BBC MUNDO El discurso del presidente de EE.UU. sobre el proceso de paz palestino-israelí genera todo un debate dentro de esa comunidad en torno a si hay que seguir apoyando al mandatario.
Cuando la Casa Blanca anunció que el presidente Barack Obama iba a realizar un importante discurso en respuesta a las revueltas populares en el mundo árabe, seguramente pocos se imaginaron que una frase sobre Israel iba a generar un huracán político en Washington.
El discurso del presidente, que tenía como objetivo anunciar un “nuevo capítulo en la diplomacia de Estados Unidos” hacia el Medio Oriente, manifestar su apoyo a los procesos democráticos en la región y de paso advertirle al líder libio Muamar Gadafi que sus días en el poder están contados, se convirtió casi inmediatamente en un tema de debate acerca de la política de Estados Unidos hacia Israel.
Apenas terminada la alocución, que tuvo una buena acogida por el cuerpo diplomático de Estados Unidos, empezaron a llover las críticas, en particular por parte del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, algunas figuras del lobby judío y los aspirantes republicanos a la presidencia.
El eje de la controversia fue la siguiente frase: “Creemos que las fronteras entre Israel y Palestina deben tener como base las líneas del 1967 con intercambios tras acuerdo mutuo, para que se puedan crear fronteras seguras y reconocidas para ambos estados”, palabras que dijo Obama casi al final de su discurso.
“La viabilidad de un estado palestino no puede darse a expensas de la viabilidad del estado judío”, respondió casi inmediatamente el primer ministro israelí, de forma oficial y vía Twitter y Facebook, agregando que sería un atentado contra la seguridad de Israel cualquier consideración de regresar a las fronteras de 1967.
Netanyahu reiteró su consternación por la postura del presidente en una reunión con Obama en la Casa Blanca, y continuó argumentando su caso en la reunión anual en Washington del principal grupo de lobby judío, AIPAC, y ante una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos este martes.
Pero más allá de la no sorpresiva respuesta del gobierno de Israel, las palabras de Obama le echaron leña al fuego al debate acerca de las relaciones de Estados Unidos con el estado judío y como su planteamiento podría afectar su campaña de reelección para el 2012.
Mitt Romney, candidato republicano aspirante a la Casa Blanca criticó a Obama asegurando que las palabras del presidente eran “una falta de respeto a Israel y minan sus posibilidades de negociar la paz”.
Otro de los rivales de Obama, Tim Pawlenty consideró que la solicitud de Obama era “un error muy peligroso”, en momentos en que Estados Unidos debía darle un “fuerte respaldo a Israel y una Jerusalén unida”.
Obama no perdió tiempo en aclarar su postura presentándose a su turno ante la reunión del influyente lobby pro-israelí AIPAC, asegurando que sus comentarios fueron mal interpretados y que su meta era la creación de fronteras que por acuerdo mutuo serían diferentes a las de 1967.
El presidente aseguró, ante uno de los grupos de presión política más organizados y activos del país, que los lazos de unión entre Estados Unidos e Israel “son inquebrantables”.
En contraste a las fuertes recriminaciones de sus críticos, Obama recibió una bienvenida cordial y fue aplaudido por los delegados de AIPAC, entidad que cuenta con más de 100.000 miembros en todo el país, un indicio de que no todos los activistas judíos se oponen a la propuesta del presidente.
“No podemos permitir que Israel se convierta en un tema de división en nuestra comunidad”, dijo Alan Solow, presidente de la Conferencia de Organizaciones Judías.
“No podemos dejar que la política del día nos distraiga”, agregó Solow, quien fue uno de los oradores durante la cumbre.
Según el portavoz del Consejo Nacional Demócrata Judío, Brad Bauman, esta controversia es un intento de los republicanos de “manipular los hechos”, para asustar a los votantes judíos.
“La mayoría de los judíos votan por los demócratas y la mayoría de los que apoyan a Israel no son judíos”, aclaró Laslo Mizrahi, presidenta del Proyecto Israel, explicando que el tema de Israel se ha integrado a la vida política de Estados Unidos más allá de los intereses de un grupo religioso o étnico.
Mizrahi también señaló que al igual que otros grupos de votantes, los judíos están más enfocados en el tema de la economía y la salud que en lo que pasa en Israel.
Una encuesta reciente de Gallup revela que más del 60% de los judíos aprueban de la labor del presidente Obama, 15 puntos más que el votante promedio. Un sondeo de Rasmussen, por su parte, indica que la mayoría de los votantes en Estados Unidos creen que Israel debería detener la extensión de los asentamientos en la Franja de Gaza.
Sin embargo, la polémica en torno a su discurso ya tuvo efectos, incluso entre sus aliados.
“Si el presidente Obama no cambia su posición, no puedo votar por su reelección… me puedo quedar en casa”, escribió en una columna el ex alcalde de Nueva York, Ed Koch, quien apoyó al demócrata en 2008.
En su primera elección Obama logró conquistar el 78% del voto judío, y queda por verse cómo esta controversia afectará su imagen en este bloque de votantes para el 2012.
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