SHULAMIT BEIGEL (LONDRES)
Quien no haya probado un Beigel en el Beigel Shop de Londres, no sabe lo que es bueno. Y miren que se los dice… una Beigel.
Íbamos a salir bien temprano a Francia mi esposo y yo, pero habíamos celebrado el cumpleaños de una amiga la noche anterior hasta muy tarde, perdimos el tren, y sin mucho que hacer le sugerí que fuésemos a comernos un beigel. Mi esposo se rió burlándose por supuesto y me respondió que “ya teníamos beigel en casa”, es decir, yo.
Así que nos dirigimos a Brick Lane. Yo no conocía esta zona, y cuál no sería mi sorpresa cuando vi mi apellido, sí, mi apellido sobre la vitrina.
Lo primero que se me ocurrió fue que tal vez tenía yo un familiar inglés desconocido, o que tal vez algún tatarabuelo había sido caballero de la reina de Inglaterra y que, castigado por algo, había terminado haciendo beigels.
Mientras que algunos, como mi amigo David Goldsmith, presumían que sus ancestros se dedicaban al oro, yo de niña sufrí al enterarme de que mi apellido era una rosca con un agujero.
Según todos los diccionarios, el bagel, que a veces se escribe también beigel, y en Yidish בײגל beygl, es un pan que se elabora con levadura de trigo y que generalmente tiene forma como de anillo. Se cocina en agua metiéndose luego al horno, para obtener un rollo espeso con un cubrimiento exterior ligeramente crujiente. Eso es todo. Eso era yo, un beigel, pues así me llamaba.
Pero les estaba contando que aquel día, en vez de viajar a Francia, nos dirigimos a Brick Lane, una calle larga del barrio londinense de Tower Hamlets y cuyo nombre proviene del idioma bengalí ব্রিক লেন. Tower Hamlets es lo que conocemos como una Delegación, lo que los ingleses llaman borough, y se encuentra en la parte Este de la ciudad, al norte del río Támesis, cubriendo una gran zona del tradicional East End.
Aunque hoy en día los judíos se han ido a vivir a otros suburbios y el lugar se ha convertido en el corazón de la comunidad bangladesí, en un pasado este fue el centro, el corazón, de una comunidad judía muy activa, con sus restaurantes, su teatro, sus mercados… y sus beigels.
Anteriormente la calle se llamaba Whitechapel Lane. Su nombre actual, Brick Lane, se debe a la antigua elaboración de ladrillos y azulejos en Inglaterra, que se inició en el siglo XV y que empleaba los yacimientos de arcilla de esta zona.
Pero lo que a mí me interesaba es que, aquí, en Brick Lane, se encontraba la que se considera una de las panaderías de “bagels” o “beigels”, como lo escriben los ingleses, más populares del mundo. Tal vez aquí podría encontrar el origen de mi nombre.
Picada por la curiosidad, entré con un poco de timidez, por mi acento mexicano, y pregunté si había alguien que pudiese contarme acerca de los orígenes del lugar.
Afortunadamente, un viejo que parecía tener la edad de Matusalén me oyó, e inmediatamente empezó a relatarme la historia de Brick Lane y de los inmigrantes judíos, y por supuesto acerca de los beigels.
El lugar donde me encontraba comenzó a operar a mediados del siglo XIX, y desde entonces se fue convirtiendo, hasta el día de hoy, prácticamente en una institución, repleta de gente las 24 horas del día, durante los siete días de la semana.
En un comienzo los beigels se exhibían en las vitrinas, no solo de esta panadería sino en las muchas que había entonces, encajadas sobre palitos verticales de madera que medían alrededor de un metro.
Conversamos un buen rato, pero para saber si mis ancestros tenían alguna relación con estos beigels ingleses, me di cuenta que tendría yo que ponerme a revisar la historia de los beigels en general y conocer aunque fuera un poco, la historia de los judíos que llegaron a Inglaterra, cosa que hice durante la semana siguiente, pero sin encontrar el eslabón entre estos beigels y mi familia.
Algo que yo desconocía era que los judíos fueron expulsados de Inglaterra en el año 1290 por el rey Eduardo I, y mucho tiempo después volvieron, en 1656, cuando fueron oficialmente readmitidos por Oliver Cromwell, quien falleció dos años después. Cromwell fue el famoso líder aquel, político y militar, que había derrocado a la monarquía inglesa y quien convirtió a Inglaterra por un corto período nada más, en una república mancomunada.
Los primeros judíos que llegaron en esta época fueron los sefarditas, en su mayoría gente con dinero, procedentes de España y Portugal. Se asentaron en Londres, donde fueron desarrollando sus negocios y su vida comunitaria.
Poco después, en 1690, llegaron los ashkenazitas, procedentes de Alemania, Polonia y Europa Oriental, quienes en su mayoría eran comerciantes, gente dedicada a las finanzas y a los negocios en general. En aquella época el corazón de la comunidad fue la famosa sinagoga Bevis Marks, construida en 1701.
A finales del siglo XVIII, durante el período de Daniel Mendoza, a quien se conoce como Mendoza el Judío, campeón de Inglaterra en boxeo desde 1791 hasta 1795, había 17 mil judíos en Londres, es decir, una comunidad relativamente grande.
En el siglo XIX, concretamente en 1881 y como resultado de los pogromos en el imperio ruso, los judíos, acusados del asesinato del zar Alejandro II, llegaron a Inglaterra, y las calles que circundan Brick Lane se vieron transformadas con esta nueva llegada de inmigrantes. Surgieron nuevas sinagogas, carnicerías y restaurantes kosher, y se desarrolló una cultura yiddish con sus propios periódicos y teatros.
Desde esta fecha y hasta la primera Guerra Mundial en 1914, más de dos millones de judíos se vieron obligados de abandonar sus hogares de la Europa oriental, siendo que muchos pasaron por Londres y la ciudad de Liverpool cuando se dirigían a Nueva York. Alrededor de 150 mil de estos inmigrantes se quedaron en Londres, asentándose básicamente en lo que se llama la zona del East End, cerca de los embarcaderos.
A diferencia de los judíos inmigrantes anteriores que habían llegado, éstos eran en su mayoría pobres. La zona se convirtió en un centro del tejido, confecciones, y la industria del vestido, debido a la abundancia de trabajadores no cualificados. Casi todos hablaban el yiddish.
La vida de los judíos en el East End no fue fácil (¿cuándo lo ha sido?). Muchos de los habitantes que residían aquí veían a estos judíos con desconfianza y hasta con hostilidad. Los acusaban de quitarles el trabajo y de que por su culpa las rentas habían subido. Se decía también de que los alimentos que exhibían en las vidrieras tenían un aspecto horrible.
Cuando en 1888, el famoso asesino múltiple, Jack el destripador, que asesinaba en los alrededores de Whitechapel, mató brutalmente a cinco prostitutas del East End, muchos ingleses pensaban que el culpable era un judío. En septiembre de 1888 el East London Observer, un periódico de la época, informó acerca de una manifestación antijudía en Whitechapel, aduciendo que “un inglés no podría haber hecho un crimen tan horrible y que seguramente tuvo que haber sido un judío”.
Fueron estos inmigrantes de los shtetls quienes trajeron el conocimiento de cómo se hacen los beigels, pues lo habían aprendido en la Europa Oriental, sobre todo en Polonia. Me estaba finalmente acercando a algo.
Yo siempre había creído, porque así lo había escuchado desde niña en el seno de mi familia, que el apellido de mi padre, Beigel, se debía a que sus ancestros, askenazíes, sus tatarataras… y no sé cuantos tataras en realidad, se habían asentado en Europa a comienzos del siglo X, y que desde entonces hacían beigels. Esta historia siempre me había parecido un poco dudosa, pues ¿cómo podía alguien saber que ya desde ese entonces se hacían beigels?
Habíamos estudiado en la secundaria de la “Tarbut”, que los primeros judíos habían llegado a Polonia en el siglo décimo, viajando por las rutas comerciales. También sabía, que la primera vez que se les menciona es en un documento del siglo XI, que hicieron los cronistas polacos, donde se dice que había judíos viviendo en Gniezno, la capital del reino polaco en esa época.
La primera gran emigración judía desde el oeste de Europa a Polonia se desarrolló en 1098, ya que el rey de aquel entonces, cuyo nombre no recuerdo, reconoció la utilidad de los judíos para el desarrollo de los intereses comerciales del país.
¿Traerían los judíos a Polonia, ya en esta época los beigels? o ¿aprendieron de los polacos a hacerlos…? y ¿a comerlos? Y ¿quién inventó el agujero del beigel? Ningún cronista mencionaba nada al respecto. Tendría que averiguarlo por mi cuenta si quería saber también los orígenes de mi nombre.
Con la ayuda del internet encontré una información muy valiosa. Efectivamente, los judíos polacos comían beigels. He aquí que estaba yo, en esta tierra de Sherlock Holmes y Agatha Christie, descubriendo que aunque los comían, en realidad el beigel había sido un invento, pero, y aquí está el pero… un invento polaco cristiano del siglo XVII, que después se extendió a otros países de la zona.
Pareciera que los judíos se aficionaron a los “bagels” porque era un pan que se podía preparar antes de la llegada del Shabat. La masa se terminaba de hacer el viernes, se dejaba descansar durante doce horas, y concluido el descanso, se procedía a hornearla.
Si los judíos lo aprendieron de los polacos, seguramente el beigel llegó a Inglaterra con los inmigrantes que llegaron de ahí. “Elemental, mi querido Watson”, me dije.
Estaba ya satisfecha con lo que había descubierto, cuando otra teoría apareció sosteniendo que el beigel era un invento judío que nació en Cracovia en esa misma época, habiéndose encontrado documentos que mencionan de que, ya en 1610, se ofrecían “beygls”, como se pronuncia en yiddish, a las mujeres que daban a luz.
Preguntando por aquí y por allá entre los miembros de mi familia, los beigels, que son casi una tribu en Israel, me di cuenta que no iba a llegar a ningún lado, ya que había muchas versiones sobre los orígenes del beigel y que había muchos beigueles por el mundo, que no necesariamente eran familia mía aunque, sí, todos habían llegado de Polonia.
Una versión que encontré aseguraba por ejemplo, que el primer “bagel” lo horneó en 1683 un panadero austríaco, para agradecerle al rey Juan III Sobieski de Polonia el que venciera a los turcos otomanos. Como el monarca era muy buen jinete, el artesano dio a la masa forma de estribo y la bautizó con ese nombre, beigel, pero en austríaco, “beugel”. Más adelante hubo variaciones alemanas de la palabra con significados como “anillo” (‘beigel’) o “brazalete” (‘bugel’).
Beigel, Bagels, Bugel, Beugel. De tantas versiones sigo sin saber el origen de mi nombre. Aunque lo más seguro es que mis antepasados, que hacían beigueles, fueron calificados por sus apellidos, es decir que mi tatatatara abuelo, hacia beigels. Estaba satisfecha.
La familia se dispersó por el mundo y algunos beigels llegaron aquí a Brick Lane, y otros después llegaron a Israel como es el caso de los hermanos de mi papá, quienes ya ahí conformaron lo que se conoce como Beigel & Beigel, refiriéndose a mi tío Yehoshua y a mi tío Yitzhak, quien siempre decía que el secreto especial del beigel reside en lograr el sabor un poco dulzón del mismo, y hervir la masa antes de que sea cocida en el horno.
Actualmente pocos judíos quedan en el East End, especialmente en Brick Lane, hoy poblado sobre todo por bengalíes. La comunidad judía con el tiempo se mudó hacia otros barrios, y de las 150 sinagogas que existieron en el East End únicamente quedan cuatro; las tiendas de antes se han convertido en apartamentos de lujo, y en Brick Lane poco queda de ese efervescente pasado judío, excepto por las dos panaderías donde se venden beigels, 24 horas al día durante los siete días de la semana, y una mujer en la búsqueda de su nombre.
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