por ejemplo, Grässlin informa que en el 2009 Heckler & Koch vendió alrededor de 13.000 cargamentos de municiones para sus G3 y sus MP5 al Gobierno de Baréin. “Vemos ahora cómo la Policía bareiní utiliza estas ametralladoras contra el movimiento democrático”, señaló Grässlin a Deutsche Welle.

Aunque a Gadafi no le era permitido comprar oficialmente a Heckler & Koch, obtuvo mucho armamento alemán de manera legal. Por ejemplo, EADS (European Aeronautic Defence and Space Company, un consorcio franco-alemán) le suministró misiles antitanques, vehículos militares y remolcadores de tanques por valor de 168 millones de euros. Cuando se levantó el embargo a Libia en 2004, respetables empresas como Daimler y EADS abrieron oficinas Trípoli. Mark Bromley, investigador del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) lo confirma: “Muchas empresas especializadas en defensa, a menudo con apoyo de sus gobiernos, intentaron acceder al potencialmente lucrativo mercado armamentista libio”.

La G36 de Heckler & Koch

Para Bromley, Alemania no es peor que cualquier otro país europeo. “Alemania aprobó licencias de exportación de equipo militar a Libia, pero denegó licencias para armamento pequeño”, dijo Bromley a Deutsche Welle. “Italia, por el contrario, aprobó hace poco la exportación de un gran cargamento de armas ligeras y Bélgica hizo lo mismo hace un par de años”, afirma.

Suministrando a ambos lados

Cualquier tipo de conflicto armado es bueno para las empresas de armamento, pero el negocio es ideal cuando se vende a ambos lados. Dado que EADS colabora en la construcción del Eurofighter Typhoon, empleado por las fuerzas aliadas occidentales en Libia, el negocio es ideal. “La dirección (de EADS) puede abrir las botellas de champán, pues esta guerra traerá buenas ganancias”, asegura Grässlin.

La mayoría de los fabricantes de armas alemanes se negaron a hablar con Deutsche Welle para este artículo; Heckler & Koch, sin embargo, respondió por escrito. La industria de la defensa, según la empresa, es parte de la infraestructura de seguridad internacional.

“Ésta asegura el control, la independencia de decisiones políticas y subraya la soberanía de un Estado. Por ejemplo, para las tropas que están en Afganistán es de vital importancia que esté cubierta su necesidad de armamento confiable y de alta calidad. Toda exportación de armas pasa por un proceso de aprobación que está sujeto a evaluación política de la confiabilidad del país de destino. La ley alemana de exportación de armamento es de las más estrictas del mundo”, asevera Heckler & Koch.

Florecientes negocios

Jürgen Grässlin, jefe de la ONG alemana Rüstungsinformationsbüro (Oficina de Información Armamentista)
El investigador del SIPRI confirma que Alemania tiene un relativamente estricto control de las exportaciones, pero afirma que es innegable que el Gobierno ha hecho bastante para mantener satisfecha a su industria armamentista. En la década anterior, el monto de exportación se ha doblado, llegando a ser el tercer país exportador de armamento detrás de Estados Unidos y Rusia.

En este momento, Alemania tiene el 20 por ciento del mercado de armamento en los países en desarrollo, los más conflictivos actualmente. Según el informe anual de 2010 de la organización pacifista Bonn International Center for Conversion, con sede en la germana ciudad de Bonn, Alemania provee armas a 40 países cuyos índices de respeto a los derechos humanos fueron “cuestionables”. La mayoría de ellos están en Cercano Oriente, América Latina y el sureste asiático. Según Bromley, ésta es la nueva tendencia; lo restrictivo de sus ventas va quedando en el pasado. “Creo que Alemania ahora está más a la par con otros Estados europeos”, destacó.

Hipocresía

Como fuere, para Grässlin lo que caracteriza la exportación alemana de armamento es la hipocresía. Mientras que Estados Unidos y Rusia tienen claro historial de intervencionismo militar desde la Segunda Guerra Mundial, Alemania ha querido mostrar un rostro pacifista. El país se opuso, aparentemente, a la guerra de Irak, estuvo reticente a enviar tropas a Afganistán y por último, en marzo pasado, Merkel se negó a votar a favor de la resolución de Naciones Unidas para la misión en Libia.

De la misma manera, el Gobierno alemán manifiesta que, por principio, no vende armamento a países que violan los derechos humanos. No obstante, en el caso de Libia y Baréin el principio no ha contado mucho. Éste es el abismo entre la retórica de derechos humanos y la activa venta de armamento, algo que, para Grässlin, resulta enfermizo. “Cada año consta en los informes los países que violan derechos humanos que han sido provistos de armamento alemán”, explica Grässlin y concluye: “no existe otro ramo de la política económica y de relaciones exteriores alemana que sea tan deshonesto y que tenga tanto número de víctimas como el de la industria armamentista”.

DEUTSCHE WELLE

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