SERGIO SARMIENTO/REFORMA
19 de agosto 2011.-“Locura: hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes”.Albert Einstein
Nuevamente cundió ayer el pánico en los mercados bursátiles internacionales. El desplome empezó en Europa, pero pronto se propagó a Norteamérica. Las nuevas caídas de los mercados no hacen sino recalcar la idea cada vez más común de que los países desarrollados pueden caer nuevamente en una recesión. El oro rebasó ayer con creces el nivel de los 1,800 dólares la onza y empezaron a surgir pronósticos de que cerraría el año por arriba de los 2,000.
De momento las estadísticas oficiales no parecen apuntar a una nueva recesión. La economía de Estados Unidos, la mayor del mundo, creció 1.3 por ciento en el segundo trimestre en comparación con el trimestre inmediato anterior. Europa avanzó 0.9 por ciento en el mismo periodo. Solamente Japón, entre los países avanzados, mostró una contracción, pero ésta fue de 0.3 por ciento, menos de lo que se había pensado originalmente.
Estas estadísticas, sin embargo, suelen estar retrasadas cuando menos un trimestre ante lo que realmente está pasando en la economía. Varios indicadores parciales, como la construcción de nuevas casas, están mostrando una gran debilidad. La recuperación que estaba registrando la economía estadounidense se debía aparentemente al programa de quantitative easing (“facilitación cuantitativa”) de la Reserva Federal de Estados Unidos, que no es otra cosa que la creación de dinero. Con una deuda estadounidense que ya ha rebasado el 100 por ciento de Producto Interno Bruto, muchos inversionistas piensan que se ha agotado ya el margen de maniobra para seguir creciendo con deuda e inyecciones artificiales de dinero.
Los inversionistas parecen entender mejor que los banqueros centrales que la economía tiene ciclos que hay que respetar. Los políticos le han aplicado a la economía estadounidense una sobredosis de estimulantes, tanto a través de un déficit que rebasa el 43 por ciento del gasto público como de bajas tasas de interés e inyecciones de dinero de la Reserva Federal. Por un tiempo la economía ha respondido, pero parece iluso pensar que lo pueda seguir haciendo de forma indefinida.
Hay cosas que se pueden hacer para mejorar la productividad de la economía estadounidense. En muchos aspectos ésta sigue siendo muy competitiva, pero en otros se está quedando atrás de las de China, la India y otros países del mundo. Una reforma fiscal que elimine las exenciones y tratos preferenciales que hacen tan injusto el sistema tributario del país debería ser la primera medida. Estados Unidos debe también reducir su gasto militar, que ha sido excesivo durante mucho tiempo, así como muchos de los subsidios que otorga a industrias como la petrolera, la producción de etanol o la agricultura.
Lo que no tiene sentido es que Washington y la Reserva Federal mantengan la política de forzar el crecimiento de Estados Unidos con base en un exagerado déficit presupuestario y de inyecciones artificiales de dinero. Este crecimiento desaparecerá en el momento en que dejen de aplicarse estos impulsos.
Una de las razones por las que Japón no ha logrado salir de su crisis financiera que empezó en los años noventa es que su gobierno nunca quiso hacer las reformas estructurales que le habrían permitido ganar competitividad. Lo que ha hecho desde entonces Tokio es mantener un alto déficit de gasto público y una política monetaria expansiva con decrecientes resultados.
Hoy Washington parece empeñado en tomar ese mismo camino en el afán de evitar una nueva recesión. Sin embargo, los inversionistas se han vuelto escépticos. No creen que con estas medidas se pueda generar un crecimiento sano en la mayor economía del mundo.
EL ORO ES REY
Con el oro subiendo constantemente de precio, Hugo Chávez ha decidido nacionalizar su industria aurífera y empezar a repatriar las reservas de oro que mantiene en bancos centrales en distintos lugares del mundo. En los tiempos de incertidumbre, lo sabemos, el oro es rey.
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