MASHA GABRIEL
07 de septiembre 2011- Atenea Digital publicó el 1 de septiembre un artículo de la periodista María Ángeles Moya titulado “Israel y el muro de la vergüenza” en el que la autora condena a Israel por la construcción de una barrera defensiva bajo un prisma más cercano a la militancia emocional que a un detallado análisis de la realidad.
En primer lugar, sorprende a cualquiera que haya recorrido la frontera entre Israel y Cisjordania la descripción que hace del “muro” que “se levanta imponente y sobrecogedor a lo largo de 700 kilómetros”. Eso no es exactamente así ya que aproximadamente el 95% es una valla de alambre, menos del 5% está constituido por el “muro” en lugares estratégicos concretos, para evitar ataques de francotiradores palestinos.
Es importante tener en cuenta también que la valla/muro no es definitiva, no delimita frontera alguna y será desmantelada el día que ambos lleguen a un acuerdo que garantice la seguridad de Israel. De hecho, a medida que la situación ha ido mejorando Israel ha aliviado la situación para los palestinos, desmantelando puestos de control en Cisjordania o cediendo autonomía a las fuerzas palestinas.
En lo que Moya hace especial hincapié es en las innegables incomodidades que la valla de separación supone en la vida diaria de los palestinos, que se ven sometidos a la “continua humillación de mostrar una y otra vez su documentación”.
Sin duda, la valla o muro de separación es una triste realidad que nadie desea, que dificulta la circulación de los palestinos y que impide su libre acceso a ciertas zonas. Pero lo que la autora olvida explicar en su artículo es el porqué de esta situación. La construcción de la valla responde a una necesidad defensiva objetiva.
La barrera de separación salva vidas
Desde el estallido de la llamada “Segunda Intifada”, en septiembre del año 2000 y hasta el año 2007, 1.213 israelíes fueron asesinados y 8.432 resultaron heridos en múltiples ataques y atentados cometidos por terroristas palestinos. A partir de la construcción de la valla/muro, la cantidad de ataques empezó a descender dada la dificultad física de cometer atentados en Israel. En su informe del año 2007, el Intelligence and Terrorism Information Center at the Israel Intelligence Heritage & Commemoration Center resumía la situación con el siguiente gráfico:
Atentados en Israel desde el año 2000 al 2007
Fuente:ICC
Ángeles Moya parece quitarle hierro al terrorismo y minimizar la amenaza cuando asegura que los “palestinos reclaman su derecho a moverse libremente y niegan que la defensa de sus derechos (a través de la violencia armada en muchos casos, hecho éste que no se puede obviar) pueda ser considerada terrorismo.”
Le honra a la periodista reconocer la utilización de la violencia por parte de los palestinos, pero si atentar contra objetivos civiles explotándose en cafeterías, centros de ocio y autobuses no se considera “terrorismo”, resulta difícil imaginar qué puede ser “terrorismo”.
Ningún grupo terrorista se considera a sí mismo terrorista. Todos justifican sus acciones en la supuesta opresión de la que es víctima su pueblo. Así lo hace ETA, que se considera a sí misma como un grupo de liberación, o Al-Qaeda, que justifica sus actos en el paganismo colonial occidental.
Y en esa misma línea parece apuntar el artículo cuando asegura que la Segunda Intifada se inició porque “las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa consideraron una provocación la visita de Ariel Sharon a la explanada de las mezquitas de Jerusalén”.
Al margen de que la Comisión Mitchell, encargada de analizar los orígenes de la revuelta, concluyó que, a pesar de que pudo haber sido inoportuna: “La visita de Sharon no causó la Intifada de Al-Aqsa”, habría que aclarar que las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, grupo ligado a Al-Fatah, fue designado como un grupo terrorista por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Japón e Israel. ¿Es realmente relevante lo que un grupo terrorista considera como una provocación? ¿Utilizaría la autora los mismos parámetros para hablar de la indignación de otros grupos terroristas ante hechos totalmente amparados por la legalidad?
Por cierto que respecto a la anécdota en el Muro de los Lamentos, en el que a un palestino los policías israelíes le gritaron “Tú no eres ciudadano israelí” desde luego que merece ser destacado, ya que, cualquiera que haya estado ahí sabe que es algo totalmente inhabitual. Los accesos al muro, en efecto están repletos de controles, pero no para evitar que entren no israelíes, sino para evitar el acceso a terroristas, y deben pasar por ellos, judíos, musulmanes, cristianos, israelíes, palestinos, suecos o chinos.
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