De todas las leyes de la Torá, Pará Adumá, la vaca roja es una de las más misteriosas. No sólo carecemos de una explicación coherente, la propia historia parece contradecirse a sí misma. Es una ley que transforma lo impuro en puro y viceversa. Los sabios enseñan que Pará Adumá es un “jok”, ley o decreto que debe observarse simplemente porque Dios lo ordena. Naturalmente muchas de las leyes de la Torá no necesitan siquiera explicación. Cuando se nos instruye, “no robarás” o “ama a tu prójimo como a ti mismo” entendemos por qué debemos hacerlo.
Pero hay leyes que desafían la lógica. ¿Por qué no puedo usar una mezcla de lino y la lana? ¿Por qué no puedo cocinar el cabrito en la leche de su madre? Alguien comentó en referencia al cumplimiento de las leyes que la generación de nuestros padres preguntaba: ¿cómo?, como debo hacer para cumplir. Nuestra generación pregunta: ¿porqué? ¿Porqué debo hacerlo?
Yo quisiera sugerirles que para encontrarle sentido al tema de la Pará Adumá tenemos que mirarla en el contexto de la parashá completa. Tal vez, la parashá debería llamarse “transiciones”, ya que los temas que destacan, es la muerte de Miriam, el decreto de Dios de que Moisés y Aarón debían morir en el desierto, sin poder entrar a la Tierra Prometida.
Recuerden el episodio: El pueblo se quejó, ahora por la falta de agua. Dios le dijo a Moisés que le “hable a una piedra”. Moshé debe haber pensado: ¿Dios quiere que yo le hable a una piedra, esto no tiene ningún sentido?”. Sin embargo, reúne al pueblo, y en un momento de frustración en lugar de hablarle golpeó la piedra dos veces con su bastón. Y Dios lo castiga por su falta de fe.
La historia resulta extraña porque un tiempo antes Dios había enviado a Moisés para sacar agua de una piedra y le ordenó que golpeara la piedra con su bastón. El castigo parece muy duro, tratándose de Moisés y Aarón, dos hombres que habían dedicado su vida para la causa de Dios y de su pueblo. Pero si observamos el contexto del relato descubriremos que poco antes del incidente, la Torá nos informa de la muerte de Miriam, su hermana quien había salvado su vida y quien estuvo siempre a su lado.
Ahora resulta más fácil entender por qué Moisés perdió la paciencia. Imaginen, no había llegado a la Shive cuando la gente empezó nuevamente a quejarse. Y casi inmediatamente lo condenan junto a su hermano a morir en el desierto. ¿Puedes imaginar como se debe haber sentido Moshé? En pocos versículos vivió la muerte de sus dos hermanos, y se le frustró el sueño y la misión de su vida.
Hubiera sido tan fácil darse por vencido. Podría haberse quejado: “La vida no es justa. ¿Por qué me castigas? ¿Por qué me quitas a mi hermano y a mi hermana? Ahora estoy solo y aún así no voy a poder entrar a la Tierra Prometida. Simplemente no está bien”. E imagino que Dios podría responderle: “Es correcto Moisés, la vida no es justa ni lógica, nunca dije que lo fuera….”
Seguramente ahora resulta más fácil entender por qué parashá comienza con el tema de la Parah Adumá. Para enseñarnos que la vida está llena de misterios y contradicciones, y que la muerte es una de ellas. No importa cómo se corte una vida, resulta injusto y penoso. Y aún así la fe nos exige a seguir viviendo, a pesar de los misterios y contradicciones y de las preguntas sin respuestas.
¿Por qué? ¿Por qué la gente se enferma? ¿Por qué alguien joven muere? ¿Por qué, alguien tiene pasar sus últimos años sufriendo? No hay respuesta a estas preguntas, no hay lógica o coherencia, la vida es simplemente lo que es. Y la única manera de vivirla es simplemente aceptarla tal como es, aunque parezca contradictoria y a veces incluso triste. La vida no viene con una garantía de tiempo.
Pero la Torá también nos enseña que hay esperanzas.
Moisés se elevó de sus pérdidas, de sus penas y decepciones, y continúo a la cabeza del pueblo judío hacia la tierra prometida sabiendo que él no completaría el viaje con su pueblo. Él aprendió que mientras tenía vida habrían desafíos que enfrentar en el camino y que esa era su misión.
Un maestro jasídico comparó la vida con un pedazo de cuerda la cual estiramos y medimos con la mano. La única parte que se puede medir en cualquier momento es la que tenemos en nuestro puño. Todo lo que tenemos es ese pequeño pedazo de vida y tenemos que tomar lo mejor de ella. Viviendo un día a la vez, disfrutando de los momentos cuando estos se presenten y aceptando las dificultades y contradicciones a lo largo de nuestro camino.
Porque las contradicciones, las dificultades y los misterios, no son una anomalía o una injusticia, sino un hecho de la vida. Moshé aprendió y la Torá, tal vez de una forma compleja, nos enseña en este Shabat, es que mientras tenía vida habrían desafíos que enfrentar en el camino, pero que seguir avanzando era su misión.
Todo lo que tenemos es un pequeño fragmento de vida en nuestras manos y tenemos que tomar lo mejor de ella.
Shabat Shalom
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