ARIELA SCLAR
Una vez, unos amigos y yo estábamos pasando el rato en la Uni, esperando a entrar a clase. Pasó una chava alta, guapa, con muy bonito cuerpo y unos mallones MUY ajustados. Uno de mis amigos, esperó a que se fuera y dijo: qué guapa, pero luego por vestirse así les faltan al respeto. Hay que ser más discretas.
No me acordaba de ese comentario hasta que empezó todo este movimiento de la Marcha de las Putas. La primer marcha se dio en Toronto, Canadá a raíz de que un policía dijo en una conferencia que “si las mujeres quieren dejar de ser agredidas, deben dejar de vestirse como putas”. Lo cual despertó la molestia entre grupos de mujeres y organizaron la mencionada caminata.
O sea, si yo me pongo un vestido, una falda o un escote, ¿es como si trajera un letrero encima que dice: “Hola a todos los hombres de alrededor, la verdad es que quiero sexo de todos y cada uno de ustedes, o y a de perdis, un piropito. Pero vulgar eh?, si no, no cuenta” ? ¿Así funciona? ¿Y si todos y cada uno de esos hombres decidieran darme lo que “estoy pidiendo” sin preguntarme, porque igual “lo pedí”? Es decir, si me imponen el sexo, es porque yo no les di un SI verbal, pero me lo dan porque sí se los pedí a gritos con mi ropa. O porque iba sola en la calle, o estaba en un bar con mi amigas sin ningún “macho” que delimitara “territorio”. Claro, nada tiene que ver con que me ven como un objeto, que cual a niño chiquito se le antojó y obedeciendo a sus impulsos y necesidades (porque pobres hombres, tienen necesidades) lo tomó como si fuera un simple juguete. Nada tiene que ver con que no se les explicó que el impulso es controlable, manipulable y , que específicamente ESE impulso es una forma de agresión. Nadie les dijo que hablarle al oído a una completa desconocida en la calle es irrespetuoso, pues invade el espacio personal que sólo ELLA decide quién lo ha de traspasar. Y no se les dijo tampoco que el abuso sexual no lo pide nadie. Que esas miraditas lascivas y las onomatopeyas del bistec en el sartén, resultan muy agresivas también. Porque precisamente, NO soy, ni nadie es un bistec, ni un bombón, ni un pedazo de nada para ser tratado como cosa, inerte.
Yo me visto con pants, jeans, falda o vestido de acuerdo a la ocasión y a mi estado de ánimo. Para MIS ganas de flojear, caminar por la Condesa, ir al gimnasio o salir a cenar con mis amigos. NO me visto para las ganas de NADIE más. Si, me gusta que me digan que me veo bien, que me veo guapa o cuánto he adelgazado (o no), pero eso dista mucho de que me truenen besos hombres desconocidos o que me hablen como le hablo yo a un pastel de chocolate.
A nosotras el pobre “sexo débil”, nos culpan por provocativas y nos dan a escoger: o puta o santa. Mientras a los valientes y gallardos caballeros los defienden porque ellos tienen impulsos, ellos tienen necesidades. ¿Qué no la frase es: aguántese cómo los machos? Pos’ si tan machos, aguántense. No sabroseen, no “lasciveen”, no sexo-piropeen, y NO ABUSEN.
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