LEÓN OPALÍN
La llegada de los árabes a España en el siglo VIII y la presencia de los judíos, marcó el inicio del esplendor del Imperio Español; la convivencia fraternal de tres religiones en esa nación derivó en un desarrollo cultural durante ocho siglos, la denominada Época de Oro de España, que vino a menos cuando la Corona Española instigada por la Iglesia Católica, instauró la Santa Inquisición para combatir a los infieles, tal como hoy día los fundamentalistas islámicos tienen su YIHAD, Guerra Santa. Con una actitud segregacionista, detrás de la cual había múltiples intereses políticos y económicos, el Santo Oficio persiguió y expulsó de España a los infieles musulmanes y judíos; contra estos últimos fomentó mitos de fe que hasta el presente son la base del rechazo al Pueblo Elegido.
En el siglo XXI, el antisemitismo vuelve a estar de moda en España, muchas veces disfrazado de antiisraelismo, ello a pesar de la existencia de un gobierno en el que predominan los socialistas, supuestamente defensores de los derechos humanos. Cabe destacar que en el presente, en alrededor de un tercio de la población Ibérica (incluyendo a los portugueses) corre sangre judía, hecho comprobado genéticamente. Así, en el contexto del distanciamiento de españoles y judíos por 500 años, ambos pueblos restablecieron sus lazos históricos con la creación de embajadas en Madrid y Tel Aviv, respectivamente, en 1986. Sin embargo, después de 25 años de relaciones diplomáticas no se ha logrado consolidar la amistad histórica entre estos dos pueblos, el embajador saliente de Israel en España, Raphael Shutz (RS), en una carta publicada en el periódico El País de Madrid en julio pasado, señala que “no se han podido borrar los muros de distanciamiento y hostilidad, sedimentos que se han acumulado a lo largo de cinco siglos”.
R.S indica que a diferencia de lo que sucedió en otros países de Europa, en España no hubo convivencia cotidiana con judíos durante 500 años; el español común conoce a Israel básicamente por lo que la prensa difunde y cree que en este último país sólo hay ultra ortodoxos y soldados, lo que ha ayudado a proliferar estereotipos de los judíos basados en un telón histórico de prejuicios; por lo demás, en medio de la crisis política que vive España, existen grupos interesados en desviar la atención de la población de la misma, y el antisemitismo, se vuelve en un tema útil para este propósito.
La visión que presenta la prensa de España sobre Israel no es equilibrada, ignora que ese país en seis décadas se ubicó entre las primeras veinte economías del mundo, atrás de ello ha estado un esfuerzo continuo de lucha para salir adelante a pesar del continuo cuestionamiento de la legitimidad de ese Estado. En este sentido, Raphael Shutz consigna que más allá de las críticas legítimas que los españoles pueden tener hacia las políticas de Israel, surge una crítica aberrante que incluso considera “que la creación del Estado de Israel fue un error histórico y sería mejor que desapareciera, lo que sería la solución ideal, para resolver el conflicto en el Oriente Próximo”; Shutz afirma que Israel es hoy día el único país del mundo que es objeto de expresiones y opiniones radicales de esta índole.
Raphael Shutz indica que los prejuicios antijudíos medievales de los españoles son alimentados por la prensa que se nutre de la información que le proporciona más de 20 representantes de los medios de comunicación españoles en Jerusalén; los cuales no cubren el Israel de la diversidad cultural, el alto nivel educacional, la creatividad y la innovación, el éxito de la economía y el gran florecimiento cultural y avance tecnológico, cubren únicamente los conflictos en los que principalmente victimizan a los palestinos.
El antisemitismo persiste en España después de cinco lustros de relaciones diplomáticas entre Israel y España; “25 años son insuficientes para superar la desconexión histórica entre dos pueblos”. Restablecer un puente para salvar el abismo entre judíos y españoles no es fácil de tender, sobre todo cuando en Europa la nueva izquierda, los extremistas xenófobos radicales de derecha y los integristas islámicos de todo el mundo pretenden deslegitimizar la existencia de Israel; estas ideologías no sólo representan una amenaza para Israel, sino para la estabilidad mundial. El reciente doble atentado que se registró en Noruega, y los que le han precedido en todos los continentes evidencian la irracionalidad y la intolerancia hacia el multiculturalismo que está creando la globalización.
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