La relación de los nazis con el fútbol es generalmente poco conocida a excepción del filme Evasión o victoria, inspirado en el “partido de la muerte” disputado en 1942 en la ocupada Ucrania entre un equipo integrado por jugadores de Kiev (miembros del Dynamo y del Lokomotive) y el potente Flakelf de la Luftwaffe, con un arbitro muy neutral… de las SS. Sin embargo, el recién fallecido Milivoj Asner, perseguidísimo criminal de guerra nazi, creó en su momento otro insólito vínculo entre el balompié y el nazismo: fue descubierto cuando disfrutaba tan ricamente en público de un partido de la Eurocopa. Sucedió en 2008 y fue un escándalo. Le retrataron periodistas del diario británico The Sun junto al estadio Worthersee de la localidad austriaca de Klagenfurt, la capital de Carintia, tomando copas entre aficionados croatas y disfrutando del ambiente del partido Croacia-Polonia (1-0).
Milivoj Asner, nacido en Daruvar, Croacia central, en 1913, fue jefe de policía en el estado croata títere de los nazis creado por la Ustacha -el movimiento fascista- durante la II Guerra Mundial. Tras la contienda, Asner huyó a Austria y cambió su nombre -con no demasiada imaginación, cierto- por el de Georg Aschner. Imputado por genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad -especialmente por sus acciones en la ciudad de Pozega, donde ejerció su cargo- se le acusaba de haber jugado un papel decisivo en el envío de judíos, serbios, gitanos y opositores políticos a los campos de concentración croatas, incluido el tan terriblemente célebre de Jasenovac. El policía filonazi fue reclamado en 2005 por Croacia, pero Austria se dedicó a poner trabas de tal manera que Asner ha muerto de viejo, a los 98 años, sin pasar cuentas con la justicia.
Estaba reclamado por la Interpol y era el cuarto nazi más buscado según la lista del Centro Simon Wiesenthal. Sin embargo, las autoridades austriacas aducían que estaba demasiado viejo para ser juzgado y que su estado mental no permitía llevarlo ante los tribunales, ni su salud extraditarlo. De ahí la sorpresa cuando el individuo apareció en plenos festejos de la Eurocopa tomando copas antes y después del partido de su selección con otros aficionados y del brazo de su segunda esposa Edeltraut. El exjefe de policía caminaba sin ayuda y se dedicó después del partido a pasear por la concurrida calle 8 de Mayo -por el día de la victoria, toma chirigota- deteniéndose para sentarse en cafés, charlando con los camareros y compartiendo bebidas con los animados aficionados futbolísticos.
Los periodistas ingleses incluso consiguieron que Asner les diera una entrevista al día siguiente, en la que, contradiciendo el parecer de los juristas austriacos, se mostró de lo más lúcido y saludable. Educado, muy preciso en su habla y exudando confianza, negó ser responsable de atrocidad alguna. Aseguró que su papel oficial era insignificante. También dijo que era mentira que ningún judío hubiera sido deportado a los campos desde Pozega. En realidad, según los historiadores, la comunidad judía entera de la localidad desapareció durante la II Guerra Mundial. Diferentes documentos de los archivos croatas muestran la implicación de Asner en el genocidio, incluyendo su firma en la autorización para deportar a 63 familias judías que fueron exterminadas. Al jefe de policía le gustaba especialmente enviar a las víctimas judías por Navidad, como regalo.
Efraim Zuroff, de la oficina de Wiesenthal y tenido por el mayor cazanazis mundial en la actualidad, mostró entonces su repulsa porque a un hombre que podía caminar y beber vino en los bares se lo considerara incapaz de responder de su pasado. “Está disfrutando de una vida que le negó a muchos cientos de víctimas a las que mandó matar”, manifestó Zuroff, que criticó que Austria le asignara a Asner doctores benevolentes para juzgar su condición. “Una parodia de justicia”, denunció.
A la cómoda estancia del viejo ustachi en Carintia no fue ajena probablemente la solidaridad de Jörg Haider, el ultraderechista que fuera gobernador de la región. “Debería poder vivir con nosotros los últimos años de su vida”, declaró al diario Der Standard. “Hace años que es un ciudadano de Klagenfurt, que vive pacíficamente aquí. Se trata de una familia simpática. Nosotros apreciamos mucho a esa familia”. ¡Cuánta razón tenía Thomas Bernhard!
La muerte de Milivoj Asner fue anunciada el pasado 14 de junio por un portavoz del centro de Caritas en Klagenfurt, donde estaba ingresado.
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