MARIO NUDELSTEJER T.
Ha salido a la luz un interesante y bien escrito libro de la conocida compañera y colaboradora de Enlace Judío, Hellen Soriano, sugestivamente intitulado “Detrás del silencio, cómo encontré y perdí a mi familia de Cuba”, que nos lleva de la mano (de la vista y de los sentimientos), por los vericuetos de la existencia de los ciudadanos de la isla que en otras épocas, fuera “un paraíso” siendo que hoy, y desde ya varios decenios, su población en general sufre enormemente.
Como buena novelista, Hellen nos hace penetrar en su libro dentro de los hogares de su propia familia, así como de la gente que les rodea. De su mano nos adentramos por las calles de la Habana Vieja, las avenidas que fueron en un pasado la bella zona desarrollada de Vedado, donde se encuentra la sinagoga, conocida como Casa del Patronato de la Comunidad, y desde donde se coordinan las actividades de esta pequeña sociedad enclavada en el sistema socialista del país.
El libro se centra en la relación de la autora con la prima Déborah, a través de un intercambio de ideas y sentimientos que se plasman por medio del correo electrónico, limitado, eso sí, por la rudimentaria y, por lo tanto, lenta tecnología del Internet en la isla. Es a través de este nexo epistolar, donde se vierten muchos de los sentimientos que a ella, Hellen Soriano, le preocupan, y a ellos, los cubanos, les aquejan.
Recorremos estas páginas, y vamos descubriendo también, a manera de lapsos en el tiempo, el desarrollo de las actividades que en México viene realizando el grupo social denominado Comité Anshey Cuba, la gente Cuba, y sus objetivos primordiales, de llevar alivio a los judíos cubanos, quienes sufren, como todo el país, de grandes carencias económicas sobre todo. Esta actividad es apoyada por un afamado “mecenas”, Don Alejandro Saltiel.
La excelente narrativa de Soriano va describiéndonos con toda su crudeza, la situación general que se vive en la isla caribeña. Y, aun siendo un medio de promoción, Detrás del silencio, se transforma en la crónica de un renacimiento, en el cual la prima Debb (como de cariño llaman a Deborah,) es la protagonista.
Debb, médico de profesión, quien aun proviniendo de un matrimonio mixto (que es frecuente en Cuba), y a pesar de las impositivas leyes seculares de antes y que finalmente se derogaron, se involucra en llevar a cabo un cambio de actitud en la forma de conceptuar el Judaísmo, no sólo en los integrantes de la mermada comunidad judía de La Habana, sino que acude con su entusiasmo a poblados distantes, con gran éxito y no poco esfuerzo personal.
Pero remontémonos a un pasado no lejano. El apoyo de México a la Comunidad Hebrea de Cuba, se traza desde 1975-76.
Anteriormente y por otro lado, no podemos dejar de mencionar el apoyo del Congreso Judío de Canadá. La comunidad canadiense, anteriormente a esta fecha, llevaba ya alrededor de cinco años proveyendo básicamente alimentos kasher a los judíos cubanos, para ser usados específicamente en la festividad de la Libertad, la fiesta de Pesah o Pascua, de acuerdo a lo que marca la tradición. Sin embargo, y como su embarque se hacía por mar, los productos llegaban tarde y desechos por la humedad y la salinidad. Además, el Río San Lorenzo en Canadá, muchas veces se encontraba todavía congelado en los meses de abril y principios de mayo, por lo cual se retrasaba la salida de todos los navíos, y los productos llegaban después de las celebraciones.
Después de las convenciones en Estados Unidos, el Director ejecutivo del Comité Central hizo contacto con esa institución canadiense, sugiriéndole aportar económicamente el costo de lo que representaba en aquel entonces su envío y, sumado a la campaña que en México se pudiese hacer, ese embarque crecería y llegaría a tiempo.
Fue así que desde 1976 se empezó a organizar el proyecto, que de inmediato tuvo la respuesta de las comunidades, los Sectores de nuestra sociedad, aunado a la concientización en las escuelas para que los alumnos trajeran de sus hogares una, dos o tres latas de conservas. Asimismo, los productores del pan ázimo, matzá, se anotaron para hacer sus donativos en especie, en especial los hermanos Filler y Manuel Tajfeld.
También se consiguieron infinidad de latas de atún, que eran supervisadas por el rabinato del Sector Ashkenazí, y se añadieron otros elementos indispensables para celebrar Pesah en la isla.
Pero si bien este cargamento se decidió que fuera enviado más expedito, por avión, fue necesario primero negociar con las dos líneas aéreas principales el costo, y también se hacía necesario garantizar que del aeropuerto “José Martí” en la Habana lo pudieran retirar los representantes de la comunidad.
Para ello, y a sugerencia de Don Marcos Sacal (Z’ L’), representante de Monte Sinaí en la Directiva del CCIM, hubo contactos con las instancias necesarias para definir los acuerdos que posibilitaran dicha operación. Personalmente, y acompañado de Elena, mi hija mayor, para quien esta experiencia fue una lección de vida, llegamos a la capital de Cuba. En aquella época el Dr. José Miller era, y lo fue durante muchos años hasta su fallecimiento, Presidente del Patronato cubano, y quien ya para nuestro arribo tenía concertada una cita con el Director de Asuntos Religiosos en la sede del Partido Comunista de Cuba.
Desde esa fecha se logró que en forma permanente, la Comunidad Hebrea de Cuba tuviera oportunidad de retirar sin ningún problema el embarque que procediera de México. Previamente, la Comunidad judía de Venezuela había comprado y embarcado a Cuba una Vann que les era necesaria para infinidad de menesteres, como el transporte de niños a la escuela dominical, que medianamente funcionaba en el Patronato, así como el transporte para gente de la tercera edad a reuniones y conferencias.
En esa misma ocasión, fue aceptada la posibilidad de que jóvenes de entre 8 y 12 años de edad pudieran viajar en las vacaciones de verano a México, con objeto de que asistieran a los campamentos que se organizan aquí. Desafortunadamente este proyecto no se realizó porque los padres de los chicos tenían temor de dejarlos viajar solos.
Para no hacer larga esta historia, valga decir que durante 18 años (y hay quienes lo vemos por la numerología como Jay, “vida” en hebreo), en promedio se embarcaban por avión entre 25 y 30 toneladas métricas de alimentos. Incluso, en una ocasión se mandó un paquete de abrelatas, para que fuera más fácil la extracción de los productos, que en aquel entonces no tenían el sistema actual de apertura con las manos a través de una argolla.
Y cuando dejó de haber interés en Canadá para continuar estas operaciones, y en México nos vimos obligados a cancelarlas, se formó, después de una visita turística que hicieran, entre otros, el Lic. Aarón (Ari) Kahan y el Dr. Miguel (Mikey) Jusidman, un comité que procuró otro tipo de ayuda, como la religiosa y organizativa, que implementó el Rabino Samuel Steinhendler, quien había sido guía espiritual de la Comunidad de Guadalajara. Steinhendler se contactó posteriormente con el American Joint Distribution Committee (JDC, conocido como el Joint), y se inició una nueva etapa de desarrollo con el envío de shlijim.
El detonador de la liberalización en el aspecto religioso de Cuba fue una larga entrevista que le hiciera la periodista italiana, ya fallecida (2006), Oriana Falacci, al comandante Fidel, con el título de “Castro y la Religión”, pues a partir de esa obra, compendiada en un grueso libro, se inició la vuelta al aspecto religioso indisoluble del ser cubano con su espiritualidad.
De aquí la importancia del libro de Hellen Soriano, que nos muestra, con ese cariño que le caracteriza por su humanismo, la realidad actual de Cuba en que, si bien existe una amplia apertura y acelerado desarrollo de las religiones, la situación que nos ejemplifica con su familia es conmovedora en todos aspectos.
Desde esta “ventana” les recomiendo mucho esta obra, vale la pena leerla, especialmente por ser una crónica personal de una mujer valiente, que tuvo el valor de llevar a cabo su “aventura” a través del turismo vivencial, emotivo, plasmando en un relato, un testimonio de gran importancia en todos sentidos.
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