ESTHER CHARABATI
¿Nos da miedo tomar decisiones por las consecuencias que éstas pueden tener sobre nosotros o sobre los demás?
· ¿O nos da miedo no poder predecir las consecuencias de esa decisión?
· Sartre dijo que como humanos estamos condenados a elegir. ¿Significa eso que cuando no tomamos una decisión estamos decidiendo?
· Antes de decidir, tenemos una infinidad de opciones; al decidir, sólo tenemos una. ¿Elegir es empobrecerse?
Decisiones
Cuando en el siglo pasado Collodi empezó a publicar su novela por entregas, Pinocho, decidió ahorcar al protagonista en el capítulo XV. La inconformidad de los lectores se hizo patente, por lo que tuvo que reconsiderar el final y convertir a Pinocho en niño. Collodi nunca se imaginó que estaba escribiendo uno de los libros más vendidos después de la Biblia, ni que inauguraba una forma de relacionarse con el público.
Hace algunos años apareció en las librerías una colección infantil llamada “Elige tu propia aventura”. En ella el lector no quedaba sometido a la voluntad del escritor, ni necesitaba expresar su desacuerdo, sino que podía elegir el orden en que quería recorrer el libro. Esto les daba a los niños la ilusión de ser ellos los autores, al crear su propia historia.
Lo mismo sucede con los adultos. Cada vez nos encontramos con más alternativas para detalles ínfimos de nuestra existencia: podemos elegir entre más de sesenta y cuatro sabores de helado, quince tipos de café y decenas de programas de televisión o radio. Cuando tenemos que comprar algo ya no vamos a la tienda del barrio, sino a un centro comercial donde se despliegan infinidad de opciones para que nosotros, clientes todopoderosos, seleccionemos el escaparate adecuado. Ahí mismo se nos ofrecen doce, dieciocho o veinte cines para que escojamos nuestra película preferida.
Todo se nos da a la carta. En los bancos, los gimnasios y las universidades elaboran programas personalizados que se ajustan a nuestras necesidades. Todo se une para darnos la sensación de libertad y omnipotencia: “Yo hago lo que quiero”.
Y sin embargo, la libertad suele estar lejos de estas decisiones banales que difícilmente afectan lo que somos. Preguntas como ¿qué tipo de persona quiero ser? ¿Qué quiero hacer con mi vida?, ¿Qué tipo de relación quiero construir con mi pareja? ¿Qué quiero transmitirles a mis hijos? ¿Cómo debo reaccionar frente a un abandono? ¿Qué necesito para ser feliz? ¿Por qué nada me satisface? demandan respuestas inteligentes que no aparecen en el menú —ni siquiera en los libros de recetas para la vida— y, por lo mismo, a veces ni siquiera nos las planteamos.
A veces son tantas las decisiones que tenemos que tomar: a qué universidad inscribirnos, qué coche comprar, qué ropa ponernos, a qué restaurante ir, en dónde pasar las vacaciones, qué marca de shampoo usar, en qué colonia vivir, qué dieta hacer, a quién invitar a cenar, qué seguro contratar, qué libro leer, qué clase tomar, qué preceptos seguir… que a veces sentimos que la vida se nos va en tomar decisiones superficiales mientras nos mantenemos paralizados sin poder elegirnos a nosotros mismos.
El miedo a decidir es el tema que se discutirá el próximo lunes 30 de mayo a las 20:00 horas en el Café Filosófico conducido por nuestra amiga, filósofa y escritora, Esther Charabati, en la Cafebrería El Péndulo, Alejandro Dumas 81, Polanco
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