Echeverría y su voto en la ONU-y cómo lidió con ello la Comunidad Judía de México

 

MARIO NUDELSTEJER T

El Presidente de México no entendió qué era el Sionismo, tras su viaje tri-continental y una visita a Israel.

En su afán de protagonismo y buscando su elección como Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas como adalid de los países entonces denominados del Tercer Mundo, a principios de 1975 el Presidente Luis Echeverría se embarcaba en un viaje que lo llevaría por tres continentes, el europeo, el asiático y el norte de África (léase países árabes,), e Irán. Pero cuando anunció la oficina de Prensa de la Presidencia ese plan, en la Comunidad Judía de México surgía una enorme sorpresa: no tenía contemplado, pese a su cercanía al visitar Egipto, de pasar por el Estado de Israel.

En la Embajada de Israel salía de su gestión como titular Elhanan Ainor y se recibía como embajador a Shaul Rosolio, quien había sido Jefe de la Policía en Jerusalem. Sin embargo y por razones protocolares, la representación diplomática no podía intervenir en las decisiones de México respecto a dónde quería su presidente viajar.

Por ello, siendo Sergio Nudelstejer Presidente interino del Comité Central Israelita de México (CCIM) tras la muerte en funciones de Fernando Jeno, hizo contacto con la Secretaría Particular de la Presidencia y con la Secretaría de Relaciones Exteriores, para que en ese viaje y en “honor a la equidad en la política exterior del país”, el Presidente Echeverría incluyera a Israel en su planificación del periplo mundial.

Es de considerarse que en Israel jamás se había recibido a un mandatario mexicano y, con la anuencia de la Presidencia a la solicitud que planteaba el CCIM, se incluyó al Estado judío en el viaje presidencial, que tendría efecto tras la estancia del líder mexicano en Egipto. Y el día llegó en que partió el Presidente Echeverría a ese viaje que duraría aproximadamente tres semanas y que culminaría con su estancia en Nueva York, para asistir a las Naciones Unidas como invitado, donde dictaría una conferencia.
Ante la respuesta positiva de que Echeverría aceptaba encontrarse con los líderes de Israel, había que disponer al gobierno de ese país para recibirle. Uno de los detalles ilustrativos era que en el Estado hebreo no se acostumbraba hacer mucho énfasis en esas visitas, pero el Presidente mexicano, como se hace aquí, debía ser recibido con todo el beneplácito. Y Nudelstejer acudió rápidamente a convencer al gobierno, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores que encabezaba Shamir, de recibirle desde el aeropuerto “Ben Gurión” y por toda la ruta hasta Jerusalem, con una decoración de banderitas de ambos países en cada poste de alumbrado y displays de su foto con textos de bienvenida. Lo mismo se sugirió para todos sus trayectos, incluida su estancia en el Kibutz “Ginosar” a orillas del lago Tiberiades, o Kineret. Asimismo, Sergio Nudelstejer llevó una cantidad de material para ser utilizado en notas televisivas y radiofónicas de lo que es México, y para sendos reportajes en medios escritos a difundirse durante la estancia de Echeverría.

Por fin, desde el inicio de ese viaje con el Presidente de la República iba una delegación de periodistas de todos los periódicos y noticieros, y varios de sus colaboradores más cercanos, incluido el entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Lic. Emilio O. Rabasa. Pero, lo más simpático, es que llevaba también un Chef, cocineros y hasta una tortillera, quienes en las cenas que ofrecería a sus homólogos en cada país prepararían comida mexicana, en claro objetivo de promoción.

Puede uno imaginarse la sorpresa en las cocinas de los grandes hoteles, la invasión de una tropa que, a manera de fonda típica, se dedicaron a la preparación de los manjares gourmet que degustamos aquí y pondrían el toque de distinción turística y, luego, en jaque los estómagos de quienes asistirían a los eventos mexicanos en las visitas de nuestro Presidente, a dos años del término de su administración, cuando sentía que el tiempo se le acababa, que sonaría la campana, y no la de Dolores sino la del Round como en el boxeo, para sus propósitos tercermundistas.

De hecho, una sobresaliente visita lo fue a Irán, donde se entrevistó con el Shah Reza Pahlevi quien a la sazón era “amigo” de Israel y después recibiría asilo aquí. Pero antes de llegar a Israel, visitó Egipto. Ahí, en El Cairo, se entrevistaría con Yasser Arafat, por ese tiempo cabeza de la Organización Para la Liberación de Palestina (OLP), hoy conocida como Al Fatah, a quien después de una gran charla le ofreció la posibilidad de abrir una “oficina de información de su movimiento” en México. Ese era un claro y nefasto regalo que, como cachetada con guante blanco, le ofrecía Echeverría a Israel antes de llegar. Ese era su carácter, el afán de confrontación con tal de ganarse el beneplácito de las mayorías automáticas del círculo soviético que apoyaba incondicionalmente al mundo árabe en todos los foros, incluido el Tercer Mundo del que Echeverría se sentía líder.
En Egipto, de igual manera se entrevistó con el Presidente de aquel país, Anuar El Sadat, ante quien sugiriera la posibilidad de una entrevista con el Primer Ministro Itzhak Rabin, pero lo rechazó. Y no sería sino hasta 1979 cuando se generara, ya durante la gestión de Menahem Begin, la primera visita del mandatario egipcio a Israel, que llevaría a un tratado de paz que hoy subsiste precariamente y permaneció vigente durante el régimen de Hosni Moubarak, tras el asesinato de Sadat por miembros de la secta de los sikhs de su guardia personal.

Para el pueblo israelí el arribo de Echeverría fue todo un acontecimiento por la profusión de noticias sobre México, por la parafernalia en el recibimiento, por el derroche en las movilizaciones de una delegación de tal tamaño.
Se le llevó a visitar las instalaciones militares en el Golán, donde se le explicó el por qué de su retención como amortiguador táctico. Le acompañaron a los lugares santos, incluido el Muro Occidental (o de los Lamentos), y a los sitios religiosos musulmanes y cristianos. También se le recibió en el Kibutz Guinosar donde se le explicó cómo funciona el sistema de colectivismo que le hizo famoso a Israel, y por ello su capacidad productiva en alimentos y la nueva conversión de la agronomía en agroindustria.

En esa visita, se procuró que asimilara las razones de seguridad y la preocupación por la misma existencia del Estado, ante las amenazas de sus vecinos. Y a pesar de ellas, la gran industriosidad del israelí. Asistió a la Universidad Hebrea de Jerusalén donde recibió un Honoris Causa y constató los avances científicos y tecnológicos, lo mismo que vio el desarrollo en el Instituto Technion de Haifa. Y en razón a la cultura, se le paseó por los centros más importantes como el Museo de Israel, y el Hospital Hadassa con los vitrales de Chagall. Se le explicó lo ocurrido en el Holocausto con una visita amplia a Yad Vashem, donde se entrevistó con sobrevivientes y testigos de las persecuciones. Y estuvo también en una sesión de la Knesset (Parlamento) donde se le recibió con la altura de su investidura.

Toda esta entrega al pleno conocimiento de lo que es el único Estado Judío, aparentemente había permeado en las ideas del Presidente Echeverría. Los miembros de su gabinete que le acompañaban, a cada paso mostraban su sorpresa ante los adelantos y el respeto al pasado milenario del Judaísmo. Y la vista concluyó con el refrendo de ambos gobiernos para ensanchar los lazos que les unen.

Los Medios de comunicación hacían gala de sus amplias posibilidades para mantener al público en México informado de todos los acontecimientos, jornada a jornada. Sin embargo, nadie se esperaba la reacción de Echeverría ante la moción en la Tercera Comisión (de Derechos Humanos) de la Asamblea de 1975 que equipara al Sionismo con una forma de racismo, y nadie se preocupó. Pero cuando la aceptación en esa comisión pasó a votación en la Asamblea General, aquella mayoría automática de países comunistas y árabes promovieron su aprobación, ante la sorpresa del mundo. Y Echeverría había dado órdenes de votar a favor.

Esta decisión venía motivada con antelación, pues en México se había incluido una opinión similar en la Conferencia Mundial por el “Decenio de la Mujer” y aparecía en la “Declaración de México” para la promoción y empoderamiento de la mujer en el orbe, que igualmente fue signada por el Presidente Luis Echeverría; ¡no podía ser menos!

Hubo quienes, entre los periodistas, apuntaban que la diferencia entre el mundo árabe e Israel era una brecha casi insalvable. Comentaban que en tanto los mejores hoteles de Egipto tenían una población residente de cucarachas, en los israelíes era como si se viviera en el Primer Mundo. La comparación, aunque éstas son siempre odiosas, era evidente. Pero ello no movió al Presidente mexicano a entender las repercusiones del voto en la ONU sobre el Sionismo, que terminaba siendo también odioso.

Ante esta situación, la reacción de las principales y más influyentes organizaciones judías en Estados Unidos no se hizo esperar. Declaraban que si México consideraba el Sionismo como una forma de racismo, se colocaba entre los países que aborrecían a los judíos, y por ello se abstendrían de venir a hacer turismo y así lo promoverían entre sus miembros. Y a la Comunidad en México los Medios inquirían en qué posición estaba: “si a favor del boicot turístico, a favor de Israel y los estadounidenses, en contra del país, o en contra de esa acción y a favor de México”. ¡Difícil posición para tomar partido!

Lo que quedaba era enfrentar la situación para resolverla. Lo que quedaba, era acercarse a Echeverría para buscarle una solución en la que su opinión era fundamental. Y así se procedió.

En un desayuno en la Residencia Oficial de “Los Pinos”, Sergio Nudelstejer, en su calidad de Presidente del Comit´e Central Israelita de M´exico y vocero de los delegados de la institución representativa de la comunidad ahí reunidos, le explicaría a Echeverría lo que significaba el Sionismo como movimiento de liberación nacional del Pueblo Judío para su autodeterminación. Y, al parecer, es entonces que Echeverría (fingido o no), entiende lo que representa este término, y reconoce que hubo lagunas en su información. Sin embargo, aprovecha para afirmar que México recibió durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial a una cantidad significativa de refugiados. Mas el liderazgo comunitario le respondió que así había sido, efectivamente, pero que muchos de esos refugiados tenían en el país 40 años siendo apátridas. (Esto ya lo hemos tratado en una colaboración anterior, en Enlace Judío).

Para concluir ese desayuno de trabajo, el Presidente pidió se acercara el Secretario de Relaciones Exteriores, Emilio Rabasa, a quien sugería acudir a Nueva York para hacer las aclaraciones pertinentes ante las instituciones judías norteamericanas. Y una vez más intervenía la dirigencia comunitaria con el fin de señalar que el foco central de tensión era en Israel, y no en Estados Unidos, por lo cual se le ordena al Canciller viajar inmediatamente a Jerusalén para hacer las aclaraciones pertinentes.
Viajaron a Israel el Lic. Rabasa acompañado de Sergio Nudelstejer y se entrevistarían ahí con el Primer Ministro Rabin ante quien, en privado pero con la presencia de un periodista de Agencia, Rabasa le comentó: Forget and forgive, que el reportero no tardó en transmitir al mundo como: “México pide perdón a Israel”. Y este comentario enfurecería tanto a Echeverría, que pudo haber dado marcha atrás a los tratos para resolver la crisis, señalando públicamente que: “¡México no pide perdón a nadie por sus decisiones soberanas!”, sin embargo la presión política del momento hacía necesario mesura.

De igual forma que en Israel, Rabasa acudiría a la ONU para explicar que, en razón a que nuestro país comprendía el peso por la pérdida de territorios, es que había optado por votar contra el Sionismo, pero sin embargo conceptuaba al Sionismo como legítimo en sus objetivos por la autodeterminación e independencia judía en su tierra ancestral.

Finalmente, con otras acciones el gobierno de Echeverría, como la aceptación de que la línea aérea El Al viajara a nuestro país, se daba un giro de 180 grados a la situación generada, que sería luego resuelta totalmente por el Presidente José López Portillo y su acercamiento de nuevo hacia Israel y las instituciones judías en Estados Unidos. Con López Portillo se recibió por primera vez a un Presidente israelí, al Dr. Efraín Katzir, y se amplió la relación comercial de ambas naciones, siendo México uno de los principales destinos turísticos de los judíos por todo el mundo, y la comunidad, ejemplo de cohesión y unidad.

En medio de toda esta marea de decires políticos, la inquietud en la comunidad había sido avasalladora. La confrontación en la que se vieron las organizaciones, especialmente el CCIM, fue nunca esperada. Y ello es una lección que sienta un precedente a seguir: Las comunidades, en tanto minorías, deben buscar siempre la orientación de sus gobiernos hacia lo que les es imperativamente propio, y en este sentido hay que tener la entereza suficiente para promover e influir en la opinión pública de forma positiva. Aunque no estamos exentos de sorpresas, será imperativo seguir de cerca cómo vota nuestro país en los foros internacionales, pues aunque nos queramos desligar de nuestro nexo con Israel, este es obvio e indivisible, como no podemos alejarnos de nuestra relación con todos los judíos en el mundo.

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