STEPHANIE GOLDBERG
Ésta es una entrevista hipotética contestada con pasajes de los libros de este gran autor.
“Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado de forma tan desacertada como ahora estás a punto de obrar.” Viktor Frankl
Es el año 2011; nos encontramos en un bello lugar, lleno de árboles, pasto verde brillante y unas cabañas naranjas. Si no conociera el nombre del lugar, no podría adivinar los crímenes contra la humanidad que sucedieron aquí, en Auschwitz, campo de exterminio nazi ubicado en Polonia. Estamos en la barraca naranja en la que durmió en el año 1944 nuestro personaje, Viktor Frankl.
Viste un traje negro con camisa azul claro así como una corbata, acompañado de un abrigo que lo mantiene abrigado del frío, a diferencia del uniforme de rayas, utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, que permitía que la temperatura bajo cero del ambiente penetrara en su cuerpo.
Frankl regresa al lugar en donde desarrolló su teoría psicológica, basada en sobrevivir a las atrocidades que observaba día a día. Lo interrogamos acerca los cuestionamientos que surgen acerca del sentido de la vida y las motivaciones del ser humano.
El Dr. Frankl comenta que no considera necesario describir tanto el espanto y el horror de la vida en el campo de concentración. Su interés reside en el hombre y cómo éste logra sobrellevar la presión de una situación tan extrema. No se concentra en culpar, juzgar y acusar, se queda por completo dentro de los límites del escarmiento y de la superación de lo insoportable. Revela y a la vez advierte de lo que el hombre es capaz, tanto por las crueldades que inflige al otro, como por su capacidad de aguantar el sufrimiento y de lidiar con él. Utiliza su experiencia como un testimonio sobre la fuerza del espíritu humano para enfrentarse a sí mismo y a la vida.
Respalda su teoría con cualquier situación vivida, es posible experimentar esta fuerza del espíritu para vivir por un sentido, asumir su responsabilidad e instituir su libertad. Constituyendo estas tres capacidades como las características principales de la existencia.
Estamos sentados en una litera: apenas cabemos los dos pero, en 1940, dormían entre 9 y 11 personas; si uno quería dar la vuelta todos tenían que hacerlo. Pensar en tener que compartir mi noche, mi momento de sueño, me hace cuestionarme ¿qué pasaba si alguien tenía pesadillas? y recuerdo que en algún momento, escuché: “Si alguien tenía pesadillas, preferíamos no despertarlo porque nada era peor que abrir los ojos a la realidad que estábamos viviendo”.
Frankl evita hablar de sus experiencias durante el Holocausto, de la pérdida de sus seres queridos. No considera que ese capítulo de su vida sea lo más importante para él, si no únicamente el hecho de concentrarse en observar a la humanidad comentando que “…hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la raza de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone sólo de hombres decentes o de indecentes, así sin más ni más. En este sentido ningún grupo es de raza pura y, por ello, a veces se podía encontrar entre los guardias a alguna persona decente”.
Intento que me platique acerca de los momentos que vivió durante la Segunda Guerra Mundial, pero es tajante al expresar que ése es sólo un capítulo del libro de su vida, que no constituye la historia completa. Ese capítulo, lo único que le aportó fue la reflexión profunda acerca del sentido de vivir.
Sobre la decisión personal de los seres humanos al efectuar actos tan terribles como los sucedidos en esa época, Frankl es vehemente al señalar: “Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino. Ése es realmente el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padre Nuestro o el Shemá Israel en los labios”.
Víctor Frankl sigue teniendo esperanza en la bondad del ser humano, pero no niega la maldad que abunda en la raza humana, destacando que cada quien toma su decisión, su camino.
Pensando en los pretextos que escuchamos día a día sobre las acciones erróneas que tratamos de justificar con circunstancias ajenas a nosotros pero olvidamos que nosotros tenemos la libertad de decidir hacer las cosas bien sin culpar a otros por nuestros errores.
Frankl dice: “El interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida, razón por la cual el hombre está dispuesto incluso a sufrir a condición de que ese sufrimiento tenga un sentido”. Su respuesta acerca de la existencia del hombre me deja pensando, evaluando mi propia vida: todos buscamos el placer, evitamos el dolor, pero cuando encontramos un sentido vamos más allá: no nos molesta el dolor ni nos preocupa el placer porque existe un final, un camino que seguir.
Hablando sobre este sentido surge el gran cuestionamiento: ¿Hacia dónde vamos? Y Frankl contesta así: “El sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro, de una hora a otra. Así pues, lo que importa no es el sentido de la vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo en un momento dado. No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su propia misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. En una palabra, cada hombre se pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la vida. De modo que la logoterapia considera que la esencia íntima de la existencia humana está en su capacidad de ser responsable.”
Termina con el siguiente párrafo: “Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber que lo que en verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después enseñar a los desesperados, que en realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino, qué espera la vida de nosotros”. Demostrándonos en tan pocas palabras su modo de ver la vida, todo es un aprendizaje, inclusive el dolor, el recuerdo de momentos indescriptibles como su paso por Auschwitz.
Mientras encontremos qué espera la vida de nosotros y nos empeñemos en seguir ese camino, ese sentido, todo lo que sucede alrededor, solamente está allí.
No puedo evitar cuestionar mi propia existencia, mi sentido, mi camino. Viktor Frankl lo encontró y espero encontrarlo algún día.
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