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viernes 15 de noviembre de 2024

Por qué Europa no debe apoyar el gambito palestino en la ONU

 

DAVID HARRIS *

Los veintisiete miembros de la Unión Europea se han convertido en el focal campo de batalla del actual gambito palestino en las Naciones Unidas (ONU). Gran Bretaña, Francia, Alemania y Portugal tienen asiento en el Consejo de Seguridad. Ellos estarán entre las quince naciones actuantes, a pedido de los palestinos para su aceptación como miembros de este foro internacional.

Más aún, se espera que la Asamblea General vote sobre otra resolución iniciada por los palestinos que, dada la nueva conformación de la Asamblea, inevitablemente será adoptada. Pero esos votos de la Unión Europea (UE) son particularmente buscados por Ramallah, pues se les contempla con un prestigio moral inasequible desde Caracas, Damasco o Teherán.

En consecuencia, acuden dos ex funcionarios europeos, Martti Ahtisaari y Javier Solana, quienes recientemente han publicado “Diez Razones para el ‘Sí’ Europeo” en el International Herald Tribune. Ahí reflejan sus particulares puntos de vista, pues quieren a toda la UE de forma cuadrada al lado de los palestinos.

Aparte de la prospectada e imposible unidad de la UE, dados los fallidos lineamientos internos, su razonamiento es profundamente imperfecto.

Primero, aducen que un voto por el “Sí” “es una apuesta para intentar preservar viva la solución de dos Estados”. ¿En verdad?

Cuatro veces consecutivas los Primeros Ministros de Israel –Barak, Sharon, Olmert y Netanyahu- han pugnado por un acuerdo de dos Estados. Una tras otra las iniciativas israelíes que han sido presentadas han sido denegadas.

Para que el proceso de paz tenga “sentido”, contrariamente a la aseveración de los autores, la UE debe decirles a los palestinos que vuelvan a la mesa de negociaciones con Israel, y no buscar el falso confort en las cámaras de la ONU.

Segundo, afirman que la pesada inversión financiera “para ayudar a construir un Estado Palestino funcional” requiere de ser protegido.

La UE en verdad que ha ayudado. Pero el punto clave es que un voto por el “Sí” pone en peligro el progreso hacia un acuerdo de dos Estados permitiendo pasos unilaterales a los palestinos –en violación de los acuerdos palestino-israelíes existentes- que aniquilan las pláticas bilaterales. Si eso no es una fórmula de inestabilidad en el terreno, ¿qué es?

Tercero, ellos quieren que la UE “responda positivamente a los logros de Mahmoud Abbas en la construcción de un Estado”.

De hecho, mucho del crédito le concierne merecidamente al Primer Ministro de la Autoridad Palestina (AP) Salam Fayyad, quien se opone a la estrategia palestina en la ONU. Él entiende perfectamente qué es lo que está en riesgo, incluidas la vital cooperación económica estadounidense e israelí.

Al mismo tiempo la UE, mejor que nadie, debería entender lo que constituye un “Estado”.
¿Acaso Palestina es un Estado actualmente? Difícilmente.

Para empezar, obsérvese la división entre la AP-Hamás, la división de la Margen Occidental-Gaza, algo que los autores a propósito fallan en advertir. Efectivamente, la palabra “Hamás” no aparece en el artículo, como si quisieran que no existiera.

Cuarto, de acuerdo a los autores, la UE, convencida de la “primavera árabe”, necesita evitar “cargos de doble estándar”, apoyando los “derechos de los palestinos”.

¿Se refieren quizá a que la UE debe apoyar, sea como sea, el derecho de todos los árabes (y para el caso de los iraníes) por alcanzar la liberación humana, los derechos humanos, y la dignidad humana que se les ha negado ya por mucho tiempo? ¡Ahora, eso en verdad será interesante! Sin embargo, es demasiado frecuente, y no solo en Europa, por supuesto, que los intereses hayan invalidado los valores, permitiendo que los dobles estándares subsistan.

Quinto, hablando de intereses, Ahtisaari y Solana los invocan como argumento para votar por el “Sí”. La UE necesita mercados para exportación, proveedores de energía, y una suspensión del terrorismo Jihadista, anotan en su escrito.

Así que, los autores creen esencialmente que Europa es vulnerable de lo que sólo podría describirse como el chantaje árabe si no hace lo “correcto”, apoyando a los palestinos. ¡Uno esperaría un poco más de este asunto medular!

Sexto, contemplan que un voto por el “Sí” será un favor para los Estados Unidos, que podría ser un apoyo sólo “por evidentes razones domésticas”. Este es un golpe debajo del cinturón. El lenguaje codificado, por supuesto, significa contra “el cabildeo judío”.

De otra forma estos habladores europeos aparentemente no entienden qué es lo que hace latir a los Estados Unidos. Mejor, prefieren creer que el dos por ciento de la población norteamericana, con toda su diversidad, “controla” la toma de decisiones gubernamentales.

Por siglos, Europa ha sido suficientemente experta en conjurar mitos sobre el “poder judío”, que ha probado ser costoso para el propio pueblo judío. ¿No es ya tiempo de reconocer que, en este caso, los Estados Unidos mismos, como lo prueban las encuestas durante décadas, es un país pro-israelí precisamente porque se identifica estrechamente con la narrativa de Israel?

Los argumentos siete y ocho van ligados, pero bullen con las “objeciones israelíes a la acción palestina… de no contener el agua” y, como quiera, sabemos qué es lo mejor para Israel.

Si esto no es chutzpáh, ¿qué es?

Israel, una mitad de la ecuación israelo-palestina, tiene legítimos intereses sobre las intenciones palestinas, el desenlace diplomático, posible recurso ante la Corte Criminal Internacional, la relación entre la AP y Hamás, y el flujo en la región. Sin embargo, los autores alegremente ignoran o desestiman estas preocupaciones desde sus reductos en Helsinki y Madrid.

Noveno, confidencialmente predicen un “Sí” que puede reducir la inclinación palestina a la violencia. Pero, nuevamente, tal vez no lo logre.

Elevando las expectativas palestinas a través de la ONU en lugar de en la mesa de negociaciones, los autores predicen un escenario donde, al día siguiente del voto, los palestinos caigan en la cuenta de que nada ha cambiado, plantándose así las semillas de inquietudes futuras.

Y ¿qué sobre el, entonces, proyecto de Hamás, para no mencionar otras fuerzas externas, deseosas de atizar la flama de furor enseguida de la decepción?

Finalmente, anotan que un voto por el “Sí” “en la Asamblea General no inferirá en un reconocimiento bilateral de Palestina”. Técnicamente esto es cierto, pero respaldar la noción de Palestina como un “Estado” –en este caso, un observador en la ONU lo ha expresado-, el voto crea hechos significativos en el terreno.

Y para definir las fronteras estatales, lo que es esperado, se hará más difícil para los palestinos el descender de las alturas encumbradas de la ONU a lidiar con los israelíes, como debieran, si acaso quieren algún día conseguir un tratado real.

La UE, con su poder, prestigio, y proximidad, tiene un papel clave a jugar para el avance del proceso de paz. Pero diciendo “Sí” al gambito de los palestinos en la ONU será precisamente el camino equivocado.

 

* David Harris es Director Ejecutivo del American Jewish Committee (AJC).

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