SHULAMIT BEIGEL
La verdad, muchas veces, o casi siempre, aparece a través del chiste.
Muchos son los estudiosos del tema, que han analizado el humorismo judío. Algunos, se inspiraron en el descubrimiento de Freud, quien demostró la posibilidad de la existencia del inconsciente a través de situaciones como los lapsus, los olvidos, los sueños y los chistes, que es el tema que nos interesa en este momento. Freud lo fundamenta en su libro El chiste y su relación con el inconsciente.
Ya en 1905, en ese libro, Freud demuestra cómo el chiste desacraliza de una manera tolerable ciertos valores aceptados socialmente. Es decir, el chiste le quita o despoja a algo su carácter sagrado. Ciertas cosas que según un individuo o un grupo de personas, no puede uno burlase de ellas, son intocables, o que no pueden tratarse sino seriamente, como cuando alguien nos dice: “De esto no te rías”. Y esto me lleva a recordar que cuando mi hijo volvió de su viaje a Polonia, al finalizar la escuela preparatoria en Israel, el tijón, al preguntarle acerca del mismo, me llamó la atención el que me contara los chistes acerca de los campos de concentración, que ellos, los muchachos, se contaban por las noches en el hotel. Yo, hija de segunda generación del campo, pues mi madre estuvo en Bergen Belzen, realmente no los pude aguantar, y por supuesto que no me reí. Pero él me explicó, que era la única manera de que estos muchachos jóvenes pudiesen aguantar el dolor de todo aquello que veían y sentían.
Y entendí que sí, que los padecimientos de los que fueron objeto los judíos quedaban desacralizados a través de la visión del humor, donde el chiste les permitió aguantar tanto dolor.
Toda esta introducción solo para contarles, que asustad la semana pasada por los disturbios que se dieron en Londres, decidí darme una escapada y viajar al Festival de Edimburgo, pues me había impresionado la cantidad de humoristas judíos en el mismo.
El Festival Alternativo de Edimburgo es la mayor celebración artística del año en el mundo. Sesenta y cuatro años lleva presentándose, con espectáculos que van desde un drama shakesperiano y hasta comedias, música, teatro y danza. En esta ocasión, 2,453 espectáculos de 50 países, en 259 locales distintos, en la capital escocesa. Y aunque la recesión, problemas económicos del mundo y demás, han golpeado a la economía aquí, aún así hay algo para todos los gustos.
No conocía Edimburgo, capital de Escocia desde 1437, y segunda ciudad más grande después de Glasgow, y me encantó. Fue uno de los centros más importantes de educación y cultura durante la Era de la Ilustración, gracias a la Universidad de Edimburgo. Los distritos The Old Town (ciudad antigua) y The New Town, fueron nombrados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1955. Una de las obras que más llamaron mi atención fue la de Ruby Wax, “Perdiéndolo”, obra que ya se había presentado en Londres a comienzos de este año. El tema, la depresión, en realidad es una autobiografía de su propia enfermedad mental, presentada en parte como una confesión y en parte como una terapia cómica, todo esto acompañado con música interpretada por una persona también depresiva, la pianista Judith Owen.
Ruby nació en 1953 en Estados Unidos en Illinois, pero hizo su carrera artística en Inglaterra, desde los ochentas, dentro de la comedia alternativa, que en inglés se traduce como Fringe. Su nombre verdadero es Ruby Wachs. Sus padres habían dejado Austria en 1939, ante la amenaza nazi. Más adelante, su padre logró hacer fortuna fabricando salchichas: no es chiste pero no sé porque me da risa… ven? lo que les decía acerca del inconsciente… Mientras tanto, Ruby estudiaba psicología en Berkeley, California, y fue ahí donde comenzó a interesarse en la teoría de la comedia.
En el 2010 presentó su stand up “Perdiéndolo”, Losing It, que se ocupa de sus experiencias personales y de sus desórdenes bipolares. Hoy en día, Ruby Wax es una de las personalidades de TV más conocidas en Inglaterra, donde ha llevado a cabo programas como entrevistadora de celebridades, donde con su actitud directa, su intuición y su sentido del humor, inmediatamente establece una relación con sus invitados, creando un clima de calor mutuo.
Según ella, en algún momento de nuestra vida todos sufrimos de depresión. Una de cada cuatro personas será afectada por alguna enfermedad mental. Ella lo tuvo todo, una carrera, una casa bellísima, marido e hijos, y de repente se dio cuenta que era una de esas cuatro. En la primera parte, Ruby, acompañada por la cantante y pianista Judith Owen, nos ofrece un cabaret confesional acerca de las condiciones que la llevaron a su enfermedad. Después del entreacto, ambas mujeres empiezan a dialogar con el público. Lo que quiere, según lo ha manifestado a la prensa, es, a través de su experiencia, ayudar a otros, como cuando decimos, “créeme yo pasé por esto, y mírame, estoy bien, déjame ayudarte, ábrete”.
Su humor es cáustico, te quema, te hace reír y te hace llorar, por su sinceridad. Es un acercamiento, dentro del teatro, a la enfermedad mental. Ella misma escribió la obra, ella misma es la protagonista, en la escena y en la vida real. El espectáculo, porque a pesar de ser una confesión es un espectáculo cómico dramático, un show, es una experiencia teatral diferente, difícil, que te deja pensando cosas después de que sales del teatro, por la situación intensa emocional a la que te lleva, donde no solo te divertiste.
Ése es su propósito primordial. La tristeza y la comedia han sido siempre compañeras, curiosamente, al escribir ahora, veo que ambas son femeninas. Drama es masculino sin embargo. Recordemos a los tristes payasos en las películas de Fellini por ejemplo, o a Chaplin, cayéndose en un agujero en Tiempos Modernos. Humor y tristeza a un mismo tiempo. O a Carmen Rojo en “María de mi corazón”, metiéndose a un camión que la llevaría al manicomio después que se dedicaba a divertir a otros en espectáculos cómicos para niños. Supongo que ésa es la vida misma. Pero pocas veces antes en el teatro se habían utilizado las patologías médicas personales, en una comedia. Y Ruby, valientemente, ha decidido hacerlo, lograr crear arte en una obra, relatándonos sus propios trastornos bipolares. Y nos cuenta que anteriormente éstos tenían otro nombre, maniáticos depresivos.
Y sigue confesando que ella siempre había negado esa depresión, durante años. Por lo de siempre, porque le daba miedo que la echasen del trabajo y por los estigmas sociales al confesar, “tengo una depresión”, que a ella la atacó cuando estaba embarazada.
Romper el estigma no es fácil nos dice. Pues los demás nos ven de otra manera. Piensan que estamos locos .El show no es solamente una guía para los enfermos mentales, sino una mezcla de aspectos cómicos acerca de la inseguridad que ella, la depresión, nos causa, que reflejan los malestares de la sociedad, incluido material cómico acerca de la vacuidad del estilo de vida de los “célebres”, como los llama ella, pues cree que es fácil caer en el mito de la fama, por el cual se paga un alto precio. Ella cayó y pagó.
El teatro puede ofrecer muchas variantes, diversión, aprendizaje, éxtasis. Pero este extraño show es algo distinto, es el teatro como terapia. Y, lo que no se puede decir directamente, se comunica a través de una mediación como el humor, una muleta, que permite decir verdades indecibles.
El fringe, o teatro alternativo, comenzó a funcionar como tal en 1947, como eso precisamente, una alternativa al festival oficial internacional de Edimburgo. Cuatro semanas cada año durante el mes de agosto. A diferencia del festival oficial, éste permite que se presente cualquier tipo de espectáculo y no existe un jurado que diga esto sí y esto no. Es por esto que se aceptan muchas obras experimentales, que no serían admitidas en un festival convencional. Los espectáculos del fringe van acompañados además, de una feria por las calles de esta bellísima ciudad.
Así que si usted está un poco deprimido, y además tiene algo de dinero, tómese el primer vuelo a Escocia, y no le tenga miedo a la tristeza, que aquí se le quita. Hágame caso.
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