MOISES NAÍM/EL PAÍS
Esta columna le va a sorprender. La primera sorpresa es que The New York Times acaba de publicar un importante artículo que fue originalmente conseguido, revisado y preparado por su rival, The Washington Post. La segunda sorpresa es que esto ocurrió con el consentimiento del Post. La tercera es que un joven periodista estrella, ex empleado del Post, utiliza ese artículo para confesar un delito que lo puede llevar a la cárcel o a ser deportado de Estados Unidos, país donde vive desde los 12 años. La cuarta sorpresa es que todo esto ilustra los prejuicios colectivos, las tragedias personales y los espinosos dilemas que afrontan los Gobiernos a la hora de tratar a los inmigrantes. Por ello, y finalmente, esta es una sorprendente historia individual con enormes repercusiones globales: pocos países saben cómo manejar la cuestión migratoria, a pesar de que cada año se torna más problemática.
Comencemos por el principio. José Antonio Vargas es un periodista nacido en Filipinas, que ha trabajado para los más prestigiosos diarios estadounidenses, compartido un premio Pulitzer y entrevistado a importantes personalidades, incluyendo a Marc Zuckerberg, el fundador de FaceBook. Desde marzo pasado venía trabajando con el director de la sección dominical de The Washington Post, Carlos Lozada, en un importante artículo que iba a ser publicado este domingo. En él, Vargas confiesa que es un inmigrante ilegal y que ha falsificado documentos y mentido sobre su nacionalidad desde los 16 años. Había decidido hacer pública su historia con el propósito de ilustrar vívidamente al público estadounidense sobre las contradicciones y crueldades de las actuales leyes migratorias.
Pocos días antes de la publicación, Lozada fue informado de que sus jefes habían decidido no publicar el artículo. Al enterarse, Vargas contactó The New York Times. Sus directores se dieron cuenta inmediatamente de que les había caído del cielo un tesoro periodístico. Cambiaron los planes para su revista dominical y publicaron allí el texto de Vargas, ya diligentemente revisado, corregido y verificado por Lozada y sus colegas. Los jefes de Lozada aún no han explicado por qué tomaron esa decisión, que ha provocado un encendido debate en círculos periodísticos.
Pero aún más feroz es el debate que ha suscitado la revelación de Vargas. Para muchos fue una sorpresa descubrir que no todos los inmigrantes se dedican a cuidar niños o a recoger tomates. Se han enterado, por ejemplo, de que desde 2007, en EE UU, los inmigrantes con títulos universitarios son más numerosos que aquellos que no terminaron la secundaria. Otros no saben cómo responder a lo que plantea Vargas: “He crecido aquí. Esta es mi casa. No obstante, a pesar de que me considero americano y considero que América es mi país, mi país no me trata como a uno de los suyos”. Vargas cuenta cómo, al ganar el premio Pulitzer, telefoneó a su abuela. En vez de felicitarlo, su primera reacción fue preguntarle: “¿Y qué pasa si la gente se entera?”. Vargas no pudo responder: “Dejé el teléfono, corrí al baño de la redacción de The Washington Post, me encerré y me puse a llorar”, escribe. También cuenta que, al igual que muchos indocumentados en todas partes, hace 18 años que no ve a su madre o a su hermana. Nunca se ha encontrado con su hermano de 14 años.
Vargas forma parte de los millones de inmigrantes que -siguiendo una vieja tradición estadounidense- están transformando el país y contribuyendo a su progreso. La población hispana, por ejemplo, se va a triplicar en los próximos 50 años. Su poder adquisitivo se incrementa a una tasa tres veces mayor que el promedio nacional, al igual que su ritmo de creación de nuevas empresas. La clase media hispana de Estados Unidos es hoy una de las de mayor crecimiento del mundo: en 20 años aumentó un 80%.
El problema, por supuesto, es que de acuerdo con las leyes vigentes, cerca del 28% son delincuentes: son inmigrantes ilegales.
Por lo tanto, para algunos estadounidenses, la situación de Vargas es clara: violó varias leyes, debe ser enjuiciado, penalizado y luego deportado. Estados Unidos, dicen, es un país cuyo éxito se debe al respeto por el imperio de la ley -the rule of law -. Otros, en cambio, enfatizan que ese éxito también se debe a que Estados Unidos es un melting pot, un país que se fortalece gracias a su capacidad para atraer y absorber a gente de todas partes.
En todo caso, Vargas está apostando por otra característica del país: su flexibilidad política. Acaba de lanzar un amplio movimiento nacional cuyo objetivo es cambiar las leyes inmigratorias. El artículo es solo su primera salva.
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