VÍCTOR M. AMELA/LA VANGUARDIA.COM
Ted Cohen es menudo y fibroso, con el aspecto que uno imagina en un filósofo judío medieval. Se doctoró en Filosofía en Harvard y ha reflexionado sobre la estética de Kant y sobre la metáfora. “Hay un misterio en el corazón de la metáfora”, apunta en su ensayo Pensar en los otros (Alpha Decay), y es así: ¿qué resorte nos faculta para captar la metáfora? ¿Qué rara habilidad es esa de imaginarte como otro? Puedes identificarte con otros al leer ficción, practicar un deporte, razonar o prefigurar tu futuro. Sobre el talento para la metáfora, subtitula su ensayo; talento específicamente humano. Me pregunto qué y quién ve cuando me veo, y cómo alguna parte de mí ha modelado esta metáfora de mí.
Qué es la metáfora?
Lo que nos hace humanos.
¿No era el lenguaje?
Lo indiscutible es que el ser humano es la única criatura con capacidad metafórica, con talento para la metáfora.
¿En qué consiste ese talento?
Captas un retorcimiento del lenguaje que dice que una cosa es otra, ¡y lo entiendes!
Por ejemplo.
“El señor es mi pastor”, dice la Biblia. Identificar a Dios con un pastor de ovejas podría ser incomprensible, pero no: entiendes.
¿Cuál es su metáfora favorita?
“Macbeth mató al sueño”, dice Shakespeare. Se entiende: el sueño perdura, pero se altera el ánimo con que entramos en él.
Otra metáfora.
El Cantar de los Cantares, libro del Antiguo Testamento, ¡es una sucesión de fabulosas metáforas sexuales!: “Ven a mi jardín”…
Quizá no sea posible hablar o pensar sin metáforas.
Sí lo es: si señalo una taza y digo “esto es una taza”, uso lenguaje literal: la metáfora –uso inusual del lenguaje– es posible porque hay un uso usual del lenguaje.
Y un uso metafórico ¿puede pasar a convertirse en un uso literal?
Un día alguien dijo que una música era azul, blues: construyó una metáfora. Y lo que fue lenguaje metafórico es hoy lenguaje literal: blues como género musical. Una metáfora muere… y engendra un sentido literal.
“Una metáfora muere”: ¡acaba de hacer usted una metáfora!
Somos animales metafóricos. Somos fabricantes de metáforas. Somos lectores de metáforas. Supuramos metáforas.
¿Este talento podría ser previo al lenguaje articulado?
No creo: yo lo vinculo a la gramática.
¿Seguro? Si en el perfil de una montaña veo la cabeza de un perro…
Estudios psicológicos concluyen que el bebé no tiene talento para la metáfora.
¿Por qué?
No es capaz de verse a sí mismo como si fuera otro. El talento para la metáfora exige capacidad para la empatía: ver al otro como si fueras tú, verte a ti como si fueras otro.
¿Qué dicen los neurólogos al respecto?
Citan las neuronas espejo: capacidad neuronal para imitar conductas y actitudes de congéneres. Es un modo de aprendizaje.
Viéndote otro, ¿aprendes a ser tú?
Somos metáfora del otro, sí. Así es como entiendo que podrá afectarme a mí todo aquello que haya afectado a otro. Empatía.
Sin capacidad para la metáfora, ¿habría arte?
El arte narrativo sería imposible.
¿Y el pictórico?
Tú miras un cuadro, ¿y qué estás viendo? “Es Jesucristo”, dices, pero es una imagen de una suposición de Jesucristo. Metáfora.
¿Y el séptimo arte?
Vas al teatro y dices: “Es John Wayne”; lo es…, pero vas al cine y dices: “Es John Wayne” de una imagen filmada de Wayne en movimiento. ¡Está bien llamarlo movies!
Y, encima, John Wayne… representando a un personaje.
Hay quien no lee la metáfora e identifica actor y personaje. Puede sucederle al propio actor, como a Johnny Weissmuller, pobre.
¿Algún cineasta muy metafórico?
Buñuel representa en Viridiana una cena de mendigos… que representa a su vez la Última Cena de Jesucristo: si no conoces el referente bíblico, no puedes ver esa escena.
Las claves religiosas son constantes en el arte, ciertamente…
Buñuel odia y ama a la vez a la Iglesia, como Picasso a los toros, que representan la vieja España.
Ahora nos identificamos con clubs de fútbol.
Si pierde mi equipo…, es como si yo perdiese: opera nuestro talento metafórico. Yo no he jugado, pero digo: “Hemos perdido”.
¿Un resorte similar al del patriotismo?
Sí: naces en un entorno, lo que te lleva a considerarte hijo de una nación, alusión a la nación que es a su vez metáfora de la familia.
¿Ha sido el caso del pueblo judío?
Su metáfora ha sido verse como “pueblo de Dios”: ¡un pueblo con talento para la ficción, desde luego!
Y para la ley moral.
La moral deriva también de la empatía: si comprendes lo que siente el otro, sabes qué hacer (y qué no hacer) para ayudarle.
El talento alto para la metáfora ¿me hace mejor persona? ¿Leer me hace mejor?
Leer te ayuda a comprender mejor al otro: para ayudarle… ¡Pero también para dañarle!
¿Hasta qué punto es posible comprender al otro (y viceversa)?
Ja, ja, es imposible, la verdad…, ¡pero debemos intentarlo! “Vivimos como soñamos: solos”, dijo Marlowe. Es noble intentar lo imposible, decía Borges: ¡mire a Don Quijote!
Comprender mucho al otro ¿es siempre bueno?
Hay un peligro: acabar comprendiendo los motivos de Hitler… y compartiéndolos.
Empatía, pues, en su medida justa, ¿no?
El uso de la metáfora puede elevarte a poeta…, pero creértela puede volverte loco.
¿Qué veo cuando creo que me veo?
Tu salud mental pasa por tu capacidad de verte a ti mismo en el futuro. ¡Esfuérzate!
Señáleme un último ejemplo del poder de la metáfora.
La pornografía: una mera representación… y se excita la bioquímica de tu organismo.
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