RODICA RADIAN GORDON, EMBAJADORA DE ISRAEL EN MÉXICO/ EXCELSIOR
El viernes pasado, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, entregó formalmente al secretario general de las Naciones Unidas la solicitud de reconocimiento del Estado de Palestina como miembro formal de la Organización. En su discurso frente a la ONU, Abbas reiteró su rechazo al reconocimiento de Israel como Estado Judío.
La identidad nacional de Israel, así como del futuro Estado palestino, es fundamental en la disputa israelí-palestina y se refleja, entre otras cuestiones, en la exigencia palestina del derecho al retorno de los refugiados, mientras que los israelíes exigen que este problema sea resuelto en el marco de un Estado palestino.
Quiero reiterar que el tema del Estado Judío es la meta principal del sionismo (Movimiento Nacional Judío), en virtud de que la semana pasada escribí en esta columna sobre parte de los ideales que guiaron a los “padres de la nación” en el exitoso proceso de construcción del Estado de Israel.
El principio del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el Pueblo Judío fue aceptado por el Gobierno Británico en la Declaración Balfour de noviembre de 1917 y luego reafirmado en varias ocasiones, incluyendo la resolución 181 de las Naciones Unidas en noviembre de 1947. La meta de la comunidad judía bajo el mandato británico era crear las condiciones necesarias para establecer una existencia judía completa que no podía ser concebida en la diáspora.
Ante el establecimiento del Estado de Israel en 1948, la declaración de independencia buscó ligar la particularidad del carácter nacional del Estado judío con los derechos de igualdad y libertad universales, expresados en su carácter democrático judío: “El Estado de Israel estará abierto a la inmigración judía… estará basado en los principios de libertad, justicia y paz… asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura…”
Consecuentemente Israel ha mantenido su posición de recibir a todos los judíos que desean formar parte de este país. Esta es la base de la política migratoria de Israel, reflejada en la Ley del Retorno, y en las olas migratorias de judíos provenientes de diferentes regiones el mundo. Sin embargo, esa ley no impide a personas que no son judías de convertirse en ciudadanos israelíes.
Por otro lado, Israel como otras democracias, condiciona la inmigración para alcanzar metas específicas nacionales. Como Estado democrático judío, es el lugar donde el pueblo judío puede concretar su derecho a la auto-determinación, compatiblemente con una atención meticulosa a los derechos minoritarios.
Actualmente, la población de Israel es de 7.8 millones de habitantes, de los cuales, 5.9 millones son judíos y 1.6 millones son árabes. Los judíos nacidos en Israel en 1948 constituían el 35% de la población judía, que era cercana a las 600 mil personas. Hoy en día, el 70% de la población israelí judía nació en Israel.
Cualquier solución al conflicto israelí-palestino debe incluir el reconocimiento palestino del carácter democrático y judío de Israel y, al mismo tiempo, el futuro Estado Palestino debe ser el punto focal de las aspiraciones nacionales palestinas. Este principio es reconocido por la gran mayoría de la comunidad internacional.
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