HOMENAJE. A los 87 años falleció, el pasado 7 de junio, el escritor español Jorge Semprún. Sobreviviente del campo de concentración nazi de Buchenwald, Semprún, se convirtió en uno de los testigos del peor genocidio del que se tenga memoria, desde la modernidad. Sagaz y brillante, su obra escrita representará para la posteridad, uno de los testimonios más lucidos y profundos del pasado Siglo XX. A continuación, reproducimos un reportaje publicado en nuestra revista, en su Edición N° 9, del Año 3, durante su etapa impresa, realizado desde París, durante el mes de junio de 2004.
EN EXCLUSIVA DESDE PARÍS, ENTREVISTA AL ESCRITOR ESPAÑOL JORGE SEMPRÚN
El escritor Jorge Semprún, fiel testigo y protagonista de nuestra historia humana más reciente, mantiene la misma lucidez, sensatez e inteligencia de siempre. Dueño de una personal mirada a la hora de describir los hechos de la actualidad afirma que: “la experiencia del pasado, incluso cuando es incorporada a la memoria, aún cuando no es ocultada ni censurada, no basta para que hechos similares no vuelvan a ocurrir en el futuro”.
Se acaban de cumplir 10 años del Genocidio de Ruanda; usted que se salvó de otro, y que en su libro La escritura o la vida se llama a sí mismo un “sobreviviente”, díganos: ¿cómo se hace para seguir viviendo después de una experiencia como esta?
Antes que nada déjeme decirle que soy bastante pesimista. Creo que la experiencia del pasado, incluso cuando es incorporada a la memoria, aún cuando no es ocultada ni censurada, no basta para que hechos similares no vuelvan a ocurrir en el futuro. Porque el genocidio de Ruanda no tiene nada que ver histórica, sociológica ni ideológicamente con la exterminación del pueblo judío en primer lugar, y de la resistencia en segundo
término, por parte de la SS de Hitler. Ahora bien, visto desde el punto de vista humano, sigue siendo la misma cosa: hay gente que mata y gente asesinada, hay exterminio, crueldad, sadismo. Hay una explosión de esta libertad de hacer el mal que es constitutiva de la naturaleza humana. La capacidad del bien y del mal están ambas profundamente arraigadas en nuestra naturaleza. Es la sociedad, entonces, la que se las debe ingeniar para limitar al máximo las pulsiones maléficas, las pulsiones del mal. El hombre es capaz de todo: tanto del bien como de lo peor. Tomemos por caso el ejemplo del Genocidio en Ruanda, pero podríamos hablar también de ciertos momentos genocidas durante la guerra de los Balcanes, aun cuando no se haya tratado de un genocidio generalizado; estas experiencias son todas nuevas para quienes les toca vivirlas, para aquellos que son víctimas o verdugos. Si lo analizamos bien, ninguno de los verdugos del genocidio ruandés, en África, pensaba en la época de Hitler; ni siquiera lo hicieron los verdugos en Europa -Bosnia, Croacia, Yugoslavia-,donde la experiencia nazi es mucho más cercana. Yo soy bastante pesimista respecto al hecho de creer que la transmisión de la experiencia, que es necesaria -yo no digo que no lo sea-, pueda detener un genocidio. Es necesario realizar un análisis histórico y sociológico, es necesario, en lo posible, volver una y otra vez sobre esta cuestión de la memoria. No hay que hacerse ilusiones, esto nunca detendrá un genocidio. Lo que detiene, lo que puede detener un genocidio son las medidas políticas concretas, no la memoria del pasado. En este sentido soy desgraciadamente categórico. Esto no quiere decir que no haya que recordarlo. Jamás se podrá detener una pulsión colectiva de muertos simplemente con recordar que los nazis son malvados.
¿Usted escribió para transmitir una memoria o más que nada para seguir viviendo?
Al principio escribía por razones muy personales. Entonces no pensaba en absoluto en transmitir una memoria o un mensaje importante. Me puede pasar que piense en términos de transmisión durante las charlas que a veces doy en las escuelas francesas,en las clases de filosofía. Cuando me invitan tengo la sensación de cumplir con una especie de deber. Pero no es un deber en el sentido de sujeción a la palabra. Lo hago de manera voluntaria. Creo que en las clases de filosofía hay chicos y chicas de 17 y 18 años que aun son capaces de comprender, imaginar y tomar decisiones al respecto. Aun cuando entre 100 alumnos no haya más que dos cuyas vidas vayan a ser influenciadas por mí, aún así vale la pena hacerlo. En literatura, aun cuando he escrito sobre los campos, jamás escribí la frase “es necesario que esto se sepa”. Escribí porque no podía existir, seguir viviendo sin aquello. En la medida en que quise ser escritor desde los diez años de edad, la experiencia de los campos me bloqueó la escritura porque no podía escribir más que sobre eso y yo aun no era lo suficientemente maduro como para abordar el tema. Pero una vez que comencé a escribir, literalmente me sentí obligado a hacerlo. Por momentos me rebelo contra mí mismo y me pregunto por qué vuelvo una y otra vez sobre el mismo tema si ya dije todo lo que tenía para decir. Esto no es verdad. Nunca se lo ha dicho todo, nunca se termina de decir. Aquello vuelve una y otra vez. Es una experiencia personal, literaria, una especie de vínculo cara a cara con un lector anónimo que puede tener 18 o 60 años, que se encuentra con este relato sin tener experiencia sobre el asunto y descubre el universo del mal absoluto, y esto puede llegar a influenciarlo. Yo tengo una correspondencia apasionante desde este punto de vista, sobre todo con jóvenes que no tienen ninguna relación directa con esta experiencia de los campos. Son jóvenes que un día, en clase, tuvieron que leer a Primo Levi como parte del programa y su profesor les dijo que leyeran también a Semprún. Me leyeron y me escribieron. No podemos exigirles el deber de la memoria a los jóvenes que no tienen memoria de aquello.
… pero está la memoria de la sociedad…
Sí, es la sociedad, la memoria colectiva, institucional. De la misma manera sería necesario que en Francia hubiera una memoria de la guerra de Argelia, y no la hay. Y en la Argentina haría falta una memoria de la dictadura y los desaparecidos. Yo no conozco lo suficiente como para saber si estaré satisfecho con esta memoria. Como en Sudáfrica, que hay una memoria que ha sido codificada, elaborada. Eso está muy bien. Pero yo no escribo para eso. Escribo porque aun espero el momento en que podré sentirme completamente liberado de aquello y así escribir novelas de historias actuales en las que ningún personaje ni ninguno de sus familiares hayan sido deportados. Por el momento es muy difícil.
¿Qué piensa de la enseñanza de la Shoá (Holocausto) en las escuelas?
Estoy a favor de todo lo que se haga en ese sentido. En los colegios secundarios hay profesores formidables que ejercen en las condiciones más difíciles (clases sobrecargadas de alumnos, heterogeneidad cultural) Hacen un trabajo formidable.
La Unión Europea ha celebrado su expansión el 1 de mayo; ¿cómo ve la identidad europea? ¿Cuál es la memoria común de Europa? Porque lo cierto es que el ejercicio de la memoria en relación a la Shoá no se ha llevado a cabo de la misma forma entre todos los países miembros.
Creo que el exterminio, el aniquilamiento, la deportación de judíos y de miembros de la resistencia, así como de otras minorías étnicas (no nos olvidemos de los gitanos) forma todo parte de la memoria común de Europa, y quizás esto sea más así para los países del Este que acaban de ingresar que para los de occidente. Porque países como Polonia, Hungría, la República Checa tienen todos una experiencia más directa y terrible de esta memoria. Si se lleva a cabo un trabajo serio, profundo a nivel de la enseñanza y de la política en general, el ejercicio de la memoria podría no terminarse nunca, porque hay que tener siempre la ilusión de que aquello no volverá a ocurrir. En estos países la memoria es todavía más vívida que en Francia, porque los húngaros se acuerdan mucho mejor que los franceses de que ellos han exterminado judíos.
Pero allí el ejercicio de la memoria ha sido trabado por la experiencia comunista…
Y está la otra experiencia que viene después, sobre la cual se hizo mucho menos trabajo de memoria. La Rusia actual ha realizado un trabajo de memoria muy fragmentario y aleatorio. Esta es una de las razones por las cuales resulta difícil reconstruir una democracia en Rusia. Alemania es un país demócrata desarrollado hoy en día, que viene de un pasado nazi terrible, y eso es porque el trabajo de memoria se ha hecho con mucha profundidad. Es una de las cosas esenciales que faltan en Rusia para que pueda haber una reconstrucción democrática de la sociedad.
¿Es optimista sobre la construcción de una Europa política?
No, no soy optimista. Soy optimista en el sentido de que creo que es posible, creo que puede llegarse a una Constitución común, puede llegarse más allá de lo logrado hasta el día de hoy: la moneda común, las directivas comunes, el mercado común… Se puede llegar a cosas mucho más significativas en el plano político y cultural. No soy optimista en el sentido de que creo que las clases políticas europeas, en general, no han comprendido aun en todos los países que la Unión de Europa es su gran utopía del siglo XXI. La gran utopía es Europa.
¿Cuál es su posición en el debate sobre la candidatura de Turquía a formar parte de la Unión Europea?
No tengo aún una opinión definitiva. Puedo comprender todos los argumentos que hay en contra, aun cuando se los formulen de manera agresiva: “Turquía no es Europa”. Es verdad que Turquía es diferente. Al mismo tiempo me digo que si reducimos Europa a una entidad geográfica, entonces ¿por qué nos detenemos en Rusia? (Decimos Rusia europea y Rusia asiática. Una vez George Steiner me dijo: “Europa es todo lugar donde haya cafés”. De San Petersburgo a Lisboa es Europa, porque hay cafés. Es una broma. Los cafés significan que hay una sociedad cultivada, literaria, adepta a reunirse. Aquello existe en San Petersburgo pero no en Siberia.) Si consideramos que Europa no es sólo una geografía común, sino más que nada una voluntad común sobre cientos de valores democráticos, es necesario tratar al menos de cotejar, aun cuando sea a largo plazo, todos los elementos que podrían hacer entrar a Turquía en Europa. Turquía es un país moderno, quizás más moderno que otros países que se encuentran en Europa. No tengo prejuicios negativos sobre el tema.
Uno de los argumentos contra la integración de Turquía es la voluntad de hacer de Europa un “club de cristianos”.
Yo me opongo a que Europa sea un club de cristianos. Si hacemos de Europa un club de cristianos, de antemano la estamos limitando. Y si queremos que el cristianismo sea uno de los elementos de referencia en la constitución, entonces también será necesario escribir que una de las referencias de Europa es la lucha contra la Iglesia. El laicismo es uno de los elementos referenciales de Europa, y si evocamos los orígenes cristianos del continente, a renglón seguido habrá que evocar las raíces anti-eclesiásticas de Europa. Europa no existiría si no hubiese tenido lugar la lucha contra la Inquisición, contra el oscurantismo. Europa existe a partir del momento en que la Iglesia admite que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Cuando la Iglesia admite esta división, Europa comienza a existir. Ahora si hablamos de la Iglesia, hay que hacerlo en los dos sentidos, pero esto es algo demasiado extenso para una Constitución, porque no se trata de un Tratado de Política. Entonces prefiero que mantengamos una Constitución laica, porque el laicismo admite todas las religiones y no hace una referencia absoluta al cristianismo. Porque no es verdad; Europa ha sido formada no sólo por el cristianismo sino también por el espíritu y la razón de los griegos, que no eran cristianos, por el Derecho Romano, que no eran cristianos, y por las traducciones árabes de filósofos griegos, y los árabes, que yo sepa, tampoco eran cristianos. Si olvidamos esto, olvidamos Europa.
¿Es verdad que estuvo en Madrid el día de los atentados del 11 de marzo? ¿Qué le inspira el terrorismo? ¿Es para usted la nueva plaga del siglo XXI?
No estuve allí; debía estar y no estuve… pero llegué poco después. Los atentados del 11 de marzo en España -no voy a mencionar otra vez la cuestión del frente terrorista en España- es un tema complicado. A mí lo que me conmovió fue la reacción española, del pueblo español, que es una reacción de una gran madurez democrática.Desde un principio, incluso antes de que se hubiera conocido la verdad de los atentados. Al-Qaeda es una metáfora porque es una nebulosa; decimos Al-Qaeda para simplificar. Incluso antes de que se hubiese determinado quiénes habían sido los autores reales del atentado, la reacción española era ya masiva, con enormes manifestaciones callejeras a favor de la democracia; es verdaderamente una madurez muy grande como pueblo. Un pueblo que no se ha dejado engañar cuando se intentó hacerle creer que los vascos habían sido los responsables. El pueblo tenía dudas y utilizó todos los medios modernos a su disposición para cambiar la opinión oficial. Entonces es una reacción de una gran madurez democrática, que no se trata en absoluto de una capitulación frente al terrorismo. Decir eso es ridículo; desgraciadamente hace ya treinta años que España conoce lo que es el terrorismo. Es una reacción de madurez, de repudio al terrorismo, y al mismo tiempo de repudio a la manipulación de la información por parte de un gobierno autoritario. Porque el gobierno de Aznar era un gobierno democráticamente electo, contaba con apoyo mayoritario pero administraba la democracia de manera autoritaria -no convocaba al Parlamento cuando correspondía hacerlo. Pero había también algunas manifestaciones en la calle que gritaban “Aznar Asesino”, que le reprochaban al gobierno del Partido Popular los muertos españoles en Irak. Evidentemente. Por supuesto que hubo aquello. Y después también está el pesado recuerdo de la participación española, completamente injustificada, en la guerra de Irak, y la sumisión absoluta, casi como un vasallo, de Aznar frente a Bush. Por supuesto que aquello existió. Todo eso es la prueba de que la democracia española está madura, de que ha reflexionado. En ese momento, durante unos cuantos días, España reflexionó.
Entonces, ¿para usted los resultados de las elecciones españolas no constituyen una victoria para el terrorismo?
No, no. El verdadero motivo de los resultados es, en principio, el rechazo a la política exterior de Aznar, mucho más sumisa respecto a los americanos y partidaria de una guerra en Irak, cuando ahora es evidente que esta guerra no ha traído soluciones.Y en segundo lugar está el rechazo a la manipulación; España no aceptó que le mientan regularmente en la tele y en todos los medios de comunicación. Cuando todo el mundo comenzaba a saber que ETA no había sido responsable de los atentados, se le trataba de impostar esta verdad completamente falsa.
Hoy en día Estados Unidos está enfangado en el cenagal que es Irak, ¿cree que la “receta democrática” es universal y puede ser impuesta desde el exterior?
En principio no creo que la “receta democrática” sea universal en el plano de las ideas. No creo que sea una receta universal que se pueda imponer. Es absurdo. Sobre todo en países que no tienen experiencia democrática, ni siquiera de la democracia más imperfecta. Es necesario un tiempo para que la soberanía local se sobreponga, esa es la paradoja. Y los americanos se han valido de falsedades, hicieron una guerra en base a la mentira de Estado (armas de destrucción masiva, base del terrorismo) Recién ahora Irak se convirtió en una base de terroristas, esto no era así antes de la guerra. Los americanos han dado origen a lazos y bases terroristas en Irak. El hecho de que Saddam hubiese sido un dictador abominable no justifica una guerra que condujo a una solución todavía más abominable. Hay una frase muy linda de Malraux en La Esperanza: “existen guerras justas, no existen ejércitos inocentes pero cuando un ejercito hace una guerra colonial, es todavía menos inocente…” Yo no digo que era evidente y estuviera escrito de antemano que habrían de haber casos abyectos de tortura.
La solución hubiese sido imponer a Saddam, mediante una mezcla de presiones militares, de inspecciones y diplomáticos, una solución que seguramente no habría sido imperfecta pero que al menos habría podido evitar la guerra. Pero los americanos habían decidido no llegar hasta el límite de la presión sino ir lo más rápido posible a la guerra directa, creyendo que era fácil derrotar a Saddam y reconstruir la democracia. Lo primero no les supuso demasiados inconvenientes; lo segundo resulta bastante complicado en un país como Irak.
PERFIL DEL ENTREVISTADO
Novelista y guionista español nacido en Madrid en 1923. Al finalizar la guerra civil española se exilió junto a su familia a Francia. Estudió Filosofía en La Sorbona y participó en la Resistencia francesa, siendo detenido en 1943 por la Gestapo y deportado al campo de concentración nazi de Buchenwald. Fue dirigente del Partido Comunista Español, bajo el seudónimo de Federico Sánchez, hasta su expulsión en 1964. Entre su producción narrativa se destacan: “El largo viaje”, “El desvanecimiento” (1967), “La segunda muerte de Ramón Mercader” (1969, premio Fémina), “Autobiografía de Federico Sánchez” (1977, premio Planeta), “Aquel domingo…” (1980), “La algarabía” (1981), “La montaña blanca” (1987), “Netchaiev ha vuelto” (1988), “Federico Sánchez se despide de ustedes” (1993) y su última producción “Veinte años y un día” (2004, premio J. M Lara, escrita en español) Es autor, entre otros, de los guiones cinematográficos de “La guerre est finie” y “Stavisky” para Alain Resnais, “Z, La confesión” y “Section Spéciale” para Costa-Gavras y “Las rutas del sur” para Joseph Losey. Son notables sus ensayos, “La escritura o la vida” y “Adiós luz de veranos”. Fue ministro de Cultura en el gobierno español del socialista Felipe González entre 1988 y 1991. Jorge Semprún es un singular escritor que se mueve con facilidad entre la autobiografía y la novela, y que a pesar de su nacionalidad española, gran parte de su obra fue escrita en francés, de modo que aquello que encuentra de él el lector hispano-parlante es siempre una traducción. Su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald ha marcado el carácter de toda su obra, dónde desarrolla el tema de sus vivencias a lo largo de la II Guerra Mundial, sus trabajos para la resistencia, su reclutamiento en los campos y su posterior rechazo del estalinismo.
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