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lunes 23 de diciembre de 2024

El antisemitismo español del siglo XXI

MARÍA JOSÉ ARÉVALO GUTIÉRREZ

El Informe Sobre Antisemitismo en España 2010 manifiesta que un 58,4% de los encuestados declaran que “los judíos tienen mucho poder porque vigilan la economía y los medios de comunicación”. Este prejuicio aumenta entre los universitarios, amparándola un 62,2%, y entre aquellos que afirman “manifestar interés en la política”. El Director Nacional de la ADL, Abraham H. Foxman afirma que dentro del contexto europeo “sólo en España se han visto viñetas antisemitas en los principales periódicos y protestas callejeras en las que Israel es acusado de genocidio y los judíos son comparados con los nazis”. Abraham H. Foxman afirmó que “los creadores de opinión en España están cruzando la línea que separa la legítima crítica de acciones de Israel del antisemitismo, y los resultados son evidentes“.

Se ha apreciado un resurgimiento de grupos homófobos, islamófobos y antisemitas, creciendo los grupos violentos a escala internacional. El antisemitismo es un hecho que se ha explicado desde varios puntos de vista. Los psicoanalistas lo consideran un típico caso de “proyección”. El antisemita atribuye a otras personas pensamientos, actos y caracteres que van contra los propios pensamientos y actos, de los cuales aquellas personas acusadas no tienen la menor idea y que, en realidad, constituyen parte del ser del mismo antisemita. La falta de información existente en la población judeofóbica, define al judío como avaro o tacaño, además de creer que Israel controla a EE.UU, responsabilizándolos de la inestabilidad global.

En España trabaja un número ínfimo de comunidades judías españolas, para que baje el nivel de prejuicio que existe contra la comunidad. La judeofobia también se adentra en las aulas, como declara el  Observatorio Estatal de Convivencia Escolar en un estudio efectuado. En el quedaba reflejada la disposición que presentan los jóvenes, a la hora de compartir tareas con alumnos extranjeros. Los datos fueron escalofriantes ya que más de la mitad rechazaría a un judío como compañero de pupitre.

El 17 de Junio de 2010, se sentencio a un joven de 23 años a dos años de cárcel, por hacer apología del genocidio en Internet. Aunque la sentencia fuese pionera en España, el condenado no tuvo que ingresar en prisión. La compasión por las víctimas judías es lícita siempre y cuando los ajusticiados ya hayan sido extinguidos en el remoto ayer, como sucedió durante la época de la Inquisición o la Shoah.

La sensibilidad por el dolor tiende a desvanecerse cuando uno debe profundizar en la judeofobia que pervive en su propia sociedad.

De entre los españoles de hoy también, pocos declararían claramente su judeofobia o dirían tal vez que no sienten odio alguno hacia ellos, siendo esto probablemente cierto. El antisemitismo afecta a todas las capas sociales, a todos los niveles culturales, a todos los partidos políticos y a toda la prensa. Hoy en día no se teme al judío por ser como tradicionalmente se argumentaba, un villano que era responsable del drama de la pasión cristiana, sino por el símbolo de todo lo negativo de la modernidad, del capitalismo, del liberalismo del ateísmo secularizador y de la incertidumbre de los nuevos tiempos entre otros males. Esta nueva imagen plurivalente del judío fue recogido por Leo Pinsker (Autoemancipación, 1882), en el escrito sobre el primer alegato pre – sionista a favor de la fundación de un nuevo país que acogiera a los judíos perseguidos.

¿Cuál es el real problema, la asimilación o el antisemita? El verdadero enemigo de la asimilación es el antisemita, no el judío. Aun intentándolo durante más de un siglo, el judío no ha logrado integrarse en una sociedad que lo rechaza. Aspirar a una apresurada integración sería inútil. La mayoría de judíos objetarían la asimilación si esta se fundamentara en, cambiar sus nombres, optar por una política de matrimonios mixtos y prohibir radicalmente el ejercicio religioso, ya que esto supondría la liquidación del pueblo judío. Por parte de la comunidad, no hay un rechazo a la integración, mientras que lo puedan hacer como judíos. Como señala J. Paul Sartre “el problema judío ha sido engendrado por el antisemitismo, luego para resolverlo hay que suprimir el antisemitismo […] que es una concepción del mundo maniqueista y primitiva en la que el odio al judío cumple una función de gran mito explicativo”.

El judío “autentico” rechaza para si una asimilación, ya que es la sociedad que se manifiesta antisemita aquella quien lo sitúa fuera de sus posibles intenciones. Por ello, nos corresponde a la sociedad no judía crear un movimiento contra el antisemitismo sino a los no judíos. Mientras que existan movimientos de corte neonazis que burlan la ley, conciertos que hacen apología del antisemitismo o tiendas y librerías que venden elementos que nutren dicha cultura y mientras que el gobierno se mantenga discretamente a un lado, es difícil lograr que se produzca el fenómeno de la asimilación. Si a esto le añadimos las declaraciones de escritores que con sus palabras sutilmente fomentan estos movimientos, como es el caso por ejemplo de Irving, Manfred Roeder, Arthur de Gobineau o Joaquín Bochaca, que niega las cifras oficiales de los muertos en la Shoah, argumentando que se ha exagerado todo lo relacionado con el holocausto, vemos que aún estamos muy alejados de poder lograr la meta.

Los datos de la encuesta sobre la judeofobia española plantea muchas preguntas, entre ellas una que parece que nunca se han preguntado: ¿Cuántos españoles contemporáneos han hecho alguna vez algo por conocer a un judío y su entorno cultural y religioso? No muchos, parece. De hecho, hoy España tiene una de las más pequeñas comunidades judías de Europa, en comparación con otros países. Por supuesto, es muy posible que los españoles sean de los europeos más honestos acerca de sus verdaderos sentimientos hacia los judíos, lo que sesga las estadísticas y ocultar la verdadera magnitud del problema en otras partes del continente. Después de todo, hay buenas razones para pensar así, cuando se consultan los datos que indican, que más de una cuarta parte de los judíos franceses quieren salir del país.

La mayoría de los españoles solo han entrado en contacto con los judíos a través de la televisión o Internet, pero nunca en la vida real. A nivel político cabe por señalar, que el actual presidente del gobierno, no oculta su aversión posmoderna del sionismo, es bien conocido en España por su lucha contra Israel y arrebatos anti-judío. En una cena en el Palacio de la Moncloa en 2005, por ejemplo, Zapatero se dirigió a sus huéspedes con el lanzamiento en una diatriba de antisemita y anti-retórica antisionista que terminó con la frase: “Es comprensible que alguien pueda justificar el Holocausto. ”

Zapatero también ha tratado de restaurar los lazos tradicionalmente fuertes de España con el mundo árabe por ganarse a los enemigos de Israel. Durante la Segunda Guerra del Líbano, por ejemplo, Zapatero participó en una manifestación anti israelita, donde se envolvió en una kaffiyeh Palestina y gratuitamente acusó a Israel de usar “una fuerza abusiva que no protege a los seres humanos inocentes.” Sólo por si acaso, a continuación, Zapatero envió a su ministro de Asuntos Exteriores a Siria, una decisión que el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí comento  de forma muy tajante acusando al gobierno español de haber demostrado, que estaba ” más cerca de los terroristas de Hezbolá que del gobierno de Israel.”

Durante el año 2010, se produjeron alrededor de 400 incidentes antisemitas, los ataques se registraron contra personas y su propiedad. El antisemitismo en los medios de comunicación españoles y en Internet, los esfuerzos para trivializar el Holocausto judío, la difusión de la literatura antisemita, así como el antisemitismo en las instituciones públicas están igualmente latentes, pasando sus actos impunemente de largo.

Como último dato curioso, muchos de los llamados conversos intentaron mezclarse con los cristianos mediante la adopción de apellidos que indicaban oficios o profesiones. Zapatero es un ejemplo claro de la procedencia sefardí del nombre, que hace alusión al trabajo artesanal del zapatero.

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