Einstein y los nazis

JOSÉ KAMINER TAUBER

Albert Einstein nació en Ulm (una ciudad alemana del estado de Baden-Wurtemberg, situada entre Stuttgart en el oeste, Augsburg y Múnich en el este), el 14 de Marzo de 1879. Su padre era ingeniero químico y los negocios obligaron a la familia a mudarse varias veces, interrumpiendo así cada vez la educación del futuro físico.

Su familia se trasladó a Munich antes de cumplir los dos años, y permaneciendo hasta el año de 1895, período en el cual vio su vida trastornada cuando su familia se mudó a Italia después del hundimiento de la firma eléctrica donde trabajaba su padre.

A los 17 años entró en la Universidad de Zurich después de varios aplazamientos por tener malas notas en matemáticas. Cuando acabó la carrera en 1901 hubiera querido dedicarse a la enseñanza, pero le fue imposible encontrar una plaza por ser judío, así que se conformó con un empleo subalterno en la Oficina de Patentes de Berna.

Los judíos en Alemania eran menos del uno por ciento de la población, tras su emancipación habían entrado con fervor a la cultura del país y prontamente destacaron en profesiones liberales como la Medicina y el Derecho, así como en la investigación científica, las artes, el periodismo, la filosofía y las finanzas.

Su trabajo dio a Alemania un brillo que no ha vuelto a tener, desde los compositores Félix Mendelssohn Bartholdy o Arnold Schönberg, en la arquitectura Max Born de la escuela de diseño Bauhaus, en el cine a Fritz Lang; a químicos como Fritz Haber y/o el fotógrafo periodístico Alfred Eisenstaedt. Este auge sustentó el mito del control judío del país, que los nazis utilizaron como propaganda.

El antisemitismo se desarrolló abiertamente por parte de los poderosos partidos de la derecha y por el emergente partido Nazi desde 1919. Los físicos nazis y sus seguidores calificaron violentamente la teoría de la relatividad de Einstein como “física judeo-comunista”. A veces sus amigos y allegados temieron por su seguridad. La extensión de tal antisemitismo fue una de las razones por las que Einstein, aunque creía en un gobierno global más que en los nacionalismos, dio apoyo público al Sionismo. “En la medida en que una comunidad particular es atacada como tal,”, dijo, “está obligada a defenderse como comunidad, de forma que sus miembros individuales puedan ser capaces de mantener tanto sus intereses materiales como espirituales…

En las presentes circunstancias, la reconstrucción de Palestina es el único asunto que tiene un atractivo lo suficientemente fuerte como para estimular a los judíos a una acción colectiva común.” Sin embargo, estuvo en contra de una ley que le obligaba a unirse a la comunidad religiosa judía oficialmente establecida en Berlín. Dijo: “Tanto como me siento a mí mismo judío, me siento también fuera de las formas religiosas tradicionales.”

A medida que el movimiento Nazi crecía, Einstein ayudó a organizar un grupo no partidista, dentro de la comunidad judía, que proponía la acción unida contra el fascismo. La llegada de Hitler al poder, dando apoyo oficial al peor anti-semitismo, fue haciendo imposible la posición de los judíos y de otros opositores.

Después de su salida de Alemania en 1932, Einstein no retornaría nunca. En Marzo de 1933 renunció de hecho a la ciudadanía alemana. La propiedad que había dejado en Alemania fue confiscada, y su nombre apareció en la primera lista elaborada por los nazis con ciudadanos a los que despojaban de su ciudadanía.

Einstein había sentido el antisemitismo en su propia carne y se hizo un destacado defensor de la causa judía, ayudando a muchos de los refugiados que escapaban de Alemania. Lo mismo que a muchos otros científicos, le aterraba la posibilidad de que los nazis produjeran una bomba atómica.

Muchas universidades extranjeras estaban ansiosas por invitar al renombrado científico, pero ya había aceptado una oferta para unirse al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, New Jersey. Llegó a los Estados Unidos en Octubre de 1932. En 1940 se hizo ciudadano americano.

Desde que llegó al poder en 1933, el régimen de Hitler expulsó “legalmente” a los judíos de sus posiciones profesionales, académicas y docentes, lo que fue extendiéndose a todas sus fuentes de subsistencia. Los judíos comenzaron a desaparecer de la vida pública, y esto a su vez facilitaba aplicarles mayores discriminaciones, que culminaron con la Kristallnacht (Noche de los Cristales Rotos), en 1938, y la posterior “Solución final”: la deportación a los campos de exterminio.

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