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jueves 14 de noviembre de 2024

Visiones de la luz futura

ALBERTO MANGUEL /ELPAÍS/PÁGINADEBETOBUZALI

El ucranio Der Níster, fallecido en los campos de concentración de Stalin, describe en La familia Máshber la condición humana al hilo de los horrores de su tiempo. Una obra cumbre de la literatura yídish traducida al español por primera vez

El 4 de junio de 1950, en el atroz hospital de uno de los campos de concentración de Stalin, falleció un cierto Pinjas Kahanovich, quien, bajo el seudónimo de Der Níster, escribió una de las obras fundamentales de la literatura universal: La familia Máshber. La novela fue escrita en yídish, en tres volúmenes. El primero fue publicado en Moscú en 1939, el segundo en Nueva York nueve años después, el tercero se perdió en alguna de las muchas purgas estalinistas. Las primeras traducciones aparecieron años después: al hebreo en 1962, al francés en 1984, al inglés en 1987. Misteriosamente, la primera traducción al castellano tuvo que esperar hasta ahora cuando, gracias a la valiente iniciativa de Libros del Silencio, en una espléndida versión de Rhoda Henelde y Jacob Abecasis, el lector español puede finalmente conocer esta obra maestra. Pocos son los libros que, como el Quijote, Los hermanos Karamazov o Sueño en el Pabellón Rojo, definen a la vez una época y un mundo particular, y también los aspectos más universales de la condición humana. La familia Máshber es uno de estos libros.

La familia Máshber/Der Níster/Prólogo y traducción del yídish
Rhoda Henelde y Jacob Abecasis/Libros del Silencio/ Barcelona, 2011

Der Níster quiere decir “El Oculto”. Kahanovich quizás lo eligió no tanto para definir su vocación de escritor en una lengua despreciada por la cultura oficial, sino para definirse a sí mismo, dado que era de carácter tímido y silencioso. Quienes lo conocieron en su juventud, tanto en su ciudad natal de Berdichev como en el mundo literario de Kiev, adonde se trasladó a los diecinueve años, recordaban sus maneras delicadas, su modestia, su placer en escuchar hablar a sus mayores, sin atreverse a intervenir. Sus primeros escritos son algo preciosistas, impregnados de un simbolismo cuya atracción no lo abandonaría nunca. Cuando años después, tratando de escribir La familia Máshber y ganándose apenas la vida como redactor de fichas técnicas en una Rusia cuyo credo era el realismo socialista, le confiesa a su hermano Motl: “El simbolismo no tiene plaza en la Unión Soviética y, como sabes, yo siempre he sido un simbolista. No es posible para alguien como yo, que se ha esforzado por perfeccionar mi método y estilo, pasar del simbolismo al realismo. Es muy duro. No es cuestión de técnica. Lo que se requeriría es nacer de nuevo y dar vuelta al alma de adentro para afuera”.

Sin embargo, Der Níster logró una transformación aún más dura. Como lo prueba La familia Máshber, logró inventar un estilo que, bajo la apariencia de una narración realista, documental, crea una atmósfera de pesadilla en la que cada personaje, cada gesto, cada evento es a la vez la representación de sí mismo y también otra cosa, más profunda, menos obvia. Máshber, el nombre de la familia cuya crónica sirve de estructura a la novela, quiere decir “crisis” en yídish, y es de crisis en crisis que la historia avanza. La ciudad de N. es en realidad Bredichev, pero también es una suerte de teatro universal, el microcosmo de una visión hasídica del mundo. Los diferentes miembros de la familia son personajes de carne y hueso, y también símbolos de los varios destinos humanos. Moshe, el hermano banquero, es un Job del mundo material, mercader honesto y marido fiel que pierde uno a uno los frutos de sus labores. Luzzi, el místico, cree en un universo que Dios ha quebrado en su esfuerzo por crear el mundo, y nuestra tarea es ayudarle a remendarlo. Alter, recluido desde una enfermedad temprana a una buhardilla, es un idiota imbuido de pureza espiritual, un hombre sustraído por completo a los quehaceres mundanos, escribiéndole apasionadas cartas a Dios y obsesionado al mismo tiempo por deseos carnales hacia la fregona Gnesye, olfateando su cuerpo mientras ella duerme. Y entre los extraordinarios personajes femeninos se destaca Gitl, la mujer de Moshe, personaje sutil y decoroso, capaz de emplear la dulzura como una potente arma defensiva.

Cada personaje lleva adelante la historia hacia un trágico fin que el lector vislumbra pero no adivina, un fin anunciado desde temprano con la aparición de quien es quizás el personaje más extraño, más extraordinario de esta extraordinaria novela: el soñador Sruli Gol, filósofo pordiosero, enemigo declarado de los ricos, místico pragmático que toca la flauta en las bodas de los pobres. Sruli cree que Dios nos enseña su voluntad a través de acertijos, y pone a prueba nuestra fe por medio de nuestra inteligencia para reconocer la verdad. Durante una de sus muchas borracheras, creyendo ver en Luzzi Máshber una señal del complejo juego divino, Sruli se explica: “A menudo veo a Luzzi pasar delante de una fila de velas encendidas en memoria de generaciones anteriores… Cuida de ellas, las atiende y recorta las mechas… Pero las llamas están a punto de extinguirse; no durarán mucho más porque la cera se acaba, la altura de las velas disminuye y enseguida se apagarán… Sólo hay una esperanza para impedir que toda la hilera quede en la oscuridad: Luzzi ha escondido una vela más en su regazo, que no muestra de momento y guarda para después, cuando se haga la oscuridad total…”.

Describiendo la visión de un personaje y la mágica fe de otro, y los diversos destinos de toda una familia, Der Níster supo (o intuyó) que estaba invocando algo mucho más universal y tremendo. Estaba describiendo (o anunciando) los horrores de su tiempo reflejados en su sociedad y en la de sus lectores, ayer como hoy, milagrosamente consciente de nuestra desdichada atracción por “la oscuridad total” pero también nuestra esperanza en una rescatada y futura luz.

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