Nazis protegidos en la RFDA

 

RAFAEL POCH | BERLÍN.

Uno de los temas más delicados de la Alemania de hoy es el regreso a la historia de los primeros años de la República Federal Alemana de posguerra.

Creíamos saberlo todo en materia de nazis cazados de este periodo, pero aquí no cesan de aparecer nuevos datos que sugieren que la historia está aún por escribirse.

Desde por lo menos 1961, 22 años antes de su detención en enero de 1983 gracias a los tenaces esfuerzos del matrimonio cazanazis, Serge y Beate Klarsfeld, los alemanes sabían que Klaus Barbie el “carnicero de Lyon”, estaba en Bolivia, donde animaba grupos nazis y colaboraba estrechamente con sus gobiernos militares en golpes de estado, interrogatorios con torturas y todo tipo de fechorías. Durante la guerra Barbie había sido el jefe de la Gestapo de Lyon, responsable de más de 4000 asesinatos y del envío a campos de concentración de 7500 personas.

Entre sus hazañas está la detención y deportación de 44 niños judíos, exterminados en Auschwitz, y la muerte en un interrogatorio, en sus propias manos, de Jean Moulin, el principal jefe de la resistencia francesa apresado por los alemanes, lo que llevó a Barbie a una prisión francesa en 1983 en la que murió en 1991. En la Alemania de posguerra Barbie trabajó para la antecesora de la CIA, que conocía perfectamente su pasado, y más tarde huyó a Bolivia con su familia con considerable impunidad.

A sueldo del Bundesnachrichtendienst

A partir de 1966 Barbie, afincado en Bolivia con su apellido de camuflaje “Altmann”, que había tomado del rabino de su pueblo, estuvo en nomina del BND, el servicio secreto alemán, que valoró sus “influyentes relaciones personales y de negocios” con medios gubernamentales y de los servicios secretos bolivianos, lo que le validaba como una valiosa “fuente política”, explica el historiador Peter Hammerschmidt, que ha podido consultar algunas fichas de Barbie. Una de ellas, de 1966 menciona que “Klaus Altmann”, citado con el nombre clave de “Adler”, había sido “capitán de las SS” y que había servido en una unidad acorazada en Normandía. Sobre su pasado político sólo dice que “ingresó en las juventudes hitlerianas en 1930” y que es “derechista y anticomunista”. En otra ficha, de 1967, se baraja la posibilidad de fichar también al hijo de Barbie, Klaus-Jörg, que vivía en Barcelona.

Barbie envió 35 informes a sus mentores alemanes, a través del Coronel retirado del ejército alemán, Walter Drück que representaba en Bolivia a la empresa armamentística Merex, una tapadera del BND que suministraba armas a las dictaduras sudamericanas. Los informes de Barbie fueron considerados material de calidad, y por ellos recibió siete mensualidades de 5300 marcos alemanes cada una. Dos años antes, la Fiscalía de Hamburgo había pedido al BND información sobre Barbie. Hammersmidt sugiere que el BND se desentendió del asunto y que podría haber reclutado al nazi a cambio de olvidar su pasado. Nada más natural teniendo en cuenta que la administración alemana de posguerra estaba repleta de ex nazis que se ayudaban entre sí frenando e impidiendo cualquier investigación, como constató el tenaz fiscal Fritz Bauer.

Complicidad garantizada

El BND había sido creado bajo tutela americana por Hans Globke, el secretario y mano derecha de Adenauer. Globke era un jurista nazi autor de celebres justificaciones de la legislación racista nazi. El BND nació como una especie de servicio privado de Globke. A su frente estaba Reinhard Gehlen, otro nazi ex general de la Wehrmacht que ayudó a algunos de los 50.000 nazis que se calcula huyeron después de la guerra a América Latina, lavando allá el dinero que los nazis lograron salvar, a través de empresas alemanas que iniciaban entonces una nueva estrategia económica exportadora.

En ese ambiente, la protección de gente como Klaus Barbie o Adolf Eichmann aparece más como consecuencia lógica que rareza.

Como planificador del holocausto, Adolf Eichmann, nacido en 1906, ejecutado en Israel en 1962, era un pez mucho más importante que Barbie.

Los documentos de los servicios secretos alemanes desclasificados, muestran que los alemanes conocían el paradero de Eichmann en Argentina desde 1952. Eichmann fue secuestrado en Buenos Aires el 12 de mayo de 1960 en circunstancias y por motivos aun no aclarados, pese a la versión oficial. Con el tiempo parece confirmarse la afirmación del cazador de nazis Simon Wiesenthal de que, “en aquella época los israelíes no estaban interesados en Eichmann”, mientras que los americanos, posibles autores del secuestro, estaban concentrados en la guerra fría. Según Gaby Weber, una periodista alemana, fueron motivos vinculados a la guerra fría, y no un espíritu justiciero, los que determinaron el secuestro de Eichmann.

Encubriendo hasta hoy

Hasta el día de hoy, el BND alemán se ha distinguido por su pésima calidad y periódicas chapuzas, sea escenificando contrabando de plutonio soviético en los noventa, sea atentando con bombas contra su propia sede de la Unión Europea en Kosovo, vigilando a periodistas o filtrando crónicamente informaciones precocinadas a publicaciones como el diario Bild o el semanario Der Spiegel. Los políticos alemanes, desde Ludwig Erhard, hasta Helmut Kohl, pasando por Willy Brandt y Helmut Schmidt, han tendido a eludir al BND, que según malas lenguas no perdió ni un solo agente en el Este durante la guerra fría, por la sencilla razón de que no los tenía. El jefe del espionaje de la Alemania del Este, Markus Wolf, que trufó con sus propios agentes al BND, calificó en una ocasión de “boy scouts” a los empleados del servicio adversario.

Otra característica del BND, común a tantos servicios secretos, es su falta de transparencia sobre los fondos que maneja, así como sobre sus documentos especialmente los de las primeras décadas de posguerra que ya deberían haberse desclasificado. El servicio secreto ha intentado impedir la salida a la luz de los documentos, alegando que su publicación podía ser perjudicial. La ley federal sobre archivos establece que pasados 30 años todos los documentos deben ser accesibles. En casos sensibles el secreto se puede ampliar a 60 años, si media una resolución independiente. Sólo en dos ocasiones se ha exigido judicialmente superar ese bloqueo, una en 1977 en la que el acceso fue denegado. El segundo fue el caso Eichmann. El año pasado, el BND se negó a abrir la información, se les llevó a juicio y se ganó en abril, pero no entregó los 4500 documentos que afirmaba tener sobre el organizador del holocausto, sino sólo 3500.

En ellos no había nada sobre la colaboración nuclear entre Argentina e Israel en la que Argentina ponía el uranio, un tema que los alemanes han barrido bajo la alfombra. El contenido de los documentos no tiene gran relevancia exceptuando una veintena de ellos, dice la periodista Gaby Weber, promotora y ganadora del juicio contra el BND. El historiador Hammerschmidt, que también ha tenido que emprender acciones judiciales para acceder a documentos, dice que la “transparencia proclamada por el Ministerio de exteriores y el BND, va muy por detrás de lo que se declara”.

“Cuanto más bloquee el gobierno la publicación de los documentos sobre las primeras décadas de la República federal, tanto mayor se hará la sospecha de que aun hay muchos cadáveres pardos en el armario del BND”, dice el diputado Jan Korte, especialista en la materia.

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