AMOS OZ
Este texto fue declamado por Pepe Gordon en ocasión de la presentación del libro :”Keren Hayesod; una historia, una meta”.
Amo a Israel incluso durante los momentos que no me gusta, incluso cuando no lo puedo soportar. Lo amo porque me siento en mi hogar en Israel, incluso aunque no sea un hogar perfecto.
Necesita ciertas reparaciones. Si Israel en ocasiones puede ser decepcionante es porque esa es la naturaleza de los sueños: ser algo decepcionantes una vez que tienen plenitud.
Israel es un sueño hecho realidad. La única forma de mantener un sueño de color rosa e intacto es nunca vivirlo. Esto es verdad ya sea que estemos plantando un jardín, sosteniendo a una familia, viviendo una fantasía sexual o construyendo una nación.
Algunas personas esperaban que Israel fuera una luz moral para otras naciones. Otros deseaban que fuera la encarnación de la shtetl judía de la Europa Oriental. Nos visitaban y decían: “No hay bagels, no hay lox, esto no es un Estado judío.”
Los sueños pueden únicamente seguir siendo maravillosos en la medida en que no se vuelvan realidad. Pero el Israel real no es un sueño hecho realidad, sino que una conglomeración de sueños, fantasías, mapas y planes maestros. Hubo gente que vino aquí para humildemente esperar al Mesías. Hubo otros, más ambiciosos, que intentaron que el Mesías viniera inmediatamente. Otros querían SER el Mesías, o reconstruir los antiguos reinos de David y Salomón con toda su gloria, o construir un paraíso marxista (para que algún día en que Stalin viniera de visita – y se le diera un gran paseo por el kibutz, los miembros del kibutz pudieran tener una larga discusión con él, para enseñarle de una vez por todas lo que realmente es el marxismo-leninismo. Entonces, fantaseaban, Stalin se levantaría y diría: “Ustedes los judíos hicieron el socialismo mucho mejor que como lo hicimos en Rusia”, Stalin entonces podría morir de felicidad).
Había europeos que esperaban reconstruir Viena o Praga en el corazón del Medio Oriente, con las buenas maneras, el té y el decoro europeo, la música, la paz y la tranquilidad que se da con tanto deleite entre 2 y 4 de la tarde. En otra puerta, los vecinos de a la lado deseaban convertir este lugar en el estado número 52 de Estado Unidos o en una democracia social escandinava. Los fundadores mi propio kibutz, Hulda, anarquistas sociales semi – religiosos, sostenían que era el tiempo para que el pueblo judío regresara a Israel para crear una libre Federación de comunidades rurales, en donde los judíos experimentarían una renovación religiosa profunda, no en la sinagoga, sino al estar en constante contacto con los elementos de la naturaleza, mediante el trabajo físico y la posibilidad de compartir todo con el otro. Había, en breve, un arcoíris de fantasías.
El sionismo no fue una coalición fácil de sueños diversos, y por definición sería imposible que todos esos sueños se cumplieran. Israel es una acalorada colección de argumentos, y me gusta que sea así, aunque eso no sea un jardín de rosas. Hay algo muy creativo sobre esta situación. Israel es un seminario callejero abierto y vivo sobre lo que es la herencia judía, sobre el sentido del judaísmo, sobre la moralidad, sobre el significado de la marginalidad de los lugares sagrados, sobre la jerarquía de los diferentes valores judíos. Los observadores externos podrían decir: “No pueden ustedes los israelíes bajar sus voces un poquito cuando están en desacuerdo entre sí?” De ninguna manera.
Una de las consecuencias de ser un ciudadano de un Estado independiente del pueblo judío, es que me siento libre para plantear mi argumento con toda mi voz, si elijo hacerlo. Israel pertenece a una película de Fellini, no a una cinta de Ingmar Bergman.
En Israel, en cada cola de la parada del camión se pueden prender una chispa que se convierte en un acalorado y fascinante seminario callejero en donde personas totalmente extrañas discuten sobre política, estrategia, la Biblia, la moralidad, la ética y el propósito real de D-os. A la vez que están en desacuerdo de manera ruidosa en torno a la metafísica, se tratan de colar para quedar al frente de la línea para subir al camión. Es una cultura viva.
Realmente no tenemos un debate sobre la pregunta: “¿Quién es judío?”, sino sobre la pregunta: “¿Quién es un rabino?”. Para mí, la respuesta es muy simple: todos son rabinos. Esta es una nación de 5.9 millones de rabinos, maestros, profetas, primeros ministros, mesías (y agregaría, askanim y askaniot).
No es por nada que nosotros nunca hemos tenido un Papa. Si cualquiera de nosotros se llamara el Papa de los judíos, todos palmarían a este Papa judío en espalda y le dirían: “Hola Papa, no nos conocemos, pero tu tío y mi abuelo hacían negocios juntos en Minsk o en Casablanca, así que déjame decirte de una vez por todas lo que D-os quiere realmente de nosotros.”
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