SILVIA CHEMEN/MUJER Y JUDAÍSMO
Bemidbar-Números 24:5/ Parashat Balak nos presenta una historia que, de no ser leída en el marco de la Torá, diríamos que pertenece a la literatura de ficción, a los relatos de la magia (tan famosos hoy en día).
En síntesis cuenta que Balak, rey de Moab, aterrorizado ante el avance del pueblo de Israel convoca a un brujo –Bilam ben Beor– para que los maldiga. Bilam es un brujo extraño, porque en realidad le consulta a Dios si puede atender esa demanda. Sí, al mismo Dios de Israel. Finalmente Adonai le permite ir, y le advierte que de su boca sólo saldrán las palabras que él mismo le indique. Después de un episodio más que interesante que los invito a leer en Bemidbar-Números Cap. 22, cuando él iba por el camino montado sobre su burra, se para en un terreno elevado para mirar al pueblo de Israel, al cual se suponía que iba a maldecir.
Y extrañamente, o no, en lugar de palabras de maldición pronunció el famoso versículo:
מַה-טֹּבוּ אֹהָלֶיךָ, יַעֲקֹב; מִשְׁכְּנֹתֶיךָ, יִשְׂרָאֵל
“¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus moradas, oh Israel!
Salieron de su boca, palabras de bendición.
Los comentaristas clásicos explican, desde su visión, por qué vio en las tiendas de Israel algo maravilloso, diciendo que Bilam estaba admirado por la distribución ingeniosa de las tiendas en cada familia de Israel, de modo que nadie podía ver lo que pasaba en la habitación de su vecino; otros entienden que en esa frase Bilam está alabando a los templos (tiendas) y a las casas de estudio (moradas) del pueblo de Israel.
Más allá de estas explicaciones, quisiera volver a la formulación de Bilam. Porque en apariencia pareciera ser una repetición.
Tiendas-Iaakov
Moradas-Israel.
Y creo que acá hay algo más para aprender acerca del concepto de bendición. Porque tienda y morada no es lo mismo, y porque Iaakov e Israel, a pesar de ser la misma persona, aluden a características diferentes de nuestro patriarca.
Cuando Bilam ve tiendas, ve el espacio físico, material del campamento del pueblo de Israel. Y liga el espacio de vivienda a Iaakov, a aquel personaje muy vinculado a los objetos y las ganancias. Aquel que peleó por su primogenitura, aún con métodos poco transparentes. Aquel que consiguió a su amada cambiándola por años de trabajo. Aquel que se encargó durante años de multiplicar el ganado de su suegro y quien no vaciló en llevarse el ganado más puro a la hora de separarse de él. Iaakov es sinónimo de tienda, de una vida que se mide en metros cuadrados, en cantidades, en estructuras fijas. Y eso, es necesario. La casa, el sustento, el trabajo, la buena ambición, el espacio físico que delimita y resguarda a la vez.
Pero no es suficiente.
La casa no es hogar. Y la tienda no es morada.
Eso se construye con otros materiales que no son del orden de la materia. Son de la dimensión del espíritu, es una construcción que sucede a partir del alma.
Y por eso, Bilam ve que el campamento de Israel no es sólo lo que se ve, en construcciones y espacios. Hay algo más. Hay moradas. Hay hogar.
Hay casas que albergan hogares.
Hay tiendas que crean moradas. Lugares para ser y crecer. Sostenidas por valores como el amor, el respeto, el cuidado –que son los materiales que se constituyen en los pilotes de cualquier hogar–. Eso ve Bilam, porque es vidente –no de futuros, sino de esencias–. Ve más allá de las tiendas y reconoce las moradas.
Por eso moradas es Israel. Porque nuestro patriarca Iaakov hizo un largo recorrido hasta llegar a ser Israel. Aprendió que no todo es el espacio material ni los bienes, que lo que se consigue no debe ser a cualquier precio, que el límite enseña, que la promesa era la descendencia y no la propiedad… Y cuando se enfrentó con el ángel, con un enviado de Dios, o con su propia conciencia y luchó y luchó hasta que despuntó el alba, dejó de ser Iaakov para pasar a ser Israel. Dejó de entender la vida sólo desde la perspectiva de la tienda, para comenzar a valorar lo imprescindible de construir moradas.
Qué maravillosas son tus tiendas y tus moradas, pueblo de Israel. Así fue la bendición y así es como comenzamos nuestra Tefilá cada mañana. Materia y espíritu, espacio y esencia, objetos y sentidos, son los que harán de nuestras vidas y de cada uno de nuestros días, una verdadera bendición.
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