28 de abril 2011
MARIO NUDELSTEJER T.
En un concienzudo análisis difundido por la renombrada revista estadounidense “Comentary”, Hillel Fradkin y Lewis Libby exploran algunos escenarios de la situación dejada por la revuelta que llevó al Presidente Hosni Mubarak a renunciar y poner en manos de una junta militar el gobierno de El Cairo, y de cómo las fuerzas insurgentes han sido manipuladas por la llamada Hermandad Islámica que operaba hasta hace unas semanas desde el exilio.
E inician cuestionando si ¿acaso esa organización islamista apoyará ulteriormente un cambio hacia la democracia, o revertirá los enfoques hacia la instalación de una teocracia? En consonancia con las aspiraciones que Wael Ghonim, el ejecutivo egipcio de Google cuyo trabajo secreto desató, a través de Facebook y otras redes sociales, las cruciales protestas que derivaron en la renuncia del mandatario que por casi 4 décadas impuso su ley.
E inquieren nuevamente si a Ghonim se le dejará hablar. Responden luego que no, pues después de su centralidad en lo ocurrido, y su innegable heroísmo en esa revolución le fue negado el acceso al podium por parte de la Hermandad Musulmana. Y el gesto de alejamiento de Ghonim fue envolverse en la bandera egipcia, mientras en el estrado permanecía inmutable el Sheik Yusuf al-Qaradawi, egipcio que vivió 30 años en el exilio y justo había arribado a El Cairo desde Qatar como ideólogo principal de dicha Hermandad.
Desde entonces, al-Qaradawi se mantiene presente en las mentes de millones de egipcios y de musulmanes en todo el mundo, a través de un programa semanal que difunde la TV noticiosa Al Jazeera y por medio de las instituciones islámicas que ha fundado, muchas de ellas en Europa y Occidente.
“Así el 18 de febrero se convirtió no en la celebración de la ‘agenda’ egipcia por la reforma para todos los egipcios, sino en la agenda de la Hermandad Islámica. ¿Cuál es esa agenda? Esa es la cuestión. –-afirman Fradkin y Libby, y añaden-, ya que la Hermandad es la más grande y organizada entidad egipcia aparte del ejército egipcio, y del Estado en sí. Las instituciones que la Hermandad maneja o domina –escuelas, clínicas, e independientes asociaciones de abogados, doctores y estudiantes-, constituyen algo parecido a un Estado paralelo. Y la Hermandad ha mostrado su fuerza ante el público egipcio en años recientes: En el 2005, en las únicas semi-libres elecciones legislativas en décadas, la Hermandad consiguió ganar el 20 por ciento de los escaños. La Hermandad se ve bien posicionada para beneficiarse de las protestas y la salida de Mubarak, y ese hecho ha solidificado una sombra sobre los extraordinarios eventos en El Cairo –el término de una autocracia esclerótica”, concluyen los analistas.
Pero, aunque no hayan cambiado los objetivos de la Hermandad, al parecer no tendrá la legitimidad necesaria para dominar la vida política del nuevo Egipto, ya que solo el 20 o 30 por ciento de la población les apoya. Sin embargo, una de las características de la Hermandad es su paciencia, que le ha llevado a 80 años de espera en aras de encontrar el momento oportuno para su intervención en la vida egipcia.
Tras 8 décadas, la Hermandad ha aprendido que el tiempo es su aliado, lo mismo que la paciencia y la prudencia. A lo largo de ese tiempo, sus líderes han aprendido que es necesaria la cautela, pues ha habido momentos en que gozaron de libertad, incluso de favoritismo, para luego verlo cambiar por mano dura.
En 1930 y principios de los 40’s, el fundador de la Hermandad, Hassan al-Banna gozó de considerable influencia durante la monarquía egipcia, pero en 1948 Banna fue asesinado por la policía del Rey Farouk. Subsecuentemente, la Hermandad se hizo amiga y cómplice de un grupo de jóvenes oficiales militares, que derrocaron a la monarquía en 1952 y ayudaron al establecimiento de un régimen que persistió a lo largo del gobierno de tres generales: Gamal Abdel Nasser, Anwar Sadat y Hosni Mubarak (y persiste, sobrevive a pesar del derrocamiento de éste último).
Por un tiempo, el Presidente Nasser se abstuvo de anatomizarlos, pero en los 1960’s lanzó contra ellos una serie de ataques, culminando en 1966 con la ejecución de Sayyid Qutb, el pensador anti-occidental que era la figura principal de la Hermandad. Sin embargo y tras la muerte de Nasser en 1970, la Hermandad gozó de relativa libertad bajo Anwar Sadat quien los aprovechó para combatir la influencia soviética en Egipto, y sin embargo esta Luna de Miel llegó a su fin con el ascenso de Mubarak, después de que una facción de la propia Hermandad asesinara a Sadat con motivo de la firma de un tratado de paz con Israel.
Desde sus inicios, en 1928, la Hermandad ha mantenido una agenda explícita bajo los pronunciamientos de su fundador, Banna, que son ratificados hasta hoy: “Aláh es nuestro objetivo, su Profeta, nuestro líder; el Corán nuestra ley, la Jihad (Guerra Santa) nuestra vía, y morir a favor de Allah nuestra más alta esperanza”.
A lo largo del tiempo no todos los integrantes de la Hermandad han comulgado con sus ideologías y dogmas, como aquel grupo más radical que se escindió y fue el que mató a Sadat, no solo por firmar la paz con Israel, sino que consideraba que consideraron el trabajo de su esposa, Jihan a favor de los derechos de la mujer, una amenaza a la existencia islámica y a la sociedad musulmana. Pero estos hechos no cambiaron el enfoque radical, si bien uno de los conspiradores más importantes contra Anwar Sadat fue Ayman al-Zawahiri que gritaba desde su celda: “El Islam es nuestra religión y también nuestra ideología”, y al momento de ser liberado se convirtió en el segundo al mando de la Al Qaeda de Bin Laden.
Si bien en las últimas protestas que derivaron en la salida de Mubarak la Hermandad no tomó acciones de liderazgo, mantuvo un monitoreo e incluyó orientadores en todas las acciones de la plaza de Tahrir (Liberación) durante todos los viernes, y fue instrumental en la invitación a la participación de Qaradawi, a quien ahora se le contempla como la más alta autoridad, a presntarse y dominar las arengas, como la del 28 de febrero pasado, donde instó a la “consolidación de la victoria” y acusó sobre la existencia de “hipócritas” que son remanente del régimen faraónico, señaladamente como Wael Ghonim quien sin embargo ha sido su camarada de armas pero se resiste a la formación de un Estado Islamista.
La visión de Qaradawi se define, según una de sus intervenciones, cuando urgió a su audiencia a “mirara más allá de Egipto sino como musulmanes y una Hermandad Musulmana”, ofreció también un apasionado discurso que destacó: “Tengo la esperanza que el Todo Poderoso Allah como me ha satisfecho con la victoria en Egipto, igualmente me complacerá con la conquista de la mezquita de Al-Aqsa (Jerusalén)”. Y de aquellos que le han escuchado en la plaza Tahrir, millones reflejan sus deseos para la exterminación de los judíos en todo el mundo, no solo en Israel. Él ha aplaudido la labor de Hitler y contempla en ello la mano de Allah, agradeciéndole que haya dejado el trabajo final a los musulmanes, un reto que va, según él, hasta la mera raíz del Islam.
Dependerá del pueblo egipcio el curso que tomará su revolución y si accederá a la democracia, o se plegará a la influencia de grupos radicales como la Hermandad y dará un paso hacia la islamización de su Estado al estilo de Irán, con su consecuente retroceso en cuanto a derechos civiles y humanos.
Para Israel, todo el panorama es a todas luces incierto, y para occidente es el momento de reencausar su política exterior, sobre todo ante lo que ocurre en Bahrein, los Emiratos y especialmente en Libia.
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