Trapos Sucios

DAVID HOFFS

Uno de los requisitos para pertenecer a cualquier comunidad judía en México, partiendo de que uno es judío, es “ponerse la del puebla” y hacer un aporte económico. Si bien esto resulta práctico y necesario, al mismo tiempo esta exigencia debe de gestionarse sensiblemente para no confundir “pagos” con “derecho a pertenencia”, “aportaciones económicas”  con “solidaridad” y “dinero” como expresión de “valores”.

Por un lado todos sabemos que para sostener la gran cantidad de actividades comunitarias, por supuesto que es necesaria la recaudación de fondos y el uso de recursos económicos.  Así, la forma más práctica para lograr lo anterior, es el solicitar cuotas por parte de todos nosotros los miembros de las diferentes comunidades. De igual forma otro aspecto absolutamente necesario para sostener la vida comunitaria es la solidaridad, colaboración y compromiso por parte de todos los integrantes de nuestra comunidad. También es lógico pensar que aquel que no muestre dicha solidaridad, colaboración y compromiso hacia la comunidad pudiera considerarse como ajeno de ella. Hasta aquí todo suena bien.

Sin embargo, que la solidaridad, colaboración y apoyo económico sean necesarios,  no quiere decir que se pueda equiparar a estos conceptos con simples aportaciones de dinero y mucho menos definir a la aportación económica como la principal y única forma aceptada para demostrar el interés de pertenencia a alguna comunidad.

Recientemente, durante mi preparación como delegado al congreso sionista mundial tuve la oportunidad de vivir un poco del problema de esta situación. Como parte del papeleo necesario para mi delegación, se pedía una constancia para comprobar que yo era parte de la comunidad judeo mexicana. Cuando fui en búsqueda de dichas constancias me topé con que para ser identificado como tal tenía que estar al día con lo que ellos llamaban “mis obligaciones”. Por supuesto que con este término se referían a mis aportaciones económicas. Afortunadamente tuve la suerte de dialogar con personas razonables y amigables que entendieron que a mi edad era difícil estar registrado individualmente ante la comunidad y mucho menos haber estado dando aportaciones económicas. Así mismo comprendieron que mis obligaciones habían sido satisfechas con años de labor en el movimiento juvenil.

Sin embargo esta solución no siempre se da…

Últimamente también tuve la oportunidad de corroborar de primera fuente la frustración de varias personas (4 en total), cuyos nombre no menciono por razones de respeto, la cuales al no poder cubrir la cuota de la Kehila Ashkenazí propusieron diferentes soluciones: ofrecer servicios profesionales a integrantes de esta comunidad que así lo requirieran era una de ellas.

Sorprendentemente la respuesta del encargado de estos temas, cuyo nombre evito también indicar pues no se trata de hacer chismes, respondió fríamente “aquí o aportas (dinero) o no perteneces”. Esto no implica que esta sea la postura expresa de la comunidad, solo sí de este “señor”.

Ante esta respuesta por parte del encargado, la cual aún no encuentra entendimiento ni comprehensión alguna en mi ser, no tuve otra salida más que lamentar profundamente la postura de este “señor”, y ponerme a pensar en el enorme número de casos que pueden haber experimentado la misma respuesta. Así mismo confío en que la Kehilá se encontraría igual de sorprendida que yo.

También hago hincapié en que por supuesto que hay casos en los que existen personas, órganos comunitarios, políticas comunitarias, etc. que sí toman en cuenta factores diferentes al dinero y los cuales actúan con ética y justicia, hasta el punto de apoyar a personas en situaciones difíciles.

Al que no le quede el saco, que no se lo ponga.

Sin embargo, en realidad el incidente al que acabo de referirme no nos debe de ser sorpresivo si reflexionamos objetivamente acerca de nuestra vida comunitaria. Al hacerlo, podremos darnos cuenta de que el término de “obligaciones” no solamente fue utilizado en aquella ocasión en particular sino que forma parte de una expectativa aceptada comunitariamente.

Podría estarse hablando de personas que hayan activado en la comunidad, que hayan hecho servicio social,  que hayan colaborado en la planeación y ejecución de eventos o que simplemente hayan dado muchas horas de su vida en pro de la comunidad, pero si no han aportado la cantidad mínima de dinero aceptable la cual es impuesta por las comunidades mismas, acaso ¿se les  podría considerar como ajenos a la comunidad y negárseles la ayuda?

Así, para participar  y formar parte de la vida comunitaria, los padres de familia pagan escuela judía, deportivo judío, pagan por ir al templo, pagan el bar o bat mitzvah y en  la boda. Ser parte de la comunidad simplemente sale caro….

Una vez más, sé de casos en donde se le ha permitido continuar con su vida comunitaria, sin pedir nada a cambio, a todo a aquellos en situación económica difícil y me parece algo de que sentirse orgullosos. Pero también existen aquellos a los que no se les permite, y que me parece francamente doloroso. Ya sé que me dirán que los trapos sucios se lavan en casa, pero creo que se nos descompuso el fregadero.

Con este artículo no se pretende proponer que se eliminen las aportaciones económicas o que no se les exija a los integrantes comunitarios su colaboración. Por el contrario, las aportaciones resultan necesarias y son muy prácticas pues el dinero se traduce en un comodín para la gestión de recursos y sin la colaboración de todos nosotros, resultaría imposible mantener todos los excelentes servicios de apoyo que hoy en día, entre muchas cosas más, ofrecen a las personas sin trabajo, con discapacidades, en situaciones difíciles, etc.

Lo que sí propongo es que de ninguna forma se debe de permitir que la definición de colaboración y cumplimiento de obligaciones sea sinónimo  exclusivo de aportar dinero. Si bien esto último puede resultar práctico para muchos, para otros puede resultar inconveniente y por el contrario preferir colaborar efectivamente con horas profesionales, fuerza de trabajo, etc., debería de ser válido.

No es una cuestión de si aportar dinero es correcto o incorrecto, o de si es una cantidad pequeña o grande, sino de que además de este tipo de aportaciones, simplemente deben de poder existir otras formas de cumplir con las responsabilidades que se consideren igual de válidas que el dinero.

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David Hoffs: David Hoffs nació en 1987 en el México, D.F. Estudió la preparatoria en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Obtuvo una beca de grado para la carrera de Ingeniería Industrial en la misma Universidad. Durante su vida siempre estuvo involucrado en la educación no formal por medio del movimiento Hanoar Hatzioni. En éste fungió como Rosh Jinuj durante dos años y a su salida de éste, trabajó para la Sojnut Ha’Yehudit como Rakaaz de la escuela para madrijim y como facilitador en escuelas de la red judía. En 2010 asistió al XXXVI Congreso Sionista representando al partido político Kadima y al movimiento Hanoar Hatzioni conjuntamente. Actualmente trabaja como Rakaaz de Moetzet Ha’tnuot, el órgano representante de todos los movimientos juveniles sionistas.