MAY SAMRA
Estar en el Instituto de Física de la UNAM, este 27 de abril, fue una experiencia maravillosa: me llenaba el orgullo de ser parte de la misma Comunidad judeo mexicana que generó a Marcos Moshinsky quien hoy, dos años después de su muerte, es casi una leyenda, pues se mereció el título del científico más importante en la historia de México.
Un hombre quien, en vida, donó su herencia paterna a México, estableciendo en Cuernavaca un Centro para la Ciencia; y que, después de su muerte dejó todos sus ahorros para una Fundación que llevará su nombre y fomentará la investigación a México: éste fue Marcos Moshinsky.
Su aula es sencilla…ahora casi un Museo, pues se ha conservado su nombre en la puerta, como si, en cualquier momento, fuera entrar el hombre sencillo que diera a la UNAM sus letras de nobleza, con sus gafas y su sonrisa generosa… Pues “generoso” fue el calificativo más frecuentemente utilizado en las ponencias de los grandes hombres que hablaron de él en el homenaje de la UNAM: generoso con sus conocimientos, generoso con su ser, generoso con sus pertenencias. Es así como José Narro Robles, rector de la UNAM; Alejandro Frank Hoeflich, Director del Instituto de Ciencias Nucleares y de la Fundación Marcos Moshinsky; Luis Mier y Terán, director adjunto de Información, Evaluación y Normatividad del Conacyt, entre otros hablaron, desde la casa de estudios más grande de América Latina, de un judío excepcional, fallecido el primero de abril del 2009.
En esta ceremonia, que culminó con la inauguración del edificio Marcos Moshinsky en el Instituto de Física, así como en la oficina de uno de sus alumnos predilectos, el también miembro de nuestra Comunidad judeo mexicana, Alejandro Frank, pudimos conocer al científico, pero también al hombre.
Marcos Moshinsky fue candidato al Premio Nobel: este genio de la Física Nuclear puso a México en el mapa de la Ciencia a nivel mundial, pues uno de sus propósitos al volver de Princeton, donde recibió su maestría y doctorado fue “incorporar a México en el desarrollo de la Ciencia y sus aplicaciones” y ” una escuela de físicos mexicanos que pudieran competir al tú por tú con los que se formaban en otros países”.Y así fue: se habló al tú por tú con los científicos más destacados del planeta, llevando en alto el nombre de México. Participó en el desarrollo de la Teoría de Grupos mediante lo que hoy se conoce como los “Paréntesis Moshinsky” o “moshinkets” (de “Moshinsky” y “brackets” , me explica un estudiante de Ciencias). Fue pieza clave en la creación del Centro Nuclear en el Desierto de los Leones, en cuyas inmediaciones creó el “Seminario del Cerro”, donde los científicos resolvían sus dudas sobre un pizarrón colgado entre dos árboles. Recibió múltiples reconocimientos, entre ellos la medalla André Sajarov de Derechos Humanos de la entonces URSS.
Al recorrer los pasillos de la UNAM, descubrimos que también está el “Auditorio Marcos Moshinsky” y el retrato del investigador en la “Sala de los Eméritos”, junto a otros “grandes” como Tomás Brody, su gran amigo.
También descubrimos el hombre, el judío, el “Moshinsky íntimo”. El niño que cargaba a su primo hermano, víctima de ditrofia muscular, para jugar con él. El tío científico que daba a su sobrino clases de Matemáticas de tercer grado de secundaria y que lo acompañó a pedir la mano de su novia. El ser humano que prestaba su casa para celebrar la boda de sus alumnos. El hombre modesto que trabajó un año, en su juventud, como obrero en Nueva York y quien, al recibir el Premio Nacional de Ciencias de manos del Presidente Diaz Ordaz, dejó su coche en la calle de Corregidora (las anécdotas del “Moshinsky íntimo” se pueden apreciar en nuestro video en exclusiva en enlacejudio.wpengine.com).
Marcos Moshinsky murió a los 88 años y llegó a la UNAM hasta el último día de su vida. Su sueño, por fortuna, se hizo realidad: ya existe la Fundación Marcos Moshinsky, la cual próximamente lanzará su convocatoria para becar investigadores en tres ramas de la Ciencia.
La UNAM y la Conacyt igualaron, cada una, los 500,000 dólares, ahorros de una vida de Don Marcos. La Fundación Marcos Moshinsky hace un llamado a la Comunidad judeo mexicana para que, por medio de donativos, unan el nombre de familias destacadas de nuestra colectividad al nombre de este gran mexicano, para fomentar la Ciencia en nuestro país.
Marcos Moshinsky, orgullo del Pueblo del Libro.
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