La Comunidad judía y su lucha por la paz

NATALIA GÓMEZ QUINTERO/ EL UNIVERSAL

Toda la familia estaba sentada alrededor del pequeño radio que le habían regalado al abuelo para escuchar la votación. Los gritos de júbilo se oían cuando era a favor ese anhelado voto, si era en contra llegaba una tristeza terrible a sus rostros. Los mantenía unidos y atentos la transmisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que al final ese 29 de noviembre de 1947 habría alacanzado los votos suficientes para declarar el establecimiento del Estado Judío.

Ése es un recuerdo de Alicia Backal, quien entonces era una niña observadora de la felicidad familiar. “No tengo palabras para describir las emociones de mis parientes. Fue la apoteosis de algo esperado por años y años”, dice la reconocida doctora en Historia por la UNAM, quien pertenece a la primera generación de judíos nacidos en México, luego del primer gran oleaje migratorio sucedido antes de la mitad del siglo XX.

Su padre llegó en 1928 a los 13 años. Apenas hacía una semana del asesinato del general Álvaro Obregón. Sus abuelos pensaron que habían salido de Ucrania, un país con muchos problemas, para llegar a otro donde existían más.

Sin embargo, tanto la familia de su padre como la de su madre se establecieron en México y se dedicaron al comercio. Hasta hoy subsiste el negocio que su padre fundó en la calle de Mesones en el centro de la ciudad de México. En el establecimiento se venden bolsas como hace muchos años, que provienen de la fábrica El Ancla, la cual también fundada en esa época.

Alicia Backal revela una de las aficiones de su padre que tal vez heredó: recortaba pequeños anuncios y notas de los periódicos nacionales de la comunidad judía.

“Mi padre logró hacer un archivo muy importante de la historia de la comunidad judía en México, así como de lo que estaba sucediendo en Europa con la persecución de (Adolfo) Hitler; e incluso de la lucha que dieron los judíos distribuidos en todo el mundo para tener una patria propia”, dice la investigadora del Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí.

La independencia

Es la historia aprendida y vivida la que une a los judíos en México y en el mundo, pero es también un destino común el que los impulsa a desarrollarse en la patria donde les tocó vivir. La fecha del 14 de mayo de 1948 se agrega a este motivo de orgullo y de unión, pues se declara la independencia del Estado de Israel ante el mandato británico de Palestina (territorio que se partió en dos para este fin).

El noviembre previo, los 57 Estados que conformaban la Organización de las Naciones Unidas discutieron la histórica resolución 181. De esos, 33 votaron a favor, entre ellos Brasil, Canadá, Costa Rica, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Haití, Holanda, Islandia, Liberia, Luxemburgo, Sudáfrica, la Unión Soviética, Ucrania, Uruguay, así como Venezuela.

Los que votaron en contra fueron 13 países: Afganistán, Arabia Saudita, Cuba, Egipto, Grecia, India, Irán, Irak, Líbano, Paquistán, Siria, Turquía y Yemen. Mientras que México, Reino Unido, Argentina, Colombia y China fueron algunas de las naciones que se abstuvieron.

México e Israel establecieron relaciones diplomáticas hasta el primero de julio de 1952 siendo Gustavo Ortiz Hernán el primer embajador de México para ese Estado.

Orgullo nacional

“Desde su creación, Israel ha vivido en estado permanente de guerra, amenazado por vecinos hostiles y el terrorismo que cuestionan el derecho de su existencia”, considera Marcos Metta Cohen, un empresario judío, quien dice sentir un orgullo personal por la conformación de su patria histórica.

A este hombre no le tocó vivir ese año histórico de 1948, pero sus antecesores le contaron que la comunidad se inundó de un gran orgullo nacional y una alegría indescriptible. “Desde todos los confines del mundo, donde se encontraban judíos por la dispersión forzada desde hace dos mil años, había emoción y algarabía”.

Sin embargo, la creación del Estado no impulsó a la familia de Marcos Metta, como sí a la de Alicia Backal, a intentar poblar Israel. “En mi familia nadie lo intentó porque su vida estaba aquí. Los países de América Latina, entre ellos México, contribuyeron con muy pocos migrantes en ese periodo”, explica el empresario Marcos Metta.

El abuelo de Alicia Backal, junto con su abuela y padre, viajaron en la década de los 50 a Israel para comprar un terreno con el fin de algún día irse a vivir a su tierra prometida. El propósito solamente quedó en una buena intención.

Aunque sí adquirieron propiedades en Israel, decidieron permanecer en México ante una inminente separación familiar. Después de contar por 30 años con esos terrenos, decidieron dejarlos en manos del gobierno para la construcción de jardines.

“México, a diferencia de otros países del continente latinoamericano, no fue un gran proveedor de migrantes hacia el naciente Estado. Ha sido una comunidad muy apegada y apoyadora de la suerte y destino de nuestros hermanos de Israel; el apego es mucho más de índole político, intelectual y social que de emigrar”, comenta el empresario judío.

“Mucho de ello tiene que ver con las condiciones de vida que el país ofrece. La comunidad judía en México siempre ha sido muy bien recibida, muy bien adaptada a todos los quehaceres de la vida nacional y no ha sido el caso de otros países donde ha habido grandes olas migratorias, por persecución o condiciones económicas. México ha sido nuestra patria por más de cien años”, asegura el empresario.

Los datos señalan que en la década de los 30, eran 21 mil personas las que conformaban la comunidad judía en México. No obstante, hoy se compone de 38 mil 500.

Se debía contar con una gran identificación con la sociedad y asimismo con los recursos necesarios para viajar a Israel, país que se calcula durante los primeros cuatro años —luego de su creación— absorbió por lo menos al 25% del pueblo judío en la diáspora.

El nuevo Estado

Hubo gente joven que se sumó a la construcción nacional. Es el caso de Isaac Moscatel, quien en 1959 decidió irse a vivir a un kibutz o comuna agrícola en Israel, donde estuvo durante siete años.

“El kibutz estaba en Galilea. Era miembro de una organización juvenil, despreciábamos el dinero, los bienes materiales y creíamos que la solución era el socialismo, ésa fue una corriente muy fuerte en el pueblo judío. Me fui con mis amigos y tenía 19 años entonces”, comenta Isaac Moscatel.

“Nos conocían como los mexicanos en Israel porque al menor pretexto pedíamos que nos dieran comida picosa, cantábamos las canciones mexicanas y las vivencias relacionadas con México. El mismo 16 de septiembre nos la pasábamos en la embajada de México en Tel Aviv”, agrega el joven Moscatel.

Isaac no se quedó en Israel por razones personales. En unas vacaciones en México se encontró con una chica mexicana “guapísima” con quien contrajo matrimonio.

Aquí están los judíos mexicanos celebrando, pero también cargando su patria portátil, la Tora y el Talmud, sus creencias y tradiciones milenarias que han mantenido arraigado al pueblo judío y lo ha liberado de los diversos intentos de exterminio.

Tienen motivos para la celebración. No obstante, el festejo les recuerda el compromisoque tienen de que, desde la trinchera de cada uno, se trabaje por alcanzar la tan anhelada paz en Levante… hacen votos por la reconciliación.

#IndependenciaDeMéxico

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