MOISÉS NAÍM/EL PAÍS
Según el comentarista Christopher Hitchens, “la crisis financiera de Estados Unidos es el más reciente ejemplo de la tendencia que amenaza con poner a ese país a la par de Zimbabue, Venezuela o Guinea Ecuatorial”. ¡No!, contraataca Nicholas Kristof, influyente columnista del New York Times: “Es la mala distribución de los ingresos la que pone a EE UU al mismo nivel que repúblicas bananeras como Nicaragua, Venezuela o Guyana”. Nada de eso, afirma Vladímir Putin, “lo que sucede es que EE UU es un parásito que vive a costa de la economía global”. Para Mitt Romney, precandidato presidencial republicano, el problema es que “EE UU está a punto de dejar de ser una economía de mercado”. Y Barack Obama lamenta que su país “no tenga un sistema político AAA, en consonancia con su crédito AAA”.
En estos días es demasiado fácil concluir que EE UU es un desastre y que no podrá seguir siendo el país más poderoso del mundo. Para quienes aún tenían dudas sobre la supremacía estadounidense, el vergonzoso proceso de negociación sobre el límite de la deuda fue la confirmación final: la superpotencia está en caída libre. Y, por supuesto, el hundimiento de la Bolsa de Valores y la posibilidad de que la economía esté entrando de nuevo en recesión no son sino manifestaciones adicionales de la imparable debacle americana.º
Esta conclusión, que tan obvia parece, es errada.
Primero. Wall Street, el Pentágono, Hollywood, Silicon Valley, las universidades y otras fuentes de donde emana el poder estadounidense siguen sólidas. La Bolsa ha caído y habrá recortes presupuestarios que afectarán a sectores como las Fuerzas Armadas, por ejemplo. Pero aun así, la actual ventaja de EE UU sobre sus rivales es tan enorme que esos recortes no lo desplazarán del primer lugar. Ejemplo: solo su flota de guardacostas tiene más navíos que todos los barcos de las 12 marinas de guerra más grandes del mundo. No es en vano que EE UU gasta más en defensa que los demás países. En el resto de las áreas estratégicas, la superioridad estadounidense sigue siendo indiscutible.
Segundo. El poder absoluto no importa. Lo que importa es el poder relativo respecto a los rivales. Aunque EE UU pueda estar declinando en poder absoluto, sus competidores también tienen problemas y se enfrentan a difíciles amenazas internas y externas, políticas y económicas.
Tercero.La demografía. En casi todos los países ricos la población crece muy lentamente o disminuye. En EE UU aumenta. Además, continúa siendo el polo de atracción de talento más poderoso del mundo. También es el país que más rápido integra y mejor provecho saca de los inmigrantes, especialmente de los mejor formados.
Cuarto. Cuando el mundo entra en pánico financiero y los inversionistas buscan un refugio seguro para sus ahorros, ¿adónde se dirigen? A EE UU. Cuando todas las Bolsas se despeñaron, el apetito por comprar bonos del Tesoro estadounidense batió récords. Fue tanta la demanda de esos bonos, que su rendimiento cayó al nivel más bajo de la historia. A los inversores no les importó que su capital fuese mínimamente remunerado ya que su prioridad era asegurarse de que estaban colocando su dinero en las arcas de un Gobierno que no les dejaría de pagar. Sorprendente, ¿no? Estamos hablando del mismo Gobierno y los mismos bonos cuya solvencia está siendo ferozmente cuestionada. Ni siquiera el hecho de que la calificadora de riesgo Standard & Poor’s haya degradado los bonos soberanos de EE UU produjo una fuga de capitales.
El mercado financiero mundial dio una respuesta contundente a quienes mantienen que el lamentable debate en Washington sobre el límite de la deuda hizo un daño irreversible al crédito estadounidense. Esa idea puede resultar bien en editoriales y tertulias radiofónicas. Pero quienes saben de dinero, la despreciaron olímpicamente. Los inversores hablan con decisiones, no con palabras. Y sus decisiones señalan que ellos creen que EE UU sigue siendo el país más seguro del mundo.
Quinto. La influencia de ideas radicales y destructivas será transitoria. El ascenso de grupos con ideas extremistas que súbitamente adquieren una influencia significativa y dominan la escena política para después desaparecer con igual rapidez, es un fenómeno recurrente en EE UU. El macartismo o los diversos movimientos populistas son algunos ejemplos de esto. Ross Perot es otro. Y el Tea Party será uno más.
¿Afronta EE UU enormes problemas? Sí. ¿Está debilitado? Sí. ¿Más que otros países? No. ¿Seguirá siendo en el futuro previsible el país más poderoso del mundo? Sí.
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