Una página en la historia: El notable caso de Isaac Babani

SALOMÓN KAHAN/VIDA DE MEXICO

Impresiones, Junio 9, 1960.

La cultura de una persona no es sólo el total de libros que ella ha leído, y de conocimientos que ha adquirido. Con sólo esto se es persona instruida, nada más. Se es culto, cuando, con instrucción de calidad, como base, se adoptan ciertas actitudes como, por ejemplo, el deseo de comprender el ambiente; de tolerancia hacia conceptos opuestos a los de uno, y sobre todo, de esfuerzo de convivir con los prójimos, ya sea en lo individual, ya sea como grupo o grupos.

El espíritu de una persona culta no puede ser otro que el espíritu democrático, que consiste, básicamente, en no pregonar la supremacía de uno, siempre y  en todas partes, y en la buena disposición de adoptar en su propia vida cosas nuevas. Un verdadero demócrata nunca será conservador recalcitrante, y admitirá la introducción en su vida y en sus costumbres de elementos nuevos, aunque para ellos no encuentre antecedentes en el ambiente en el que vive y actúa.

En resumen, una persona culta, precisamente por ser de un espíritu democrático, jamás se asusta ante innovaciones radicales en su vida, cuando las encuentra necesarias y lógicas y, por ende, justificadas. La mentalidad de una persona culta es elástica, nunca dogmática.

Prototipo de una persona culta, en el sentido que acabamos de exponerlo, es don Isaac Babani. Las líneas que siguen, explicarán el por qué.

El ameritado editor de la “Enciclopedia Judaica Castellana” y de “Tesoros del Judaísmo”, es un Sefaradí. Su lengua materna es el castellano. En el idioma de Cervantes se crió, en el se educó. Todos los años de su vida: los de adolescencia, juventud y edad madura, su instrumento básico de expresión ha sido el español. En el ambiente sefaradí, que es el suyo, reina soberanamente el español.

Pero ha aquí que don Isaac Babani   fue conociendo a otro sector judío de aquí, formado por inmigrantes de Europa Oriental: los “ashkenazim”, sector cuya lengua materna no es el español, sino otra, que él no conocía.

Sucede que este sector judío, el de los “ashkenazim”, que forma la abrumadora mayoría de la Colectividad judía del país, se destaca también por su dinamismo en varios campos, por ejemplo, en el de la educación, en el de la organización comunal y en el de actividades culturales.

Atenta su mirada a lo que está pasando en su ambiente, don Isaac Babani fue arraigándose cada vez más en la convicción de que la verdadera Colectividad judía de aquí (no en el sentido puramente mecánico, sino, sobre todo, en el espiritual) surgirá, cuando sus diferentes elementos no sólo coexistan uno al lado del otro, sino que, más aun, convivan; y siendo hombre de sano razonamiento y de fructífera acción, don Isaac Babani sacó las consecuencias de su manera de pensar.

Don Isaac Babani comprendía que si quería convivir con el sector ashkenazí, tenía que penetrarse de la vida espiritual de los “ashkenazim”, vida, cuya expresión literaria, intelectual y artística es de una riqueza de colorido y de matices inmensa. Pero al mismo tiempo comprendía que no tendría acceso a todo eso, sin poseer la llave que le abriera la puerta que lleva hacia esos tesoros. Se arraigó en la convicción de que le sería imposible convivir, en el sentido espiritual de la palabra, con los “ashekanazim”, si no poseyese el instrumento básico de la expresión de estos, que es el idioma Yidish: hablándolo, escribiéndolo, leyéndolo.  Este fue el problema de don Isaac Babani.

No siempre la viveza del intelecto y el vigor de la voluntad van juntos. Cuántas veces sucede que una persona, a base de lógico razonamiento, llega a una conclusión que implica acción, y es aquí donde falla la personalidad. Es que entre la idea de acción y la acción misma, media un abismo llamado inercia.

Afortunadamente, la personalidad de Isaac Babani es armoniosa, es decir, a la lógica de su razonamiento, corresponde fuerza de carácter. Así fue, pues, como él comenzó a estudiar al idioma Yidish, impulsado por el deseo de compenetrarse de la vida espiritual ashkenazí. No fue el suyo un simple buen deseo; fue decisión tomada y, paulatinamente, realizada.

Isaac Babani, después de algunos años de intensa labor de estudio del Yidish, asiste ahora a conferencias sustentadas en el idioma de Nájman Bréslaver  y de J.L. Péretz, de Sholem Aleijem y de Lievick. Se le ve también en veladas, así como en funciones de teatro, en Yidish. Se le encuentra con frecuencia con alguno de los periódicos locales yidish en la mano; y cuando se le habla en Yidish, hace esfuerzos por contestar correctamente en este idioma, y lo va logrando.

He aquí, pues, una persona culta por excelencia. Lo que Isaac Babani ha realizado, lo logró no por el hombre simplemente instruido, sino la persona con un gran fondo de cultura. Para hacer lo que él ha hecho, se necesita un vasto horizonte intelectual, y a la vez, armonía entre pensamiento y acción, las que en el presente caso hubo completa.

Don Isaac Babani, por todo esto, merece nuestro respeto, más aún, nuestra admiración.

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