NURIA TESÓN /EL PAÍS
Una protesta por el nuevo ataque contra una iglesia copta en el sur de Egipto ha devuelto la violencia a las calles de la capital donde cientos de cristianos mantenían anoche enfrentamientos con el Ejército. El incendio de un templo en Merinab, un pueblo perteneciente a la turística región de Asuán, motivó la convocatoria de una manifestación que secundaron miles de cristianos coptos en El Cairo, y que terminó en violentos choques con el Ejército.
El último recuento de víctimas cifra en 24 los muertos y supera en 200 el número de heridos en las protestas, tal y como indica el último balance oficial conocido. Según recuentos anteriores, cuatro de los fallecidos eran soldados, todos por disparos.
El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto impuso el toque de queda en la plaza Tahrir y el centro de la capital desde las 2.00 hasta las 7.00 horas de hoy lunes. El Gobierno interino de Egipto ha convocado una reunión de emergencia para este lunes con el objetivo de analizar la situación.
Frente al Maspero, la sede de la televisión estatal donde habitualmente realiza sus reivindicaciones esta minoría religiosa, se reunieron miles de personas que pedían el castigo para los culpables de los ataques contra los cristianos, así como protección para los miembros de esta confesión. Los coptos son un 10% de la población de Egipto. La mayoría se había concentrado en el barrio se Shubra donde vive una importante comunidad cristiana y desde allí, liderados por sacerdotes coptos se desplazaron al centro de la ciudad.
La versión oficial, opuesta a la de los manifestantes, señala que una vez allí estos lanzaron cócteles molotov y dispararon contra el edificio y que los militares (que tienen presencia permanente y tanques en el Maspero), intervinieron para evitar daños. La televisión, citada por France Presse, mostró a un militar que declaraba: “Han disparado a mi compañero. Estaba a mi lado (…) ¡Cristianos hijos de perra!”.
Los participantes, por su parte, acusaron a los baltagueya, matones del depuesto régimen de Hosni Mubarak, de atacarlos e intentar sembrar el caos y a la televisión estatal de mentir a los ciudadanos al no dar el número de manifestantes que podrían haber muerto en los choques. La figura de estos camorristas, que atacan propiedades y personas para culpar después a los manifestantes, ha acompañado todas las manifestaciones que se han llevado a cabo tras la revolución.
Los disturbios llegan en un clima confuso respecto al futuro político del país que espera celebrar a finales de noviembre sus primeras elecciones legislativas tras la caída de Hosni Mubarak en febrero pasado.
El primer ministro egipcio, Esam Sharaf, dijo pocas horas después de los incidentes, y después de mantener una reunión de urgencia con un comité ministerial de crisis, en un discurso a la nación que los graves disturbios entre el ejército y manifestantes cristianos coptos forman parte de un complot contra el país sin nada que ver con una lucha confesional, y apeló a la unidad nacional.
Para Sharaf se trata de un complot para no permitir el avance democrático en el país. “Los únicos que se benefician de estos incidentes y actos violentos son los enemigos de la revolución de enero y los enemigos de los egipcios, tanto musulmanes como cristianos”, ha escrito en su página de Facebook.
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