ReVista del Medio Oriente
Hoy se cumplen 17 años del atentado del 18 de julio de 1994 cuando a las 9:53 de la mañana, un automóvil con explosivos destruyera la sede la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en el corazón de Buenos Aires, llevándose la vida de 85 personas e hiriendo a más de 300.
Mañana serán también 17 los años transcurridos desde el atentado en Panamá contra el avión HP-1202AC. El 19 de julio de 1994, un día después de la matanza de la AMIA, un terrorista suicida detonó su bomba a los cinco minutos del despegue: 20 personas fueron asesinadas a bordo del vuelo 901 de Alas Chiricanas. Entre ellos, 12 judíos.
Unos dos años antes, el 17 de marzo de 1992, otro atentado había conmocionado a la nación argentina: 29 muertos y 242 heridos fue el saldo de la explosión de la Embajada de Israel en Buenos Aires.
En todos estos casos, se atribuyó la responsabilidad a Irán y a su brazo ejecutor, el grupo terrorista chií Hezbollah (1, 2, 3).
Sin embargo, tras infernales vaivenes judiciales, las víctimas siguen pidiendo justicia ya que los culpables no han sido aún juzgados y los principales imputados campan a sus anchas por todo el continente latinoamericano instalando bases de entrenamiento o recaudando fondos. Mientras algunos gobiernos y expertos en contraterrorismo lo denuncian, los dirigentes políticos miran para otro lado y los medios no se interesan.
Durante los años 80, Hezbollah cometió diversos atentados terroristas contra intereses occidentales, especialmente estadounidenses, pero a partir de los años 90 centró sus esfuerzos en atacar objetivos israelíes y judíos a la vez que en expandir su mensaje a lo largo del mundo.
Consciente de la trascendencia de los medios de información, en 1991 el grupo terrorista creó en Beirut la cadena de televisión Al-Manar y a principios del 2004 consiguió expandirse a toda Latinoamérica, gracias a un acuerdo con el gobierno español, que les permitió transmitir su mensaje a través del satélite Hispasat.
Tras una denuncia de la Federación de Comunidades Judías de España y una serie de acciones europeas y estadounidenses contra Al-Manar, el gobierno español decidió prohibir dichas retransmisiones.
El ministro de Industria, Turismo y Comercio, José Montilla anunciaba en 2005 ante el Congreso de los Diputados que desde:
“el 23 de junio los mensajes de Hezbollah no llegan a América Latina utilizando el satélite español Hispasat, con lo cual el Gobierno español pone fin a una situación que nunca debió producirse y que, desde luego, no es responsabilidad de este Gobierno”.
Lo que sin duda resultó un duro golpe para los intereses expansionistas del grupo terrorista no pudo sin embargo frenar su “incursión americana”, que ya había empezado años atrás.
El 23 de junio de 2002 el diario Chileno “El Mercurio” informaba de que:
El comerciante libanés y ex usuario de la Zona Franca de Iquique (Zofri), Assad Ahmad Mohamad Barakat, fue detenido ayer por la Policía Federal de Brasil (PF) acatando una orden de captura internacional por sus presuntas vinculaciones con el brazo armado del movimiento islámico Hezbollá.
La presencia de Assad Ahmad Mohamad Barakat había sido detectada incluso un año antes, y según explica el mismo diario:
Disponía también de negocios en Ciudad del Este, Paraguay, y lo último que se supo de su paradero fue que se había establecido en Brasil. Incluso en mayo último puso a disposición del cónsul de Chile en Curitiba un poder notarial para poner término a su relación con una de sus empresas.
En el año 2006, la Oficina de Asuntos Públicos del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos denunciaba la existencia de una Red de recaudación de fondos para Hezbollah en la Triple Frontera (Argentina, Brasil, Paraguay) y el norte de Chile:
“La red de Assad Ahmad Barakat en el Area de la Triple Frontera es una de las mayores arterias fiancieras hacia Hezbollah en el Líbano”, dijo Adam Szubin, Director de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC)”.
La Triple Frontera, como así también Venezuela, México y Colombia son, según los expertos en contraterrorismo, las puntas de lanza de una red que busca asentarse en la región.
En octubre del 2008 la policía colombiana desbarataba una red de narcotraficantes para financiar al grupo terrorista y en 2010, el diario kuwaití Al-Seyassah denunciaba que México habría frustrado los intentos de Hezbollah por establecer una red sudamericana.
En lo que a México se refiere, su importante colonia de ciudadanos de origen libanés, su frontera con Estados Unidos y su papel en la red del narcotráfico internacional lo harían uno de los centros clave de Hezbollah en territorio latinoamericano.
Con respecto a lo que convierte a Argentina y Venezuela en suelo fértil para el grupo terrorista, Ely Karmon, Investigador Especialista en el Instituto de Política Internacional para el Contra – Terrorismo, y el Instituto para la Política y Estrategia, en el Centro Interdisciplinario de Herzliya, señalaba en su estudio del 2006, Hezbollah América Latina ¿Grupo extraño o amenaza real?:
En tanto que el grupo venezolano se basa en indios nativos wayuu, con sólidos antecedentes izquierdistas y una retórica revolucionaria, el grupo argentino parece incluir elementos de derecha radical combinados con izquierdistas populistas; ambas tendencias con relaciones muy estrechas con la comunidad chiíta árabe local y el régimen iraní.
Sean los que sean los motivos sociológicos, psicológicos, estratégicos o meramente económicos, no cabe la menor duda de la preocupación existente con respecto al establecimiento de bases de actuación de Hezbollah en América Latina. El 7 de julio de 2011, Roger Noriega, ex subsecretario de Estado para América Latina aseguró ante los miembros del Comité de Seguridad de la Cámara de Representantes que tras varios años de investigaciones “se pueden identificar 80 células operativas en 12 países de la región, (las zonas más preocupantes son Brasil y Venezuela y el Cono Sur).
Teniendo en cuenta las constantes señales de alerta que se han ido intensificando en los últimos meses, resulta sorprendente la poca cobertura que está recibiendo esta información. ¿Existe un verdadero motivo de preocupación? ¿Están los gobiernos colaborando en el establecimiento de dichas bases o por el contrario le están poniendo remedio? ¿Hasta dónde han llegado ya? ¿Qué fines persiguen? Más allá de tímidas reseñas, convendría que los medios ahondaran más en analizar la amenaza del grupo terrorista en América Latina.
Especialmente en estas fechas que nos recuerdan lo que Hezbollah es capaz de perpetrar.
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