19 de mayo de 2011-En las instalaciones de la Comunidad Sefaradí se llevó a cabo ayer la presentación del libro “Por fuego, por agua” de Mitchell James Kaplan, editado por Planeta Mexicana: Los presentadores fueron la Lic. Marie Pesso, la Dra. Shulamit Goldsmit, y el C.P. Jacobo Contente. Reproducimos aquí la ponencia de Jacobo Contente.
“Después de escuchar los interesantes desarrollos -en sus distintos ángulos- que realizaron mis destacadas y queridas compañeras sobre esta Novela Histórica que escribió nuestro amigo Mitchell; trataré de cooperar con un granito adicional de arena, en esta importante noche de presentación; mis comentarios ya no estarán encaminados al marco necesario de una introducción al tema, o tratando con mayor amplitud y puntualidad -como se hizo-, los aspectos históricos de éste bien logrado libro y su siempre abundante género literario.
Para iniciar mi intervención, debo confesarles que durante más de 30 años, como editor de libros y publicaciones -para bien o para mal- me han convertido en una especie de “escudriñador analítico o crítico” -aclaro que siempre de buena fe- no solo hacia los diversos estilos de escritura y los efectos que puedan causar entre los distintos tipos de lectores, sino -en ocasiones- para poder llegar a los verdaderos motivos que impulsaron a un determinado escritor -de acuerdo a su personalidad y preparación- a realizar el siempre gran esfuerzo de concebir, escribir, revisar y publicar un importante libro, sobre todo de ésta magnitud; dicha formación o vicio laboral adquirido a través de los años, hacen por lo general que se vean detalles que no siempre se toman en cuenta, pero que son importantes para determinar el resultado de una excelente, buena, regular o mala obra.
Como el mismo Mitchell lo aclara en sus notas al final del libro, sus ejes históricos o trama base, giran sobre 4 acontecimientos importantes:
a) La instauración de la Nueva Inquisición
en Castila y Aragón.
b) La Reconquista de Granada.
c) La expulsión de los judíos de España y
d) El viaje de descubrimiento de Colón.
Los múltiples actores, mayormente ficticios que el autor inserta en esta novela, evolucionan en torno a un personaje central y verdadero, llamado Luis de Santángel; un converso por tercera generación, muy cercano y útil al rey Fernando de Aragón; incluso la misma persona que financió a la corona española ya unificada, el primer viaje del entonces capitán de navío Cristóbal Colón.
Como en toda Novela Histórica, se permite o –si se prefiere decir- se da licencia, para que el escritor plasme y desarrolle su historia o historias -productos de su intelecto- en un lienzo que es en lo que cabe -cuando hablamos de historia escrita- lo más real o verdadero; él da forma y colorea los conceptos que desea transmitir, con diversos elementos e intensidades, como: el drama, el humor, la nostalgia, el amor, el sexo, la política, la economía, o las costumbres y tradiciones de una o varias épocas; y si lo juzga conveniente, desde diversos puntos de la sociedad o sociedades, en que actúan sus personajes, ya sean estos primarios, secundarios o complementarios.
En el caso que nos ocupa, la necesidad del “pintor” por exponer una obra verdaderamente ambiciosa, lo describe como un escritor con muchas ansias de transmitir todos sus conocimientos de la época, por lo que pinta en un gran lienzo con una geografía vasta, que inicia en Roma en 1481, y se desplaza por un gran número de regiones, villas, pueblos y ciudades españolas como: Andalucía, Zaragoza, Teruel, Córdoba, Málaga, Valencia, Almería y el Puerto de Santa María; en todas estas locaciones inicia con diferentes historias, aparentemente autónomas, que no obstante las distancias que las separan, al paso de las páginas, poco a poco se irán entrelazando y vinculando para logar la gran trama base, que en “Por fuego, por agua” se logra en un lapso de tiempo de escasos 11 a 12 años.
Realmente todo esto se entiende y se dice fácil, pero ya sea para un artista pintor, y sobre todo para un escritor, cuya única materia prima de expresión de ideas y conceptos, son la forma y fuerza que puedan lograr el buen uso de la palabra escrita, siempre constituye un verdadero y terrible reto, que afortunadamente nuestro amigo Mitchell pudo lograr exitosamente, pues cuenta con una gran narrativa y adecuados diálogos, que toman en cuenta hasta los mínimos detalles de ambientación de la época, y las expresiones, sentimientos y humor, de cada uno de sus personajes.
Para la realización de una obra como la que hoy presentamos, previamente se requiere de un largo período de investigación, que puede durar meses o quizás años. Generalmente esta tarea es anterior a las ideas de cualquier trama que pueda surgir en la mente del escritor. Si éste primer paso se logra a plenitud, se verá reflejado en una ambientación adecuada y creíble, ayudando además, a las correctas formas y alcances en los diálogos.
Sin entrar en detalles, que estoy seguro que cada uno de sus lectores descubrirá en la compra y lectura de la obra, puedo adelantar -sin pecar de aguafiestas- que el intelecto e inventiva como escritor de Mitchell James Kaplan, logran sin duda captar el interés del público, por los desarrollos que se hacen cada vez más interesantes a través de sus 301 páginas; desarrollos impregnados por elementos propios basados en: intrigas, formas de vida y algunos oficios de las juderías españolas de la época, comprometedores y dramáticos asesinatos, xenofóbicos y brutales procesos inquisitoriales, con la descripción en detalle de algunas ejecuciones, envidias palaciegas, abusos de poder clerical, algunos documentos comprometedores en los que se juega la vida o la muerte, y otro que está destinado a inflamar un irracional odio religioso, como el de un pretendido “Evangelio Judío” llamado “Toledoth Yeshu-, sin olvidar -en otro orden de cosas-, la mención de varios pasajes muy bien logrados de amor y desamor, que incluyen detalladas escenas de sexo; destacando -por su originalidad y narrativa- uno realizado en plena campaña de unificación, entre el rey Fernando de Aragón y la reina Isabel de Castilla.
Como podemos ver, la obra en sí ofrece muchas garantías para ser leída…
Ahora y de antemano, ofrezco al autor mis disculpas por la siguiente breve crítica constructiva, y algún cuestionamiento que me ha surgido a través de su lectura, comentarios que espero en algo le puedan servir, y duda que de ser posible se sirva aclarar:
1.- Pienso que tal como a mí me sucede, Mitchell tiene también una fijación laboral; probablemente se haya dedicado por largo tiempo a corregir o realizar diálogos para películas, obras de teatro o diversas actividades parecidas, por lo que aunque ya lo mencioné, realmente domina los diálogos; para los fines exclusivamente de un libro, el repetido uso o abuso de los mismos, puede ser contraproducente hacia una lectura más dinámica y condensada, que por lo general siempre prefiere el lector.
2.- Aclaro que sin llegar a tener, exclusivamente por su extensión, las características de lo que en México llegamos a calificar como “libros ladrillo” (grandotes y aburridos), el ritmo de la obra con sus 25 capítulos, pudo ser más cuidado; pues encontramos 6 capítulos de menos de 5 páginas, 9 de menos de 10, 7 de menos de 20, 2 de menos de 30 y 1 de menos de 40 páginas. – Curiosamente uno de los capítulos más cortos, es el último con tan solo 3 páginas, recurriendo a un epílogo para redondear y concluir la obra, cuando en el mismo último, tan breve, bien podía haberse insertado.
– Estas observaciones, nada tienen que ver con el estilo del autor, que en todo momento siempre hay que respetar, más bien surgen de desproporciones en el ritmo, extensiones y distribución de capítulos.
– Esto refleja -por regla general- a un nuevo escritor en el difícil arte de escribir libros. Las técnicas a éste respecto se adquieren únicamente con el pasar del tiempo, hasta que las ideas y los espacios llegan a acompasarse, como esas bellas melodías de los grandes maestros de la música.
3.- La pregunta a Mitchell, se relaciona con el origen o inspiración del mismo nombre del libro:
“Por fuego, por agua”; es un título que a mi juicio, no corresponde a la originalidad e inspiración que en el libro demuestra tener. …¿o acaso se debe a un artilugio publicitario o error de traducción?
Sin duda alguna el presente libro hará navegar al lector…No por un mundo de la “…fascínante España del siglo XV”, como en parte se menciona en el espacio superior de su portada; más bien, yo diría: que el término que mejor la describiría, sería la de “aberrante España del siglo XV”, ensombrecida por un fanatismo cuyos efectos negativos le hicieron en poco tiempo convertirse, de un rico y extenso imperio, en donde el sol nunca se ocultaba, en una nación dependiente, ignorada e ignorante.
Pero independiente a estos elementos tan propios, y nada ventajosos de la España imperial, no debemos olvidar que hubo muchos otros de carácter externo que influyeron en su caída, entre ellos y muy en particular sobre el tema judío y la expulsión: el reforzamiento de otras naciones europeas, y en particular la de los otomanos, que absorbieron de esa migración para su beneficio -entre otras cosas- los conocimientos mercantiles, procesos textiles y de orfebrería, además de nuevos conocimientos y procesos en metalurgia, para la construcción de nuevas armas, más efectivas y duraderas.
Curiosamente también influyó el fenómeno ya muy antiguo de la piratería, de cuyas rutas muchos expulsados se sirvieron en sus viajes al exilio; amén de algunos sefaraditas que directa o indirectamente participaron en esa jugosa profesión, como los casos de: Sinan Reis y Samuel Pallace, desde el imperio otomano en el siglo XVI, que entablaron amistad con el célebre corsario Barbarroja y que ayudaron, tanto a las economías de su nueva nación, como a las de Holanda y Marruecos. También tenemos -en el mismo siglo-, el caso de Simón Fernández, un judío español que escapó de la inquisición y que asoló las costas de Norteamérica y las Molucas en el océano Pacífico. Por la misma época, destacan Yaakob Koriel o Curiel, quien comandaba 3 barcos piratas, y David Abrabanel, proveniente de la familia del ilustre Isaac Abrabanel, cuyo campo de operaciones fueron las costas de Sudamérica, y que a la postre -uno de ellos- se relacionaría con el corsario inglés Sir Francis Drake. En el siglo XVII, encontramos en los libros de piratería, a Moisés Cohen Henríquez, quien enfocó su actividad en las costas del Caribe y Brasil. Por último -aunque existen otros- cito a los hermanos de origen sefaradí Pierre y Jean Lafitte en el siglo XVIII, quienes entre otras cosas fundaron la población de “Barataria”, siendo un centro comercial importante en las costas de Nueva Orleans, y que además tuvieron un papel -destacado pero por conveniencia oculto- en la independencia de los E.U., al ayudar con sus barcos y dinero a Andrew Jackson, quien a la postre se convertiría en el 7º Presidente de su nación.
Pienso, aunque aclaro que soy incrédulo en materia de maldiciones, que las palabas pronunciadas por un Rabino local (también mencionado en “Por fuego, por agua”), al parecer tuvieron devastadores efectos en la península Ibérica.
– Resulta que al dirigirse con una mezcla de rabia, impotencia y tristeza a su comunidad, al enterarse de la inevitable expulsión que promulgaron los reyes católicos, y la obligación de portar distintivos que los señalaban aún más como judíos.
– Él maldijo a esa entrañable tierra de España (Sefar, o Sefarad), como se le conoció desde la Biblia, por nada menos que 500 largos años; además predijo que en ése período, ninguna comunidad judía volvería a establecerse en su territorio.
– Efectivamente, créase o no, hasta principios del pasado siglo no las hubo.
Tan solo me resta de nueva cuenta felicitar de todo corazón al autor, a la empresa que hizo posible su traducción y publicación en México… y al distinguido público, por su atención de esta noche”.
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