BLANCA LÓPEZ ARANGÜENA/ EL PAÍS
12 de septiembre 2011- Arropado por una pompa de popularidad, tanto dentro de su país como en las naciones árabes, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, desembarca hoy en Egipto. El político mejor valorado del mundo islámico eligió Egipto como su primera parada en su gira por los países de la primavera árabe. Tras la visita, que durará dos días, llegará a Túnez y después a Libia.
En la visita al país de los faraones, Erdogan se entrevistará con el mariscal Husein Tantaui, jefe del Estado de facto. También está previsto que pronuncie un discurso en la reunión ministerial de la Liga Árabe y que se entreviste después con Navil el Arabi, secretario general de la organización. Turquía, uno de los principales inversores en el norte de África, sobre todo en materia de construcción, ha perdido mucho capital durante las revueltas árabes. En el caso de Libia, por ejemplo, el volumen de negocio entre ambos países ascendía a 15.000 millones de euros antes de la guerra que ha puesto fin a la dictadura de Gadafi.
A pesar del interés económico del viaje para Turquía, las repercusiones más sonadas del viaje se esperan en el ámbito político. En Túnez, donde Erdogan aterrizará el día 14, el Gobierno islamista moderado de Turquía es visto como un modelo por muchos de los partidos políticos que participarán en las elecciones del 23 de octubre. “Erdogan va camino de convertirse en un símbolo para los nuevos líderes que surjan de la primavera árabe”, explica el profesor Serhat Erkmen del Centro sobre Estudios Estratégicos de Oriente Próximo (ORSAM).
Consciente de ello, el primer ministro ha incluido en su gira a Libia, donde tiene previsto reunirse con el presidente del Consejo de Transición, Mustafá Abdel Yalil, y otras autoridades. Erdogan se convertirá así en el primer jefe de Gobierno en visitar el país tras la caída del régimen del coronel Muamar el Gadafi.
Pero es sin duda la visita a Egipto la que tiene mayor interés y crea más incógnitas. La primera es si el primer ministro turco cruzará hasta la franja de Gaza por el paso de Rafah. De conseguirlo sería un gesto provocador en la crisis diplomática entre Turquía e Israel, desatada la semana pasada tras la publicación del Informe Palmer. Este documento de la ONU, que exonera parcialmente al Gobierno israelí del ataque a la flotilla de la libertad en 2010 y califica el bloqueo de Gaza como legítimo, situó al borde del abismo relaciones diplomáticas entre Turquía e Israel. Ankara insiste en exigir a Tel Aviv una disculpa por la muerte de los nueve activistas turcos.
Egipto fue el primer país árabe establecer relaciones con Israel (1979) y eso le sirve para obtener una importante ayuda económica y militar de Estado Unidos. Como apunta el profesor Erkmen, “El Cairo no quiere dañar más sus relaciones con Israel”, muy delicadas desde la muerte por disparos de la policía israelí de cinco guardias egipcios en la frontera entre ambos países, el pasado agosto. El incidente, que provocó que El Cairo llamara a consultas a su embajador en Israel, ha avivado el sentimiento antiisraelí del pueblo egipcio. Este viernes, 2.000 manifestantes asaltaron la embajada Israelí en El Cairo tras una manifestación en la plaza Tahrir.
Esto hace más difícil la materialización de la segunda incógnita de la visita: el discurso de Erdogan en la plaza Tahrir. “De llevarse a cabo, será el momento en que el primer ministro muestre su apoyo al Estado palestino y critique el bloqueo israelí. El mensaje es muy importante para las naciones árabes y una clara apelación a que se unan para apoyar el reconocimiento del Estado palestino”, asegura el profesor Erkmen.
Turquía es uno de los máximos defensores del reconocimiento de Palestina, territorio con el que planea crear, según la prensa turca, un “acuerdo de zona económica exclusiva”. Durante su visita intentará sumar apoyos para su causa apelando al sentimiento de hermandad musulmana, muy enraizado en el pueblo egipcio que desaprueba los constantes abusos de Israel sobre los palestinos.
Muchos analistas comienzan a comparar el posible discurso en la plaza Tahrir con la conferencia de Barack Obama en la Universidad de El Cairo en 2009. En ella, el presidente de EE UU habló de un cambio desde el interior de los propios pueblos que pareció vaticinar los acontecimientos de 2011.
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