David Grossman: “En esta región del mundo, todo empuja a no pensar, a actuar instintivamente”

 

NATALIE LEVISALLES/LIBERATION

En una entrevista concedida a Libération, el escritor israelí David Grossman vuelve sobre la situación de su país en ocasión de la publicación de su última novela “Una mujer huyendo de la noticia”.

Cuando se hizo esta entrevista, en julio, el movimiento de los indignados israelíes no había arrancado todavía, pero, como una buena parte de sus conciudadanos, David Grossman estaba escandalizado por la ley que el gobierno, bajo la presión de la extrema derecha, acababa de proclamar. Ese texto castiga con una enorme multa a los israelíes que habrían boicoteado los productos agrícolas o manufacturados procedentes de las colonias instaladas en los territorios ocupados. Ese día, en la terraza de Montefiore, él estaba enflaquecido, quizá serio y profundo. Pero él estaba también vivo, atento y cordial, riendo a menudo de buena gana.

¿Cuál es el tema de su novela, Una mujer huyendo de la noticia?

Yo quería escribir la historia de una familia de esta región del mundo y de este período de la historia, y mostrar cómo los acontecimientos y la violencia afectan a las relaciones de los miembros de esta familia. Y también cómo ellos son capaces de preservar la ternura y la consideración los unos para con los otros, dentro de una situación que se opone exactamente a eso. Es un tema del que mi mujer y yo hemos hablado a menudo: por un lado, nosotros queríamos criar a nuestros hijos para que fueran abiertos con los demás, confiados, educando personas que trataran a cada ser humano como a un ser humano, no como a un israelí o un árabe. Y sin embargo, nosotros tenemos siempre esta duda: ¿es esta la mejor manera de prepararles para la vida en este país? Vivir aquí exige cualidades que se oponen a esto. Ora, mi personaje principal, se dirige a su hijo que parte a la guerra y le dice: «no dispares nunca sobre nadie» Pero ella se dice también: «¿y si depositando sobre él el germen de la duda impido que tenga una buena elección que le ayude a salvar su vida?» Esta región no favorece al que duda, es una región muy «inmediata». Todo empuja a actuar instintivamente, a no pensar.

Yo recuerdo la forma como nos comportábamos nosotros en la época cuando había atentados suicidas en las calles y en los autobuses. En el momento en que te subías en un autobús, te decías: ese de allí está con nosotros y ese de allá contra nosotros. La manera como observábamos las manos de la gente, y su camisa, para ver si transportaban cualquier cosa… Ese período fue extremo, y nosotros vivimos así todo el tiempo, es terrible, esta situación nos deshumaniza. Hace falta hacer reaccionar a la gente para que recuerde que todos somos seres humanos y que todos merecemos vivir vidas normales, aunque nosotros arruináramos nuestras vidas durante tres generaciones. Aquí la gente, tanto judíos como árabes, piensan que este es su destino, que ellos están destinados a matarse y a vivir en guerra.

Una gran parte de la novela transcurre en Galilea, en la naturaleza, hay muchas flores e insectos, que usted describe y nombra de manera muy precisa.

Esa es una de las contribuciones de mi esposa a este libro. Ella sabe mucho más que yo de la naturaleza, de ella he aprendido a hacer senderismo y ella me ha animado a pasear solo por los senderos de Israel. Y también, esa manera de dar su nombre a todas esas pequeñas cosas que eran tan esenciales para mí. Porque yo percibo cómo la “situación” nos hace renunciar a las palabras, al lenguaje. La gente habla con estereotipos, con eslóganes, como los titulares de los periódicos, no construyen argumentos pero se lanzan acusaciones a la cara. Yo deseaba escribir un libro que diera los nombres precisos a todo: a la vida en familia, a hacer el amor, a las cosas de la guerra y de la naturaleza. Justamente para arrancar el lenguaje a la “situación” que nos lo ha confiscado.

Cuando yo digo algo, quiero ser preciso. Cada palabra debería aportar algo en concreto, ya se trate de un nombre de árbol o de matizar un sentimiento. Esa precisión es un modo de ser más, de tocar la vida con más instrumentos. Cuando se da un nombre a una cosa, se entra en relación con ella. Por ejemplo, hasta los años 60, los israelíes no habían estado jamás frustrados… simplemente porque no había palabra en hebreo para «frustración», no había sido inventada. Se podía estar nervioso, irritado, decepcionado, pero no frustrado. Y después, un día, alguien inventó una palabra, tiskul, e inmediatamente, ¡nosotros empezamos a estar plenamente contentos de estar frustrados!

¿Cuándo se hizo escritor?

Yo he comenzado a escribir muy joven. Hacía mi servicio militar, y era un modo de hacerme un lugar en el ejército. Cualquiera que fuera la base militar donde yo estaba destinado, incluso antes de encontrar los lavabos o la cocina, yo buscaba un lugar dónde estar solo para apartarme y escribir.

¿Cuándo llegué a ser escritor?… Hacia mis veinte años, yo tuve una discusión con mi novia, una pelea terrible, ella volvió a casa de sus padres en Haïfa y estaba hundido. Me instalé en mi escritorio y empecé a escribir la historia de un soldado americano que deserta durante la guerra de Vietnam y huye a Austria. Allí no tiene ningún amigo, su única fuente de consuelo es un rebaño de ovejas. Escribí eso y sentí –sé que va a parecer un melodrama–, que era la primera vez en mi vida que yo había encontrado mi lugar en el mundo.

Se puede escribir por el placer de contar una historia, por muchísimas razones. Yo siento cada vez más que es una manera de ser, de estar vivo. Desde hace cinco años, es la forma de permanecer vivo. Mi hijo murió en la guerra de 2006. Cuando esto le sucedió a Uri, hacía tres años y tres meses que trabajaba en este libro. No sabía si sería capaz de retomarlo. En efecto, después del período de shiva, volví a escribir. Porque es la única cosa que yo sé hacer para estar vivo.

Cuando esta clase de tragedia llega, uno se siente exiliado de todo lo que conocía hasta el momento. Todo. Nada importa. Volví a escribir porque era la forma de volver a crear un lugar para mí en este mundo. Estaba sentado, escribía, y me decía: “Eres un imbécil, el mundo se hunde alrededor de tí y tú te empeñas en escribir esta palabra, esta frase…” Y sin embargo, cuando encontraba la palabra exacta, había un sentimiento de tikkun. Es una palabra hebrea que viene de la Kabala y que significa: corregir algo malo. Yo no he corregido todo lo malo del mundo, hay cosas que no pueden ser corregidas y que son incurables. Pero tomé la decisión de elegir la vida.

Usted anuncia un cierto optimismo concerniente a las posibilidades de paz con el pueblo palestino…

Mi idea es que, si nosotros somos capaces de superar los numerosos obstáculos para llegar a la paz, hay un buen potencial para unas buenas relaciones de vecindad. No quiero decir que israelíes y palestinos vayan a enamorarse unos de los otros, no se busca el amor entre naciones. Al contrario, si la paz nos permite conocer a los otros, su lengua y sus paisajes, entonces podrá haber simpatía, aunque eso lleve años. Va a ser muy difícil porque, si hay paz entre ellos y nosotros, quiere decir que compromisos muy dolorosos se habrán llevado a cabo. Y con compromisos dolorosos, quiero decir fanáticos rabiosos de las dos partes, que van a hacer todo lo posible por asesinar este país naciente.

Pero, si somos inteligentes, valientes y afortunados para llegar a esa paz, el mundo se sorprenderá al ver como israelíes y palestinos pueden trabajar juntos y usar su talento para comenzar a vivir una vida normal. Digo vida normal, aunque yo no sé qué es eso, yo jamás he vivido una vida normal. Pero puedo imaginar que si se les da a los palestinos la posibilidad de vivir sin nuestra sombra, si tienen la posibilidad de criar a sus hijos sin miedo, si ellos llevar una vida de dignidad humana, entonces, ellos podrán poner toda su energía en la construcción de su nación. Y nosotros también. Nosotros estamos privados totalmente del derecho a nuestra verdadera vida, nosotros vivimos paralelamente a nuestras vidas, es terrible.

Usted ha hablado de la forma en que la conciencia y la moral de los israelíes están siendo invadidas por este estado de guerra.

Este país vive desde años en la violencia. Estar acorralado de esta manera hace que vuelvan a salir los aspectos más violentos, agresivos y paranoicos de nuestra psique. No porque nosotros seamos peores que otros pueblos, toda nación atrapada en una situación semejante haría lo mismo. Y entonces, se comienza a ver el mundo como una división entre buenos y malos, se demoniza a los otros, uno se idealiza a sí mismo y se promulgan leyes que son buenas para combatir la ansiedad y no para los buenos valores. Esto es lo que se ve hoy en día, una constante constricción de la democracia. Se ve cómo un grupo de judíos mesiánicos fustigados ha secuestrado a todo un estado. Una minoría dicta nuestro sistema moral, nuestro porvenir. Y la mayoría colabora con ellos, aceptando cosas que parecían impensables hace diez años. La mentalidad de las colonias ha invadido el país.

Por otro lado, es cierto que los judíos van a ser siempre una pequeña minoría en Oriente Medio. En ese sentido, yo no soy un pacifista y no sugiero que nosotros nos las arreglemos sin un ejército fuerte. No tengo confianza en la buena voluntad de los países árabes. Ellos no han mostrado nunca buena voluntad hacia nosotros, de la misma manera que nosotros jamás hemos mostrado buena voluntad para con ellos. Nosotros tenemos pues necesidad de un ejército fuerte para defender nuestro estado. Pero el ejército no puede ser nunca el único medio que nos ayude a permanecer aquí. En vez de ser una herramienta para conseguir una vida mejor, se está convirtiendo en un fin en sí mismo.

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