EDUARDO MACKENZIE/ANALÍTICA.COM
Los Protocolos de los sabios de Sión, el violento panfleto antisemita redactado por la policía rusa en 1903 para justificar los pógroms y matanzas antijudías e impedir la democratización del régimen zarista, utilizado después por Hitler y Stalin con los resultados catastróficos que todo el mundo conoce, está hoy siendo difundido masivamente por la radio estatal venezolana. El uso de ese inmundo libelo es una venia más de Hugo Chávez al régimen iraní y a su obsesión por la destrucción de Israel.
En Colombia, un propagandista del “bolivarismo”, descifró bien el mensaje de Caracas y se ha puesto a la tarea de redactar un texto similar, menos centrado sobre una raza en particular y más enfático sobre ciertas clases sociales, para justificar las peores violencias que deben caer, según él, sobre los “políticos, los empresarios y los líderes de opinión” que se oponen a la gangrena farco-chavista.
El primer capítulo del nuevo pasquín genocida fue publicado muy tranquilamente por Semana, este 25 de junio. Bajo la firma de León Valencia, esa revista anuncia en tono exaltado que hay que ir más lejos que el presidente Santos. Este, en días pasados, lanzó la primera piedra al decir que una “extrema derecha” quiere “sembrar el caos” en Colombia. Valencia exige entonces que se le ponga “un rostro” a esa “extrema derecha” para que los artistas de la Kalashnikov y del anfo sepan con exactitud quienes son los “enemigos del pueblo”.
El ex guerrillero, faro de las minorías extremistas arrimadas hoy al poder, anuncia que él designará los “grupos sociales y políticos concretos” que deben ser señalados con el dedo. Pues parece que ha llegado la hora de ampliar la noción de “paramilitar”. Para ese humanista de pacotilla, paramilitar no es sólo quien monta o financia grupos terroristas, de izquierda o de derecha, sino un mundo social muy vasto. Oigamos la música del señor León Valencia: paramilitares son los civiles que se oponen a una “reconciliación” con las Farc, son los propietarios “de las mejores tierras cafetera y ganaderas”, son los periodistas y los “militantes civiles” que critican a las Ong al servicio de las guerrillas, los que denuncian la justicia corrompida y prevaricadora. Es también el pasado “ejecutivo central” y son los parlamentarios, pues Valencia habla de quienes tuvieron la “influencia decisiva en el Congreso”.
Valencia estima que apoyar las Fuerzas Armadas colombianas en su lucha contra el narco-terrorismo, y sus esfuerzos para desmantelar la maquinaria de matar colombianos, es sostener la “salida militar”. El editorialista de Semana vitupera a las mayorías colombianas por negarse a ver las Farc y el Eln como él las ve: como cándidas “oposiciones y disidencias políticas”.
El hombre cree saber que el culpable de que el país piense de esa manera es el “núcleo duro de la extrema derecha”. Valencia no lo dice pero la conclusión de semejante análisis es más que obvio: esos grupos sociales deben ser exterminados.
El lenguaje de León Valencia recuerda el de Stalin, quien condenó a millones de inocentes a la muerte, al gulag y a la hambruna más despiadada, con sólo señalarlos como ”burgueses”, “kulaks”, “fascistas”, “enemigos del pueblo”, “contra revolucionarios” y hasta “trotskistas-zinovievistas”.
Es, también, el lenguaje de los nazis quienes aniquilaron en sus campos a seis millones de judíos por haber nacido judíos, y por ser vistos, igualmente, como culpables de “amasar grandes fortunas”, como dice hoy León Valencia.
León Valencia hace la amalgama entre criminales confesos y gente honorable, e inventa mentiras truculentas para satanizar las mayorías democráticas que se oponen y se opondrán siempre a que las Farc, y los fanáticos de la guerra civil permanente y de la miseria del pueblo, se tomen el poder.
“Acusen a sus adversarios de fascismo. Mientras ellos pierden tiempo tratando de justificarse ustedes tendrán todas las posibilidades para lanzarles nuevos ataques”, aconsejaba el jefe estalinista Dimitri Manouilski a los partidos comunistas. ¿No hacen exactamente eso los inventores de la farsa de “la mano negra de extrema derecha” y los que envían a la cárcel a centenas de personas inocentes bajo la acusación de tener “vínculos” con los “paramilitares”?
Así como los comunistas intentan aniquilar a todos los “burgueses” de la tierra, así como los nazis trataron de acabar con todos judíos de la tierra, León Valencia quiere arrasar con los colombianos que honran el legado de los que conquistaron y edificaron las libertades de este país, su sistema social, su economía de libre mercado. El delirio ideológico de Valencia autoriza y justifica lo peor.
Es el lenguaje del totalitarismo, fascista y comunista, apenas disfrazado, que comienza designando a un grupo social como culpable de crímenes, y termina pasando al acto. La gesticulación de León Valencia sobre su promesa de “identificar la extrema derecha” para reprimirla y aplastarla, en lugar de responder a ella con argumentos, es propaganda nazi o, más exactamente, propaganda fascista-bolchevique.
Lo más sombrío es que ese tipo de literatura, esa invitación disimulada al crimen de masas, se expresa plácidamente en las páginas de una revista que disfruta de la confianza de muchos colombianos. El presidente Santos abrió la caja de Pandora. ¿Quién logrará cerrarla?
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